Resulta complejo no regresar por un instante al verano de 2022 cuando los pueblos huelen y saben a humo, el fuego está prácticamente encima y la Guardia Civil aparece en las casas de una localidad para pedirles a los vecinos que abandonen sus hogares por seguridad. Ha pasado muy poco tiempo desde los incendios de la Sierra de la Culebra, y su impacto fue tal que toda la provincia se imagina lo peor cada vez que lee noticias de esta índole o levanta la vista hacia el cielo y solo observa una interminable columna que tapa el sol y nubla el ánimo.
Así se veía este sábado, a eso de las ocho de la tarde y desde el inicio del tramo de la N-122 en Zamora capital, el fuego declarado tres horas antes en Trabazos, un incendio que oficialmente comenzó a las cinco y diez y que, en apenas 100 minutos, ya era de nivel 2. El viento y la entrada de las llamas en una zona de pinos del término de Sejas de Aliste se aliaron para forzar un avance veloz hacia esta localidad y también rumbo al entorno de la carretera nacional.
Todo ocurrió, por suerte o por desgracia, en el fin de semana en el que más gente hay en los pueblos de la comarca, un territorio habitualmente despoblado, pero con un vigor renovado cada vez que llega el puente del 15 de agosto. Por eso, las localidades del entorno tenían más capital humano, la carretera estaba más concurrida y el incendio tuvo más testigos y más afectados, aunque también más personas dispuestas a ayudar a los mayores en caso de emergencia o incluso a plantarse para defender su localidad, llegado el caso.
El despliegue de medios, que esta vez sí fue lo suficientemente grande, según la propia opinión de los vecinos, evitó que estos tuvieran que arriesgar más de la cuenta. La ayuda externa llegó pronto, pero las llamas avanzaban de forma irremisible. Por eso, el nivel 0 y el 1 pasaron en un suspiro, y el 2 se instaló para marcar el paso, con el Puesto de Mando Avanzado en la gasolinera de Sejas y la primera decisión vital tomada apenas pasadas las ocho de la tarde: había que desalojar un pueblo.
El señalado era Sejas, cubierto en ese momento por una columna de humo en la salida hacia Trabazos. En un alto ubicado en la entrada de la localidad desde la carretera de Rábano, el pueblo parecía invadido por una densa capa gris que no se disipaba a pesar del trabajo de los medios aéreos. Algunos vecinos decidieron quedarse, pero la mayoría subió al autobús o a los coches para refugiarse en Alcañices. Cuesta dejar atrás el hogar cuando las llamas acechan, pero la seguridad personal siempre prima en estos casos.
Mientras, el fuego y el viento seguían haciendo de las suyas por la zona, con el entorno de San Mamed como nueva preocupación central para los servicios de extinción, que no pudieron evitar que las llamas saltaran por una de las carreteras secundarias de este término, pero que sí frenaron, en estas primeras horas, la posibilidad de que el incendio se aproximara a nuevos núcleos habitados. No se produjo la corriente de desalojos que todo el mundo recordaba. Las evacuaciones se circunscribieron a Sejas.
Con la caída de la noche, la estampa desde la N-122 era de columnas de humo y paisajes anaranjados en la parte izquierda de la carretera si uno va en sentido Portugal. Incluso, se vieron algunos ciervos y otros animales cruzando la calzada rumbo a la parte intacta ante la presencia de unas llamas ciertamente cercanas al paso habitual de los vehículos, cerrado en ese momento desde Alcañices hasta Trabazos.
En el Puesto de Mando Avanzado, todo eran llamadas, explicaciones y tomas de decisiones al segundo, con presencia de los servicios de extinción, de los técnicos, de la Guardia Civil y también de la UME, que se presentó a eso de las diez y media de la noche en la gasolinera de Sejas. En esos momentos, la preocupación era la carretera de Santa Ana, pero también la meteorología. La parte buena era que la localidad evacuada había quedado fuera de peligro. Siempre inicialmente, porque las circunstancias son difíciles de prever.
En todo caso, los vecinos pasaron la noche en el polideportivo de Alcañices para evitar cualquier tipo de riesgo. Las gentes de Sejas estaban cenando al borde de la medianoche con rostros serenos, conscientes de que las noticias que llegaban permitían una cierta tranquilidad, pero sabedores también de que no valen confianzas con las llamas. Algunos niños asustados tenían dificultades para comprender lo que ocurría lejos de sus hogares de verano, del paraíso convertido por un rato en un lugar oscuro.
Ahora, queda esperar al informe de la mañana, a saber si la noche fue bastante para manejar la situación o si aún quedan horas de tensión para tener claro si Aliste se librará de la pesadilla que, desde 2022, siempre recuerda a lo mismo en Zamora.