En el exterior de la ermita de Gracia, en la fila de los puestos ubicados allí por el Día de la Comarca, la mesa de José Vicente llama particularmente la atención. La gente se arremolina en torno a él, observa y señala. Sobre todo los mayores, los que recuerdan para qué servían todos «los achiperres» que este hombre de Villamor de la Ladre ha traído para exponer, no para la venta: «Aquí hay chancas de mayor y chancas de pequeño», indica el vecino, en referencia al calzado que aparece al inicio de su curioso muestrario. Todo lo dice con desenfado y con un timbre de voz fuerte, pero también con rigor.
Aparte de la chancas, José Vicente muestra varios instrumentos de herrería, una bota de vino algo gastada y con una boquilla «para los que no saben beber a chili», una pieza para cazar ratones y topos, el brasero «de llevar a la escuela los señoritos», un farol de los que «se ven poquitos» (y se corrige: «no, ninguno), la zamarra del pastor con la navaja y algunos documentos y enciclopedias antiguas. Los vecinos se paran, le preguntan, se interesan. Y él responde con una actitud recíproca.
Al poco, un hombre se detiene para hablarle de lo único que sí vende José Vicente en este puesto. Se trata de un libro. Lo ha escrito él mismo y en el título condensa la información principal: «Aquella manera de vivir». El interlocutor que se ha plantado ante él elogia la obra, le da explicaciones y ambos se intercambian los teléfonos. De nuevo, el texto del protagonista de esta historia ha vuelto a llegar a otro sayagués que, de la mano de un paisano de Villamor de la Ladre, ha comprendido mejor lo que era este territorio antaño.
De eso va el libro de José Vicente pero, antes de entrar en materia, un matiz: ¿Vicente es su segundo nombre o su apellido? «Soy José Vicente. Ni apellido ni nada. El libro está escrito de una forma amistosa y cariñosica y, si tú te encuentras con un amigo, no le dices: ‘¡Hombre, José Vicente Alberca Garrote!’. Pues no, majo. José Vicente que me han llamado toda la vida». Pues listo.
Con esa familiaridad, José Vicente explica que el origen del libro está en sus conversaciones con Manuel Figal, un hombre ya centenario con el que este vecino de Villamor de la Ladre habló a lo largo de 90 horas sobre los quehaceres agrícolas y ganaderos de aquellos tiempos de subsistencia, y abordó las tradiciones del pueblo mes a mes. El autor abre el libro y cita algunas: «¿En enero qué» Pues la víspera de Reyes, la tradición de San Antón con las gallinas, que fueron un apoyo en la economía de cada casa. En febrero, los molinos; en marzo, la Semana Santa y demás. Y así mes a mes», repasa el sayagués.
José Vicente, que enmarca los relatos entre la posguerra y el inicio de los años 70, habla también de «la limpia» para referirse a la emigración; cita la importancia de la fragua, y profundiza en cómo se hicieron las casas o en la burra y sus utilidades: «Era imprescindible en cualquier casa, imprescindible. ¿Ibas a tapar una rodera? La burra. ¿Ibas a cortar unas zarzas? En la burra. ¿Ibas a la feria? Con la burra», recuerda el autor del libro.
Los textos incorporan también los avances que cambiaron el futuro, como la llegada de la luz a los pueblos, pero sobre todo se refieren a frases, momentos y costumbres que en su día formaban parte de la vida y que se fueron quedando en el camino. José Vicente se detiene en los casamientos. «No se decía invitar a la boda, sino llamar a la boda», matiza el sayagués, que recita un pasaje y anuncia un refrán. Antes de que lo pronuncie, una mujer mayor que estaba escuchando la charla lo dice por él: «Si quieres que a tu boda no vaya, llámame la víspera por la mañana».
El lenguaje pícaro
En las expresiones recitadas por José Vicente se percibe «la forma de hablar y el estilo de tratar en aquellos tiempos». «Está escrito en la lengua que se habló aquí toda la vida. Sin ser chabacano, pero con cierta picardía. He intentado no ser abusivo con los tacos y creo que tiene doce o quince en todo el libro», aclara el autor, que ha ido presentando la obra por ciertas localidades de la contorna y también en ciudades como Valladolid, donde dice haber recibido el elogio de un buen número de profesores universitarios. «Pero, si eran amigos, no me iban a decir: ¡Qué calamidad eres!», ríe.
En definitiva, José Vicente considera que ha escrito un libro «súper guapo, súper agradable», y de ahí el interés de la gente que se pasa a charlar con él. En esas, el periodista trata de buscar una sinopsis concreta que lo resuma todo y se lleva otra respuesta clara:
– ¿Es un libro para conocer un poco cómo se vivía?
– No, un poco no. Un mucho.
La obra la vende él, en las ferias o a quien le contacte directamente. No hay otra. Enseguida llega gente a interesarse y José Vicente se despide: «Pues listo el bote, nada más».