Los corzos escasean en la sierra sanabresa, y la culpa la tiene una mosca, «una moscarda, que se llama». Así lo aseguran los agentes medioambientales que trabajan en la zona, responsables de realizar los censos y de observar el comportamiento de la fauna sobre el terreno. Ya hace algunos años que la enfermedad causada por la fase larvaria de un tábano, llamada Cephenemyia stimulator, viene mermando el número de ejemplares de este cérvido hasta el punto de que la diferencia con los años previos a la pandemia resulta significativa.
Quien lo explica es Hipólito Hernández, agente especialista en fauna y flora, que señala que lo que ocurre es que la moscarda se sitúa sobre las zonas de pasto habituales del corzo. Allí, el ejemplar come y desarrolla la enfermedad, que le provoca la presencia de larvas «en la nariz, en la faringe y en toda la traquea». «Hablamos de que un animal puede tener hasta veinte de esas larvas, y si corre se asfixia», aclara el agente.
El último ejemplo que cita Hernández tiene que ver con un caso registrado recientemente en el término de Pías, en la parte de la Alta Sanabria: «El otro día mataron uno allí y me dijeron que tenía las larvas casi en el cerebro, porque le van subiendo», remarca el experto.
La moscarda no resulta mortal de necesidad para el corzo, pero «sí lo debilita mucho», según el agente medioambiental, que destaca que «arriba, la sierra está bastante pelada y un lobo ve un corzo, lo corre y se lo come enseguida». Pero no es solo este depredador. «También el zorro ha matado muchísimos. Nosotros íbamos, por ejemplo, a hacer un censo de perdiz y de repente nos encontrábamos con un resto de corzo, y luego con otro», explica Hipólito Hernández.
El agente subraya que ese tipo de comportamiento es achacable al zorro porque «el lobo se come un corzo de una sentada», así que el hecho de ver tantos restos de este tipo alarmó a los expertos, que no han visto la misma afectación en las zonas de robledal que en la parte alta de la sierra: «Abajo, aunque estén con el bicho, son capaces de esquivar mejor», apunta Hernández.
De Francia a Cantabria, y de ahí hacia abajo
El equipo de agentes medioambientales indica igualmente que el origen de la moscarda y su presencia en estas tierras deben buscarse en la entrada desde Francia de unos corzos que se soltaron sin autorización en Cantabria. Por ahí llegó la Cephenemyia stimulator, que después se fue extendiendo y que también ha dañado a algunos ciervos, aunque en menor medida: «Como tienen la traquea más gruesa, les afecta mucho menos», sostienen.
Otra de las compañeras de Hipólito Hernández, Rosana Ríos, incide en que la diferencia en el número de corzos la notan ellos sobre el terreno, pero también los cazadores que acuden a la zona: «Recientemente estuvimos con uno que nos decía que, de siete años para acá, el tiempo que llevaba viniendo, había una diferencia enorme», asevera la agente. Lo cierto es que, por entonces, «en la parte de Cobreros o en la sierra, se veían fácilmente diez o doce corzos en una mañana». Ahora, la moscarda los tiene en jaque.