No solo se cerró durante el COVID. Se abandonó. Los jardines se dejaron de conservar, las zonas verdes quedaron sin cuidar… No es de extrañar entonces que el estado del castillo de Fermoselle no sea el ideal. El pueblo, sin embargo, ha decidido reabrir las instalaciones este año, dotando a la localidad de un importante atractivo turístico más y habilitando un punto de gran interés también para los propios vecinos del pueblo. Gracias al acuerdo firmado con los propietarios, el Ayuntamiento, y varios voluntarios, han iniciado una labor de recuperación del entorno con la idea de abrir al público en agosto, ya de forma inminente.
En el Castillo había zonas donde las malas hierbas «medían más de un metro», asegura el alcalde de Fermoselle, José Manuel Pilo. Los trabajos han avanzado y, si bien no se ve todavía el aspecto general de hace unos años (no se verá este verano, pues es imposible ya resembrar y esperar que crezca algo), al menos el entorno está cada vez más limpio.
El castillo de Fermoselle es bien de interés cultural y ofrece desde sus miradores una de las vistas más impresionantes de los Arribes del Duero. Testigo de la historia, a día de hoy apenas quedan algunos cubos y lienzos de muralla, y también se pueden observar restos de lo que debieron ser la torre del homenaje, la plaza de armas y demás dependencias.
Las ruinas constituyen un mirador único hacia el Duero y tierras lusitanas que ofrecen al visitante unas magníficas vistas de los Arribes, apreciadas ya siglos atrás por el dominio que ofrecía a nivel estratégico sobre tan accidentado paisaje.
Bastión comunero
En realidad se trata de una fortaleza más que un castillo como tal y es considerado oficialmente como el último bastión de los Comuneros en Castilla y León.
En el s. XVI fue elegida por el obispo Antonio de Acuña como bastión haciéndolo fuerte al inicio de la Guerra de las Comunidades y sirviendo como fuente de soldados para el bando sublevado contra Carlos I. Tras el apresamiento del alcalde Ronquillo, uno de los hombres destacados del bando monárquico, el obispo Acuña ordenó que fuera encerrado en sus mazmorras. Finalmente el propio obispo sería apresado en el Castillo de Fermoselle por las tropas de Carlos I y llevado a Simancas donde intentó escapar asesinando a un funcionario, por lo que fue condenado a muerte y ejecutado por el mismo alcalde Ronquillo al que unos años antes habría mantenido preso en las mazmorras del Castillo de Fermoselle.
Tras la batalla de Villalar que suponía el fin del bando sublevado en la contienda, los rebeldes fueron perseguidos a través de la provincia de Zamora por los hombres del emperador que intentaban huir a Portugal, convirtiéndose entonces el castillo en el último baluarte de los Comuneros antes de cruzar la frontera.