El Ayuntamiento de Zamora ha vivido una transformación sustancial desde el año 2015 hasta el actual: la que otrora fuera una institución endeudada, lánguida en proyectos y sin un marco programático definido de actuaciones para la ciudad, vibra desde entonces con unas cuentas saneadas y con superávit, sus estanterías a rebosar de proyectos y las calles en proceso de transformación gracias a la inversión pública traducida en unas obras que, sin duda, están modernizando el paisaje urbano.
Junto con estas inversiones de mejora y transformación de carácter estructural, la renovación en el pasado mandato de los dos principales contratos de servicios caducados hacía años -limpieza viaria y recogida de residuos y parques y jardines- supuso la actualización de las labores de mantenimiento ordinarias en dos áreas fundamentales para el correcto funcionamiento de una ciudad: se cambiaron todos los contenedores y la maquinaria, el tratamiento en jardines, parques y mobiliario comenzó a ser el adecuado y actualmente se están ejecutando todas las inversiones de mejora contempladas en ambos contratos gracias a la labor de vigilancia constante realizada tanto por parte del cuerpo funcionarial del Ayuntamiento como por parte de los integrantes del equipo de gobierno, con el fin de cumplir hasta el último punto y hasta la última coma de las obligaciones contractuales que las concesionarias tienen con el Ayuntamiento y, por ende, con la ciudad.
Una labor de vigilancia que no siempre se ha producido, bien por la desidia, la soberbia o la presunta connivencia con las concesionarias y las empresas por parte de los anteriores equipos de gobierno del Partido Popular. Sin duda podría extenderme, pero quiero circunscribir esta afirmación a la temática central de este artículo: las fuentes, los parques y los jardines.
Independientemente de los novedosos proyectos propios con los que contamos como equipo de Gobierno y que más adelante citaré de forma sucinta, en tan sólo un año del actual mandato se han ejecutado, se están ejecutando o se encuentran en licitación varios proyectos de ajardinamiento que vienen para enmendar las chapuzas del pasado y consolidar zonas de esparcimiento u ornamentales de forma definitiva. Estas «chapuzas» resultan sin duda inverosímiles, sobre todo por la sencillez con la que podrían haber quedado ejecutadas algunas de las obras de ajardinamiento, y que, contra todo pronóstico, no se realizaron. Como ejemplos recientes, se han llevado a cabo los ajardinamientos en La Lobata -frente a la guardería municipal- o en Poeta Waldo Santos, dos espacios cedidos al Ayuntamiento junto con los viales tras el desarrollo de sendas urbanizaciones, y que nunca contaron con un sistema de riego que los hubiese configurado desde el primer día como jardines -algo que a día de hoy son- y no como los crecederos de maleza que han sido durante muchos años.
Del mismo modo, a día de hoy se están ejecutando los ajardinamientos de las calles del Amor de Dios o San Martín «de arriba»; el primero un espacio con dos parterres que nunca contaron con riego, y que en cuestión de semanas contará con dos jardines con arbolado y arbustivas, el segundo otra zona muy transitada del casco antiguo que verá sustituida la grava por césped, flores, arbustivas y arbolado. También estará en breve en licitación la mejora de otro espacio en la calle Pericuto: un entorno de junta de vecinos que nunca contó con riego, y que en cuestión de semanas gozará de césped y mobiliario para el descanso y el esparcimiento.
Y al mismo tiempo que se han estado solventando deficiencias de hace décadas, se han creado nuevas zonas estanciales: A día de hoy, la ciudad cuenta con dos espacios verdes que suman en conjunto más de 4000 metros cuadrados para el disfrute de todos, la parcela municipal de La Lobata configurada como mirador a Valorio o el entorno de la Ermita de la Peña de Francia, donde se ha reaprovechado de forma acertada parte de la histórica valla del Puente de Piedra.
Pero la misma mala ejecución y falta de vigilancia pretéritas también se aplica a las fuentes ornamentales: en menos de un año del actual mandato se han puesto en funcionamiento las fuentes pequeña de La Marina y de los Remedios en San Martín, encontrándose en licitación además la de la Plaza de San Ildefonso, inoperativa desde hace veintidós años. Renovadas, duraderas y con iluminación programable para eventos o días simbólicos, la ciudad volverá a contar con tres espacios que hasta ahora pasaban desapercibidos, y en los que nadie recordaba el sonido del caer del agua.
A estas se le sumarán a lo largo del mandato la mejora en otras existentes, y también se crearán nuevas como la futura fuente transitable a ejecutar en el parque de la avenida de la Frontera, que servirá para refrescarse y para el juego de los más pequeños, sustituyendo así otra serie de elementos acuáticos mal planificados que también llevan años inoperativos, ya que embarraban el césped colindante y el lodo provocaba atasques y daños en la propia maquinaria.
Por último también se ha avanzado en materia de parques: ejemplos de ello son la creación de nuevos como el existente en la peatonalizada Plaza de la Puebla o el de La Lobata, nuevos parques de calistenia o para la práctica del «parkour», la venidera renovación integral de los parques de Las Viñas y Amor de Dios, o intervenciones de mejora más sencillas como la instalación de nuevos juegos infantiles, césped artificial o fuentes de agua potable. También se han multiplicado las mesas de madera en estos y en los jardines: desde hace cinco años hasta el día de hoy, la ciudad ha pasado de contar con lugares muy concretos para el descanso en ellas, a contar con un total de 49 emplazamientos que se verán incrementados gracias a la nueva compra de mobiliario urbano de este año.
En definitiva: inversiones y proyectos sencillos y razonables, que sirven para enmendar los errores del pasado y para crear nuevas zonas públicas de esparcimiento o mejorar la calidad estancial de las existentes.