Cuando acudimos a cualquier oficina o lugar público en el que se nos atiende para velar por nuestros derechos, nuestra salud o simplemente para comprar damos por sentado que se encontrarán limpios y en unas óptimas condiciones. Y, sin embargo, pocas veces vemos a quienes día tras día dejan los entornos de trabajo impolutos. De hecho, es muy probable que no nos imaginemos a la médica, a la directora del banco o al profesor limpiar sus puestos de trabajo.
Limpiar parece que está por debajo de sus atribuciones y, probablemente, si pensamos muy rápido sin detenernos a sopesar detalladamente nuestros prejuicios, hasta creamos que no es un trabajo lo suficientemente digno. Nada más lejos de la realidad. El mejor hospital del mundo, el mayor banco, la tienda más lujosa o la mejor universidad sucias no tendrían ningún valor.
¿Pero quiénes son estas personas que limpian? Probablemente, uno de los colectivos más olvidados e invisibilizados de nuestra sociedad.
La actividad de limpieza está mayormente desempeñada por mujeres. Es un trabajo solitario y realizado en horarios inusuales, ya sea en la madrugada o al final del día, durante los periodos de menor producción y cuando no se molesta a la clientela y a los trabajadores.
Además, no es extraño que a algunos les parezca indigno, puesto que suele caracterizarse por los bajos salarios y el escaso reconocimiento debido a que prácticamente no requiere cualificación alguna.
Agotamiento físico y mental
Esta situación contribuye a que la labor sea exigente, a veces llevada a cabo en condiciones precarias, con posibles efectos adversos en la seguridad y la salud de las trabajadoras que, además, probablemente dupliquen su jornada laboral ejerciendo las mismas tareas en sus propios hogares. Es un fenómeno conocido como doble presencia que contribuye al agotamiento físico y mental de las mujeres de este sector.
Dada esta situación, nuestro equipo de investigación decidió acercarse a este colectivo para valorar cómo percibían su estado salud, visibilizar los factores de riesgo psicosocial a los que estaban expuestas y comparar la percepción de salud entre quienes estaban expuestas a esos riesgos y quienes no. Un acercamiento del que no tenemos constancia que se hubiese realizado antes en España.
En nuestro estudio, en el que recabamos información de 455 empleadas de la limpieza de toda España, encontramos que, en líneas generales, la salud percibida era buena, con ausencia de valores extremos. En cuanto a los riesgos psicosociales, una de cada cuatro no se sentía reconocida por el trabajo que realizaba ni por sus logros ante sus superiores jerárquicos.
Esto es paradójico, puesto que la limpieza es un trabajo esencial que no se valora cuando se realiza bien, y que puede detener el funcionamiento de las organizaciones cuando se ejecuta mal. Por lo tanto, las personas usuarias de los servicios, los miembros de las organizaciones y los responsables de las entidades debemos reconocer la tarea que realizan estas mujeres y valorar el trabajo que hacen.
Por otro lado, encontramos que, tal y como intuitivamente esperábamos, aquellas mujeres que estaban expuestas a algún riesgo psicosocial sentían tener un peor estado de salud. De una manera ilustrativa podríamos decir que siendo desagradecidos enfermamos a los demás.
¿Cuál es su estado de salud?
Este estudio proporciona otro dato relevante que debe ser considerado: cuando se les pregunta por su estado de salud, la percepción que tienen del mismo se centra en la salud objetiva que presentan –frecuencia de dolores reales y observables–. Esto requiere un cambio de paradigma en la vigilancia de la salud, puesto que las recomendaciones que se proponen en la actualidad se centran, exclusivamente, en el plano físico y no en el psicológico.
Las organizaciones también deberían tener en cuenta los riesgos psicosociales y abordarlos. Para llevar a cabo este cambio de paradigma se deben incorporar nuevos instrumentos a la prevención de riesgos laborales, métodos enfocados en preguntar a las personas cómo se sienten, recabando también datos subjetivos. La opinión de las personas debe formar parte de la ecuación en materia de prevención de riesgos laborales.
En resumen, recuerde que cada vez que acude a cualquier lugar, previamente alguien lo ha limpiado. Debemos ser agradecidos con aquellos que realizan lo que a nosotros tanto nos cuesta. A todos nos gusta que se nos reconozca el trabajo bien hecho, también a quienes limpian lo que nosotros ensuciamos.
José Javier López Goñi, Profesor Titular de Universidad. Área de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, Universidad Pública de Navarra; Begoña Haro Escribano, Colaboradora investigadora y profesora, Universidad Complutense de Madrid y Iván Fernández Suárez, Profesor en el máster en Prevención de Riesgos Laborales. Consultor PRL para Fraternidad Muprespa. Grupo de investigación TR3S-i, Trabajo Líquido y Riesgos Emergentes en las Sociedad de la Información., UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.