No paran. Las abejas de uno de los colmenares que Francisco Alonso tiene en Sejas de Sanabria se encuentran durante estos días en pleno proceso productivo. El sector, asegura el secretario de la asociación Apis Durii, se enfrenta por primera vez en varios ejercicios a una temporada de trabajo realmente buena. En el último año ha llovido mucho en la provincia y la primavera ha sido realmente fructífera en este sentido, lo que se nota en el monte y aprovechan las abejas.
«Hasta ahora», asegura Alonso, «casi toda la miel que han producido las abejas la van a gastar ellas mismas», con lo que la campaña está, realmente, arrancando. Lo hace con la floración de la zarzamora y del castaño, que se está produciendo ahora, y con la expectativa de que las lluvias se hayan detenido ya. Para el sector, el monte tiene ya suficiente agua y una tormenta en estos momentos podría ser fatal, apuntan los apicultores.
Pero el sector se enfrenta a una gymkana de dificultades que sortear si quiere que las expectativas con las que comienza el año cristalicen al final. La primera, la recuperación de las colmenas tras el invierno, que se desarrolla con relativo éxito, gracias a la creación de enjambres artificiales, habida cuenta de que solo el treinta por ciento de las abejas que hay un año sobrevive para el siguiente. La causa hay que buscarla en la varroa destructor, un ácaro que hizo su entrada en España en los años ochenta y que todavía el sector no ha conseguido controlar.
«Hasta entonces las bajas del invierno eran muy poquitas, más o menos del tres por ciento. Siempre ha habido enfermedades, pero nunca han sido muy difíciles de controlar, hasta que apareció este ácaro» que se lleva por delante a más de la mitad de los insectos de los colmenares.
Las otras dos amenazas principales para el sector vienen de fuera, una en forma de insecto y otra en forma de hombre. La primera, la avispa asiática; la segunda, el apicultor trashumante. En el caso de la velutina, los apicultores asumen que su presencia es generalizada en toda la provincia. En los últimos meses se han instalado por Zamora unas 400 trampas entre los socios de Apis Durii y en «prácticamente todas» han caído reinas de avispa asiática, «lo que nos dice que está instalada en toda Zamora».
El sector pide medidas a la Junta, que se mueva para controlar una plaga «igual que hace con otros sectores de la ganadería», pero de momento no se ha obtenido respuesta. «Habría que instalar unas 2.000 trampas para empezar a ver algún resultado. Todas las reinas que se capturen se traducen en un nido menos», una medida importante en una especie que se reproduce bastante rápido. Una reina de velutina puede multiplicarse y poner huevos de los que salen 500 individuos.
El avispero crece rápido durante estas semanas y los insectos empiezan a necesitar proteína, por lo que buscan abejas para comer. «Puedes encontrarte con que en la primera semana de agosto, se acabó la campaña», porque las abejas dejan de salir de la colmena a trabajar si ven a una avispa rondando por los alrededores.
Si la avispa asiática amenaza el final de la campaña, los trashumantes ilegales son el peligro al principio. Las cifras cantan, y si Zamora tiene 43.000 colmenas durante todo el año, durante las próximas semanas llegarán unas 150.000 a mayores. «Dentro de una semana, posiblemente, tenga 600 colmenas ahí, a trescientos metros», cuando la normativa marca un mínimo de un kilómetro entre dos explotaciones. Un problema importante porque esas abejas, que se instalan donde no deberían, vienen a comerse el alimento de que las están en el monte durante todo el año, y se marchan cuando han arrasado con lo que necesitan.
«El problema de los trashumantes no es su actividad, es que no cumplen las normas. La mayoría de los que vienen a Zamora son ilegales y, cuando les sancionan, son unas multas ridículas de entre 360 y 180 euros que muchas veces ni siquiera se instruyen». Lo que pide el sector es protección. «Nosotros tenemos aquí nuestras colmenas durante todo el año, hemos elegido vivir en los pueblos, quedarnos aquí con nuestras familias. No puede ser que venga gente de fuera que no cumple las normas y que nos puede arruinar».
La solución pasa, defiende el secretario de Apis Durii, por establecer zonas determinadas para los trashumantes, en pueblos de Zamora en los que todavía no hay apicultores locales y donde hay material de sobra para producir miel. «Tenemos que intentar llegar a una solución entre todos, porque una explotación tiene unos gastos muy elevados y hay cosas que no pueden ser».