No merece la pena calcular cuántos pueblos hay sin bar, porque son muchos. Desde hace unos días, eso sí, hay uno menos. En Villar del Buey, como en tantos otros pueblos, los vecinos no tenían dónde ir a pasar el rato, lo que es un incordio en invierno y un verdadero fastidio en verano. Desde el día 11 de julio el bar del pueblo, que se encuentra cerca del Ayuntamiento, abrió sus puertas. Lo lleva Kedina, una mujer brasileña que ha decidido emprender en el mundo rural y revitalizar, de paso, la vida social del pueblo sayagués.
Kedina es nueva en Villar del Buey, pero no en Sayago. Vive en Muga, indica ella misma en un rato de respiro, desde hace unos siete años, cuando llegó a España procedente de Brasil, como tantas otras personas, por amor. Se estableció en Sayago con su pareja y comenzó a trabajar casi de inmediato en la residencia de la localidad, como auxiliar de Enfermería. Labor que ha desempeñado hasta hace unos días.
«Me enteré de que el pueblo estaba sin bar y buscaban a alguien que lo abriera, así que decidí hacerlo yo misma», apunta Kedina. El local es privado, no como sucede en otras localidades del entorno, y aunque es amplio, la nueva gerente lo lleva, de momento, sola. «Llevo muy poco como para plantearme contratar», indica ante la gran prueba de fuego del verano, que llega escasos días después de abrir: Villar del Buey celebra sus fiestas patronales entre el 18 y el 21 de julio. «No sé si voy a poder yo sola…».
El horario que cuelga del tablón del bar es suficiente para que el trabajador más osado se ponga a temblar. Mañanas, de 9.00 a 16.00. Tardes, de 18.00 a 2.00. De lunes a domingo, aunque Kedina aclara que pretende librar los martes. Aún así, tiene tela. «En verano la gente necesita el bar abierto, ya veremos en invierno lo que pasa», apunta la empresaria, conocedora de lo que pasa en la comarca cuando los días empiezan a acortar y los hijos de la tierra regresan a sus quehaceres en la ciudad. «A lo mejor no hace falta ni abrir por las tardes», añade.
En la gastronomía se notan sabores de ambos lados del charco, pero sobre todo hay tapas de Zamora. Cachuelas guisadas, callos, morro… «Lo cocino todo yo porque me gusta mucho cocinar. No me gusta cocinar para mí, pero sí para otras personas», indica la nueva hostelera, que tiene en este bar su primera toma de contacto con el sector. «Parece duro, pero de momento se lleva», añade.
Los vecinos, a la vista está, celebran la iniciativa emprendedora de la nueva vecina brasileña. Es miércoles a mediodía y el bar presenta un buen aspecto, con vecinos tomando café, alguna caña y trabajadores de la zona que paran al descanso de media mañana mientras Kedina corre de la barra a la cocina. «En el pueblo están contentos, necesitaban esto», indica cuando acaba el apretón del mediodía. «Ojalá siga así», concluye.