Al nombre no hay que buscarle mucho las vueltas. Se llama La Tremendita porque es hija de José El Tremendo. Cuarenta años, trianera, y considerada por muchos como la impulsora de la última gran revolución del cante jondo. Ahí es nada. Es cantaora y se puede expresar sin cantar. Es compositora, letrista, toca bastantes instrumentos, es productora… En realidad, haría falta la entrevista entera para describir los muchos palos que toca. Los que la conocen dicen que todo lo hace bien y ella no lo desmiente.
Rosario La Tremendita, metida de pleno en la faena de un nuevo disco que verá la luz el año que viene, aprovecha uno de los pocos ratos libres que ofrece la jera del día a día para atender a este periódico. Su presencia es uno de los grandes atractivos del 52 Festival Flamenco de Zamora, el que se suspendió por la lluvia en San Pedro y se celebra este fin de semana en el Seminario en dos noches de primerísimo nivel, organizado por el Teatro Principal de Zamora. Su turno llegará el sábado, a partir de las nueve de la noche. Y llega a Zamora pisando fuerte, con la gira diseñada para presentar “Tremenda”, el que, dividido en dos partes, ha sido su último trabajo.
– El público de Zamora tiene fama de exigente, ¿que nos trae?
– Vamos a hacer la representación del disco Tremenda, es una buena oportunidad para verlo porque se están agotando ya las fechas, estamos bastante sumergidos en nuevos proyectos. Llegamos a Zamora con mucha ilusión, a presentar este trabajo, que con tanto cariño hicimos en su momento, en el que explorábamos el flamenco desde otras texturas, lo que me animó a seguir otros caminos. Espero que el público de Zamora, que le gusta el cante, que es exigente como bien dices, lo reciba bien.
– Qué buenos resultados ha dado este trabajo, ¿verdad?
– Impresionante, muy buenos, desde luego. Todo, desde el proceso discográfico, a como lo recibió la gente. Ha sido un proceso muy interesante. El primer álbum era en un principio un viaje por el cante con texturas de todo tipo, electrónicas. Hubo bastante diversidad de opinión. Se asentó con la segunda entrega, cuando desnudamos los cantes y los acompañamos solo de guitarra. Ha sido un trabajo super redondo y que ha conectado mucho con la gente.
– Para todos los paladares, vamos.
– Los flamencos más puros han disfrutado, han visto que estaba ahí la tradición, y también estaba la búsqueda de nuevos mundos, el riesgo. Estaba la investigación. Pero había mucho flamenco, lo digo sinceramente. Yo soy una flamenca de tradición y tengo una necesidad muy grande de respetar la tradición.
– Cuando entró al estudio a grabar “Tremenda”, ¿a quién miraba?
– Pues me miraba a mí, una mirada hacia mi interior. Tenía un compromiso muy grande conmigo misma, más allá de las tendencias y las modas, que en el flamenco también las hay, y muy fuertes. Y, como aficionada al cante, sientes una mirada muy fuerte hacia atrás, hacia la tradición, pero también una muy fuerte hacia el futuro. Y miraba a otros géneros musicales.
– Cuando uno tiene las influencias musicales que usted reconoce, tan puristas, desde Camarón hasta Morente, y tiene además la necesidad de “mezclarlas” con músicas electrónicas, ¿no se siente un poco de vértigo?
– A mí no me da vértigo nada. Bueno, sí, me da vértigo pararme, aburrirme, sentir que no tengo nada que decir o que mi propia mente llegue al límite. Pero no me da miedo arriesgar, investigar, arriesgarme, conectar conmigo misma, con el flamenco y con otros géneros. Nunca me ha dado vértigo eso. Cuando uno vence al vértigo ve que puede llegar a sorprenderse a sí mismo.
– ¿Es más difícil esta innovación de la que habla en el flamenco que en otros géneros musicales?
– Es cierto que en este mundo cuesta mucho quitarse los prejuicios. Yo vengo de una casa de tradición flamenca, he crecido en las peñas, en los festivales, y eso me ha permitido ver que mi mayor enemiga soy yo misma. Cuando uno se quita los prejuicios, asume que las cosas preconcebidas no tienen por qué ser cómo son, se abre un mundo nuevo.
– La primera entrega de Tremenda era flamenco. La segunda era flamenco. ¿Dónde está entonces la esencia del flamenco, en el cante? ¿O tampoco?
– El cante siempre está, yo siempre juego con el cante. Me gusta partir estructuras, cambiar patrones, jugar con las métricas, con el ritmo. Pero las letras son muy importantes. Mi afición personal es la poesía, y creo firmemente en la fuerza de la palabra, en la importancia de lo que se dice.
– Usted viene de una casa de artistas, ¿es mucho preguntar cuál es su primer recuerdo del flamenco?
– Mi primer recuerdo es mi gente, mi familia, jugando al bingo, y cantando. Mi bisabuela cantaba, mi abuela cantaba. En mi casa se sigue cantando, cuando nos juntamos, cantamos. Mi padre canta, mis tíos son bailaores, mi sobrina está aprendiendo a tocar el piano.
– Sí, vamos, que le viene de casta.
– Y tanto. De mi padre, claro. De mis abuelos. Y también del barrio, de Triana. Me tira mucho el barrio, me cuesta salir de él. Ya sé que los trianeros somos muy pesados, pero es que es la verdad. Tira mucho.
– De su nuevo trabajo, ¿nos puede avanzar algo?
– Poco, poco de momento. Que va a salir en 2025. Lo más inmediato es a final de mes, que estrenamos un espectáculo llamado Matancera con una cantaora de Badajoz a la que admiro, La Kaíta. Será un encuentro donde conviven dos mundos, como las notas de un bajo eléctrico mezclándose con el sonido ancestral de la percusión. Un puente entre Badajoz y Triana.