Como si acabara de ser dado de alta en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, el lince ibérico está fuera de peligro. Esta ha sido la forma más frecuente de anunciar que el lince ibérico ha pasado de estar catalogado como “en peligro” a ser asignado a la categoría “vulnerable” en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). El mensaje juega con la denominación de estas dos categorías para subrayar que, como sucede con los enfermos graves, no precisar cuidados intensivos vaticina que lo peor podría haber pasado.
No obstante, es necesario explicar que “vulnerable” no deja de ser una categoría de amenaza. Según la Lista Roja, el lince sigue amenazado de extinción, es decir, está sujeto a riesgos dentro de una tendencia favorable, y conviene prevenir las recaídas.
Este matiz algo aguafiestas no le resta relevancia a la noticia. El lince ibérico llama la atención porque va a contracorriente. Primero, porque su estado de conservación mejora mientras que se deteriora a escala global el de los mamíferos en general, y el de los carnívoros y felinos en particular. Segundo, porque la mejora en su estado de conservación ha sido meteórica, al descender dos escalones, de “en peligro crítico” a “vulnerable” en apenas 15 años. Cabe preguntarse a qué se debe esta singularidad. De los numerosos factores que han intervenido se pueden elegir los siguientes.
Un felino del primer mundo
Se trata de una especie endémica de la península ibérica. Aunque recuperase todo el terreno perdido durante los últimos cinco siglos, su área de distribución nunca sería muy grande, lo que constituye un factor de riesgo.
Por otro lado, ser un endemismo le ha conferido ciertas ventajas. Su estado de conservación es el mismo a escala regional y a escala global, evitando así la falta de atención que sufren especies amenazadas dentro de un país o región por no estarlo a escala global.
Afortunadamente, su declive reciente ha coincidido en tiempo y lugar con la presencia de instituciones, sobre todo europeas, dispuestas a destinar recursos para su conservación. Eso no es habitual en países en vías de desarrollo o con políticas ambientales menos ambiciosas.
También le ha favorecido su condición de especie emblemática, ya que especies con menos carisma para el gran público no corren la misma suerte.
Medidas de conservación efectivas
Es imposible saber qué hubiera sucedido si no se hubieran tomado medidas de conservación decididas hace 20 años, pero no puede descartarse que una o las dos poblaciones que quedaban se hubieran extinguido.
Entre las múltiples acciones de conservación aplicadas, que posiblemente han actuado de modo sinérgico, pueden destacarse tres:
El seguimiento poblacional ha sido fundamental. Hacer el esfuerzo de contar los linces y saber dónde se reproducen cada año permite hacerse una idea sobre el efecto aparente de las medidas aplicadas. El nivel de detalle del seguimiento del lince ibérico contrasta con la escasez generalizada de información para un número considerable de especies.
Se ha conseguido que la concienciación social sobre la situación del lince se traduzca en un alto grado de aceptación en las áreas receptoras. Para que la conservación sea efectiva, la actitud positiva de la gente que convive con las especies debe traducirse en conductas concretas, como abstenerse de dispararles.
Los linces se reproducen en cautividad con facilidad y muchos de los allí nacidos se adaptan bien a la vida silvestre. La apuesta por las reintroducciones ha sido la medida de conservación clave.
El regreso de los conejos
El declive del lince se debió a factores que propiciaron una escasez acusada y generalizada de conejos, alimento del que es altamente dependiente.
Se han constatado dificultades técnicas para aumentar artificialmente la abundancia de conejo en áreas suficientemente amplias. Por tanto, para cada reintroducción es preciso encontrar una zona con el alimento suficiente para que los animales traslocados se asienten y se reproduzcan.
La recuperación del lince ibérico debe gran parte de su éxito a que esas zonas existan, abriendo una oportunidad que no estaba disponible hace dos décadas, cuando los conejos silvestres no existían o eran escasos donde ahora abundan. La recuperación natural del conejo, sobre todo en paisajes agrarios, ha potenciado el éxito de las reintroducciones y explica que la expansión del lince haya sido inusualmente rápida.
Lecciones aprendidas
El caso del lince ibérico contiene elementos útiles para la gestión de especies que dependen de otras que son propensas a fluctuar ampliamente en el espacio y el tiempo. Las reintroducciones bien planificadas permiten acelerar el proceso de recolonización natural en lugares donde la especie interactuante se recupera.
La creación de un ambiente de colaboración entre múltiples actores, desde las administraciones a todos los niveles hasta las personas que comparten sus observaciones, pasando por científicos y organizaciones no gubernamentales, es otro elemento exportable.
El potencial de crecimiento de la población de lince ibérico es considerable y existe margen para prevenir el embate de la próxima amenaza. Es recomendable aprovechar la buena situación actual del conejo para acometer nuevas reintroducciones, algunas de ellas ya planificadas. Esta estrategia no permite deshacerse por completo de los riesgos, pero sí atenuar sus consecuencias.
Alejandro Rodríguez, , Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.