«Mira qué cara, preciosa». Bea Gallego observa a Zeinabu y le transmite la ternura con la mirada. No es la primera vez que se ven, pero hacía meses que no se encontraban. La primera es una mujer de Zamora; la segunda, una niña del Sáhara. Ya han pasado otros veranos juntas, pero esta vez convivirán durante más tiempo. La pequeña ha llegado, junto a otros 24 compañeros, gracias al programa Vacaciones en Paz, pero su estancia en la provincia será más larga que la del resto. Toca solucionar un problema, y hay una familia dispuesta a ponérselo más fácil.
«Llevamos dos veranos con ella y estamos felices», explica Bea, que señala que a Zeinabu, que solo tiene nueve años, «le vieron» algo en el corazón el año pasado durante una revisión. Los médicos creen que es necesaria una operación, así que la niña será intervenida en Madrid. «Por eso se queda todo el año con nosotros», indica la joven zamorana, dispuesta a ser «mamá, hermana y de todo» por una muchacha aparentemente tímida, que marca su edad con los dedos de las manos y que aún está aprendiendo a manejarse con el castellano.
Bea Gallego apunta que su familia y ella están «felices de poder ayudarla», aunque eso está conllevando algún que otro trámite. Para empezar, solicitar el permiso de los padres de la pequeña, que reside en los campamentos de refugiados. A partir de ahí, la cuestión ha requerido de otra serie de pasos burocráticos que ya están preparados. A Zeinabu la van a operar con el fin de que pueda continuar con la existencia marcada para alguien aún en edad de vivir sin pensar en los médicos.
Y dentro de ese día a día para alguien de nueve años está la educación. Este año, en un cole de Zamora: «Todavía no sabemos muy bien qué curso va a hacer», admite Bea, que subraya las dificultades de Zeinabu con el idioma: «Nos han dicho que la pueden ir moviendo en una horquilla de dos niveles», aclara esta joven que destaca que toda su familia estará implicada en que a la niña no le falte de nada.
Durante la mayor parte del tiempo, Zeinabu estará en la casa de los padres de Bea. Allí estará su domicilio habitual a lo largo del curso: «Pero tendremos una custodia compartida», ríe la mujer que agarra por los hombros a la niña mientras habla de lo que está por venir: «Vivimos cerquita y lo haremos entre todos», señala.
Experiencia previa
Desde luego, Bea y los suyos tienen experiencia en lo que tiene que ver con la convivencia con niños saharauis. Antes, la familia ya tuvo a otra chica, cuya hermana pequeña llegó también este viernes a Zamora, aunque con otro hogar como destino. «Nos encanta formar parte del programa», asegura la protagonista española de esta historia. A su lado, Zeinabu no dice nada, pero permanece tranquila. Sabe que ahora, tras el largo viaje, toca ir a casa.