Zamora entra este jueves en el mes del bullicio. Lejos queda ahora el silencio invernal, con las estampas vespertinas de calles vacías en los pueblos. A partir de este 1 de agosto, la provincia empezará a bordear su población máxima estacional hasta alcanzarla, con toda probabilidad, en los días cercanos al 15 de agosto, aunque en muchas localidades el día exacto dependerá de la celebración, si la hubiera, de las fiestas patronales.
Cuesta hallar datos actualizados sobre cuánta gente habrá exactamente en la provincia durante las próximas semanas. Las cifras más cercanas en el tiempo que se pueden consultar tienen tres o cuatro años y corresponden a un estudio de movilidad llevado a cabo por el Instituto Nacional de Estadística con el apoyo de la telefonía móvil, pero los números más fiables corresponden a la Encuesta de Equipamientos e Infraestructuras Locales.
En Zamora, los datos más recientes de esa evaluación proceden del año 2016. Ya han pasado ocho años y varios golpes más de despoblación sobre el territorio, pero las cifras sirven para hacerse una idea de lo que está por venir. En esa encuesta, el detalle provincial señala que, en su momento de mayor afluencia, la provincia llega a acoger al mismo tiempo a 270.000 personas, unas 100.000 más de las que tiene censadas.
Ese número no es exactamente la suma de los habitantes de la provincia más los que llegan, también hay que restar a quienes viven aquí y se van de vacaciones en las fechas centrales del verano, un porcentaje de gente que hay que tener en consideración. Por tanto, Zamora acoge simultáneamente a bastantes más de 100.000 personas de fuera en su punto máximo estacional, que sin duda se alcanza en agosto.
Pueblo a pueblo
La encuesta también ofrece la posibilidad de acudir al detalle municipal, y aquí es donde se puede comprobar que la llegada de gente no se produce de forma homogénea. En algunos pueblos, el aumento es más manejable, con alzas que no llegan ni a duplicar el número de personas habitual. Pero en otros se producen modificaciones que alteran considerablemente el panorama de los meses fríos, y ese cambio brusco siempre puede tener dos lecturas.
Uno de los ejemplos paradigmáticos es Porto de Sanabria. En 2016, este pueblo tenía 194 personas y acogió en su punto álgido a 1.500. Mientras, Galende o Puebla rebasaron los 5.000, cuando habitualmente rondan o superan por un puñado de vecinos el millar, un caso similar al registrado en Fermoselle y solo ligeramente por encima de lo que ocurre en Bermillo, que llegó a situarse por encima de las 4.000 personas.
También en Alcañices la población pasó de 3.000 vecinos en el último verano a cuyos datos se pueden acceder, mientras que municipios pequeños, por debajo de los 200 vecinos, se vieron igualmente afectados por esta tendencia. No es sencillo para sitios como Uña de Quintana verse de repente con 650 personas al mismo tiempo. Los alcaldes lo advierten habitualmente: lo de agosto es necesario, pero también causa quebraderos de cabeza en lo que tiene que ver con la prestación de los servicios.
Un estudio publicado sobre este asunto por parte de José María Delgado y Luis Carlos Martínez, del departamento de Geografía de la Universidad de Valladolid, abunda en este asunto y lo considera «un hecho muy a tener en cuenta por su efecto económico dinamizador que, en un elevado número de casos, es lo que posibilita no solamente el sostén a lo largo del resto del año de los negocios todavía presentes en estos pequeños pueblos, sino la proliferación de otros de nuevo cuño».
Sin embargo, «este incremento poblacional también exige el mantenimiento, cuando no la creación, de infraestructuras y servicios para atenderlo». Para los estudiosos, esta realidad ha de tenerse en cuenta a la hora de hacer «una redistribución de la localización de equipamientos y centros prestadores de servicios».
Dicho de otro modo: el bar y la tienda, si los hubiera, salen ganando, pero conviene poner el foco en la importancia de que el agua, la recogida de basuras, el médico u otros servicios primarios de atención al ciudadano vayan acorde a que los pueblos de Zamora no siempre van desahogados de gente. En agosto se multiplican.