Beatriz Cepeda (Zamora, 1986), también conocida como Perra de Satán, trabaja mucho y sigue siendo pobre. O eso dice. Desde luego, lo primero tiene pinta de ser cierto, a juzgar por su currículum. Licenciada en Filología Hispánica, esta mujer ha ejercido como guionista, periodista, creadora de contenido, divulgadora, podcaster, escritora y novelista. En este último rol, acaba de publicar Darío no quiere estar muerto, una obra de ficción en la que Sanabria y la tragedia de Ribadelago se mezclan con referencias a Bitelchús o Casper. Todo, desde la mirada de dos adolescentes: una aquí y el otro allá. La autora lo explica, con un ejemplar en la mano, desde la Librería Semuret.
– ¿Hay consciencia después de la muerte?
– Pues yo no tengo ni idea. Aunque soy filóloga, defiendo bastante la ciencia y lo que nos dice. Entonces, en todo esto del más allá y de la vida después de la muerte, como no he visto pruebas, me cuesta mucho, mucho creerlo. También es cierto que he sentido cosas y que he tenido mis experiencias, pero ni afirmo ni desmiento. Me mantengo neutral.
– Pero la novela, sin destripar nada a nadie, aborda esa posibilidad de convivir con las personas que han fallecido.
– Es que a mí me pasa un poco como a los de Expediente X. Me cuesta mucho creer, pero me encantaría hacerlo. Pienso que sería mucho más divertido y, como a mí me encantan las cosas divertidas, considero que estaría bien convivir con fantasmas. Es verdad que la concepción de fantasma que yo tengo no es negativa. Al final, las ideas que nos hacemos sobre ciertos conceptos tienen mucho que ver con nuestra cultura, y en nuestra cultura occidental «disneyficada», los fantasmas hacen cosas muy guays. Yo me crié viendo Bitelchús o Casper, que eran comedias donde casi molaba más ser fantasma que estar vivo.
– ¿Se ha basado en esa ficción que ha consumido a la hora de construir el marco en el que se desarrolla la historia?
– Eso lo comenté en la presentación de la novela en Madrid. Creo que hay dos inspiraciones que son claras a la hora de escribir esta novela: Bitelchús y Casper. Es muy fácil encontrar las similitudes. Pero, honestamente, lo que más me ha servido para crear esta historia y ese mundo en el que los fantasmas coexisten con los vivos es Cuarto Milenio. Yo era una persona – y hablo en pasado porque Cuarto Milenio ya no es lo que era – que estaba completamente obsesionada con ese programa y antes con Milenio 3. Me encantaba. De hecho, gracias a ser tan fan, ahora soy colaboradora del podcast Días Extraños, de Santiago Camacho. Es decir, yo era friki absoluta. Ellos también investigaron en Ribadelago y encontraron cositas. Hay una entrevista que le hacen a Vázquez Montalbán y, cuando le están grabando, se escuchan psicofonías. Todo eso ha conformado la manera en la que yo imagino la relación de los muertos con los vivos.
– La novela aborda la tragedia de Ribadelago. ¿Siente que, desde hace unos años, aquella historia que estaba muy tapada ha revivido de alguna manera, aunque solo sea en Zamora y en Sanabria?
– Ha revivido en Zamora y en Sanabria y eso es perfecto. Ya que lo hicieron tan mal con ellos les debemos, como mínimo, la memoria. Lo que pasa es que fuera de Zamora esos muertos no existen, esto no se sabe. A mí me daba bastante rabia y creo que esa sensación fue el germen de esta novela. Me molesta que una tragedia histórica, porque la de Ribadelago es la tragedia hidráulica más importante del siglo XX en España, igual que los de la Sierra de la Culebra son los incendios más graves del siglo XXI, siga sin importar. Esta es la España olvidada, más que vaciada, porque no contamos ni cuando ocurre lo más importante. Esa impotencia fue el origen de la novela. Yo me pregunté de qué manera podía colaborar yo a que esto se conociera, se supiera y se denunciara, y la respuesta fue: lo único que tú haces es comunicar, así que habla de ello. Esta es una herida que en Zamora está abierta, sobre todo porque aún viven personas que sobrevivieron, pero fuera es que no me he encontrado con nadie que lo recuerde, salvo los colaboradores de Cuarto Milenio.
– ¿Recuerda el momento en el que conoció esta historia?
– No, yo creo que cuando eres zamorana esta historia te la cuentan desde pequeña. En los veranos, yo recuerdo ir mucho a Sanabria, también ir de campamento, y creo que eso siempre ha estado muy presente. De hecho, a mí de pequeña me daba miedo estar en Sanabria porque me creía de verdad que había un pueblo hundido, que había muertos debajo del lago.
– ¿Por qué decide utilizar el nombre de Valverde en lugar de mantener el de Ribadelago a la hora de referirse a ese lugar?
– Había dos motivos. El primero, porque a pesar de que es obvio cuál es el pueblo del que estoy hablando, no quería faltar al respeto de nadie, no quería herir ningún tipo de sensibilidad. Tengo todo el respeto por los supervivientes de esta tragedia, porque fue horrible y sus vidas han sido muy duras como para venir yo a aprovecharme de ellas, así que quería marcar esa distancia. También fue importante para mí, a la hora de elegir las personas que aparecen, que ninguna se llamara igual que las víctimas de Ribadelago. Solo hay un párrafo en toda la novela en el que los nombres son reales. Está sacado del libro de los testimonios de María Jesús Otero y se cuenta un recuerdo. Ahí todos los nombres son reales, pero para el resto hice el ejercicio de consultar todas las listas y que no se repitiera ninguno. No quería hablar de los supervivientes reales, quería hacer una historia de fantasía. También en el libro nombro a Unamuno, que para mí fue algo así como un padre literario. Cuando yo descubrí a Unamuno me obsesioné muchísimo con él, y encima estudie Filología Hispánica en Salamanca, que lo tienen endiosadísimo, y él llamó Valverde de Lucerna al pueblo de San Manuel Bueno Martir.
– Ha utilizado el vehículo de dos adolescentes que viven fuera para contar la historia. ¿Representa también el hecho de que los descendientes de quienes sufrieron aquella tragedia ya no están en la comarca?
– Y no solo están fuera, sino que muchos nietos ya no saben nada de la tierra de sus abuelos. Si han crecido en Madrid, qué coño les va a importar un pueblo perdido de Sanabria. No un pueblo perdido, el último pueblo, donde se acaba la carretera. Ni les interesa ni quieren saber nada de eso.
– Algunos de los personajes solo se interesan ya después de muertos.
– Sí, sí. Y luego narrativamente, cuando construyes una novela, no tienes que pensar solo en la historia que quieres contar, sino también en la estructura. Si mi idea es sorprender al lector con una historia real, es bastante más fácil si los propios protagonistas no la conocen y se sorprenden también. Entonces, eso es un recurso creativo que suele funcionar bastante bien: acompañar al protagonista en sus avances y en sus descubrimientos.
– ¿Siente que también transmite el abandono que sufre ahora esta provincia, que el territorio se va quedando para los muertos?
– Sí, es que es una novela que, si tú quieres, tiene muchas lecturas. Es verdad que, por las circunstancias que tiene la provincia de Zamora, hay pueblos que se van a morir. De eso también se habla. He ido mucho por la zona para preparar el libro, y es cierto que Sanabria en invierno está muerto. No es el tipo de muerte divertida al que me refería antes, pero es una realidad que vivimos: la despoblación y la desaparición.
– ¿Había ido mucho a Sanabria en invierno o ha sido también un descubrimiento?
– No, sí que había ido. En general, Sanabria es una tierra que a mí me gusta bastante y he estado en muchos momentos. Lo que es cierto es que, cuando empecé a escribir la novela, empecé a ir más y con otra intención.
– ¿Y cómo ha sido el proceso de documentación?
– En realidad, ha sido 100% desde la biblioteca. Por suerte, en Zamora, tenemos una biblioteca y un archivo que son buenísimos. Yo trabajo mucho mejor aquí que en Madrid, porque es todo muy accesible y cuenta con un sinfín de recursos. Luego, gracias a Internet y la hemeroteca he podido hacer las cosas también desde la distancia. De hecho, esa primera parte duró más de lo que yo esperaba, porque empiezas a tirar de un hilo tan interesante que no puedes parar. Yo sabía que el tema de la tragedia de Ribadelago iba a ser solo una parte de la novela, pero me pareció tan interesante todo lo que empecé a encontrar que fue algo súper revelador para mí. Había muchas cosas que no sabía y algunas fueron muy dolorosas. Por ejemplo, que cuando toda España se volcó en mandar alimentos hubo gente que hizo que no llegaran. Fue un viaje emocional bastante curioso. Y luego, claro, como me había pasado de tiempo con el proceso de documentación, me retrasé también en la entrega de la novela. Le tuve que pedir al editor tres meses más.
– También ha utilizado el sanabrés en varias ocasiones dentro de la novela. ¿Estaba familiarizada con este habla?
– No estaba nada familiarizada, pero con eso también, por suerte, en la biblioteca tenemos muchos diccionarios, hay mucha documentación sobre el sanabrés. Sí que es cierto que, durante la pandemia, como no teníamos nada que hacer y estábamos encerrados en casa, se me ocurrió sacarme el título de asturiano. Pero claro, no es lo mismo.
– ¿Esta cuestión del habla también forma parte de lo que va cayendo en el olvido?
– Sí. A mí eso me parecía importante por lo mismo. La gente de Madrid, y digo la gente de Madrid porque los protagonistas son de allí por algo, qué coño va a saber que existe el sanabrés y qué coño le va a preocupar. Para mí era importante dejar constancia de que Sanabria no es solo una tierra bonita, mágica, legendaria, histórica o abandonada, sino que también tiene una cultura muy rica con una lengua propia.
– ¿En sus futuros proyectos literarios permanecerá esa inquietud por llevar las historias a Zamora o esto ha sido una excepción?
– No es una excepción. Todos los escritores escriben sobre sí mismos, por mucho que te inventes El Señor de los Anillos. Al final, estás tocando temas que a ti te preocupan y tratando asuntos que te interesan. En mi proyecto más próximo, Zamora no va a tener un protagonismo tan grande, pero más adelante estoy segura de que sí. Al final, Zamora es también una tierra muy rica culturalmente y muy sorprendente. Es única y te lo pone muy fácil para crear.