Ana abrió su tienda hace cuarenta años. Desde entonces ha permanecido, sin verse afectada por los muchos cambios que sucedían en el pueblo, en la calle de Corrales de Morales del Vino. Y es que Ana abrió su tienda en un pueblo que rondaba los mil habitantes, que no tenía muchos más negocios y al que la cercanía a Zamora parecía abocar a un futuro no demasiado halagüeño en lo económico.
Cuatro décadas después, con dos supermercados abiertos en el pueblo, con negocios de todo tipo y con una población que se ha multiplicado por tres, Ana Pérez cierra su tienda. En teoría, por jubilación, pero en la práctica es la situación personal la que empuja al retiro a la tendera, la última de la parte vieja del pueblo. En Morales quedan ahora eso: supermercados «donde la gente va a comprar, pero esto», asegura Ana en referencia a su modelo de negocio, «se acaba aquí».
La tienda está puesta en traspaso, aunque la propia dueña asegura que hoy día es complicado que aparezca alguien que se interese por un negocio de estas características. «Tenemos una clientela muy fiel, pero es cierto que la gente joven compra de otra manera», apunta en referencia a las grandes superficies. Aunque en el propio pueblo hay negocios que han cambiado de manos recientemente, lo cierto es que están en la muy concurrida calle de La Solana, la que marca el pulso económico del pueblo. «Eso es otro mundo, por ahí pasa mucha gente. Esto de aquí es otra cosa», añade la tendera en referencia al pueblo.
Ana Pérez asegura dejar el negocio «con mucha pena» porque, añade, le gusta lo que hace. «Yo echo aquí muchas horas y no me canso, lo hago con gusto y me gusta hacerlo. Me gusta madrugar para ir al Merca, y hablar con la gente cuando viene a comprar», asegura con lágrimas en los ojos. La tienda cerrará a finales del mes de septiembre y los clientes, que empiezan ahora a enterarse de la noticia, reciben las novedades con tristeza. «Vaya, pues qué pena, a cambiar ahora de tienda…», lamenta una mujer que hace la compra en el local.
Aunque el pueblo ha multiplicado su población, la clientela de Ana no ha cambiado en gran medida con el paso de los años. De los nuevos vecinos, pocos se acercan a comprar allí, reconoce, pues la vida del pueblo se concentra en los aledaños de la N-630 y en su siempre concurrida vía de servicio. «Cuando vinieron los supermercados nos echamos a temblar, pensábamos que nos iban a barrer y mira, aquí hemos seguido. Y de no ser por las circunstancias, aquí seguiríamos», apostilla.
«Morales es un poco especial, no tiene la vida de pueblo que hay en otros sitios», asegura la tendera. El pueblo es en una parte muy importante una ciudad dormitorio de Zamora y hay personas «que aquí casi no compran nada, hacen la compra en Zamora cuando salen de trabajar». Por eso, añade Ana, la pena es mayor. «Yo siempre he atendido a la misma gente, he pasado años en los que han venido a mi casa, ya sé lo que llevan y cómo les gusta. Siento que los dejo un poco solos», lamenta con lágrimas en los ojos. «Pero es lo que hay, una nueva etapa», concluye.