La explosión de granizo que destrozó 80.000 plantas de tomate de Aliste en veinte minutos: «Esto parece un campo de espárragos»

Rafael Caballero, de la cooperativa Campo Aliste Selección Gourmet, manda un SOS a nivel institucional para pedir "una ayuda directa o algún tipo de crédito blando" | Las pérdidas afectarán a la contratación prevista para estos meses

por Manuel Herrera

El día ya venía torcido, con «la formación de capas nubosas» en el cielo a medida que pasaban las horas, pero la explosión llegó a las siete de la tarde. «Empezó con cuatro gotas de agua e inmediatamente pasó a un granizo con un diámetro medio superior a un centímetro. En veinte minutos sucedió todo». Rafael Caballero trata de transmitir con palabras la virulencia de la tormenta que golpeó este miércoles a una parte de la comarca de Aliste. Fue poco tiempo, pero suficiente para descargar cincuenta litros por metro cuadrado y arrasar toda la tierra que este vecino de San Vitero tiene en la localidad de San Cristóbal, a cinco minutos en coche.

Rafael destaca que la tormenta disparó casi todo «en forma de piedra» y señala a su alrededor para exhibir las consecuencias ante el visitante. La tierra de este miembro de la cooperativa Campo Aliste Selección Gourmet está llena de plantas de tomates. El día 26 de junio a las seis y media, los tallos levantaban medio metro del suelo; unos minutos después, apenas emergían de la tierra. Casi un día más tarde, y a pesar del sol de justicia que regresó tras «el reventón», todavía hay zonas anegadas en uno de los epicentros del desastre.

La tierra de Rafael es una de las once que dan forma a esta cooperativa alistana para la venta de tomates gourmet. Aquí, las plantas se dejan al aire, sin protección, y se cuidan «con un modelo muy artesano». El granizo del miércoles golpeó a siete de esos terrenos, a los ubicados en Ceadea, Rabanales, Grisuela y el municipio de San Vitero, incluida la localidad de San Cristóbal. Los cálculos iniciales hablan del destrozo de 80.000 plantas, aproximadamente el 80% del total.

Rafael en solitario cuenta con 24.000 de ellas, cerca del 25% del total de la cooperativa, y en su caso el granizo ha sido devastador. «Ha destrozado la planta. Estamos en la primera floración y no ha quedado ni una sola hoja, solo se ve el tallo. Ahora, esto parece un campo de espárragos«, resume gráficamente el productor, que explica que la piedra ha roto las guías de crecimiento: «Aunque haya algún rebrote, como mucho podremos quedarnos en un índice de recogida del 20%», estima.

El cooperativista alistano camina entre sus tierras, hunde las botas en el barro, se agacha a comprobar el estado de algunas plantas y mira el entorno con una pena calmada. No hay rabia, solo resignación. «Es difícil calcular el perjuicio económico. Aquí hay muchos días de dedicación. Piensa que en una finca como esta, entre el esfuerzo personal, los empleados que ahora hay trabajando y demás, llevábamos el equivalente a 500 jornadas a las espaldas», apunta Rafael Caballero, que recuerda en su reflexión uno de los puntos clave de la cuestión: el tomate genera contratos, aunque sean temporales, en una comarca donde todo escasea.

Rafael Caballero muestra una de las plantas dañadas. Foto Emilio Fraile.

Los puestos de trabajo en una zona despoblada

«En nuestra cooperativa, cada cual contrata en función del tamaño y de las necesidades de su explotación», subraya el productor, que da sus cifras particulares: «Yo, en concreto, para la fase de guiado, recogida y poda, tenía calculado que serían nueve o diez personas. Luego, hay otro proceso de clasificación y selección en el que estimaba quince más. Para un entorno rural, con una densidad de población tan baja, 25 puestos de trabajo son una oportunidad», argumenta Rafael.

En este punto, conviene poner en contexto la realidad particular de San Cristóbal de Aliste, el lugar donde se ubica la tierra desde la que habla el cooperativista: «En invierno, habrá entre 25 y 30 habitantes estables», calcula el productor, que tira habitualmente de mano de obra procedente de las localidades de alrededor y que, para esta campaña, estaba en conversaciones para incorporar a otras personas a través de proyectos de integración social. La iniciativa que comparte con sus diez compañeros funciona desde hace tres años, e iba arrancando.

«Ahora, evidentemente, las previsiones de contratación han de modificarse», concede Rafael, que confía en que esto sea «solamente un tropiezo en el camino». «Lo que pasa es que para el pequeño agricultor que se ha incorporado a modo de experiencia para este año, un revés de este tipo desanima. Es difícil encontrar a gente que se atreva, incluso para una plantación de prueba de 4.000 o 5.000 ejemplares, así que me da más miedo el desánimo que pueda haber inducido esta experiencia que el impacto económico directo en sí, que ya es muy significativo», desgrana.

Estado en el que quedaron las plantas tras la granizada. Foto Emilio Fraile.
Estado en el que quedaron las plantas tras la granizada. Foto Emilio Fraile.

El propio Rafael es consciente de los riesgos que implica su proyecto, siempre dependiente del tiempo y, en particular, de circunstancias sobrevenidas como las de la tormenta del miércoles, pero reivindica «la oportunidad» que representa el tomate para la comarca a pesar de todo: «Es un producto de calidad y las condiciones de nuestro suelo, con un ph ácido, con una base arcillosa y con unas temperaturas medias elevadas por el día y más frescas por la noche, dan unas particularidades excepcionales», recalca el cooperativista.

No en vano, el tomate «gourmet» que nace de pueblos como los ya citados y también de Figueruela, Pobladura, Palazuelo, Sarracín, Riofrío o San Martín del Pedroso se vende en los grandes mercados a un precio aproximado de siete euros el kilo. Los frutos de Aliste alcanzan ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao o Málaga, pero también han cruzado las fronteras nacionales para llegar a Francia. «Solemos recoger y comercializar entre finales de agosto y finales de octubre», aclara Rafael, que admite que, en 2024, los clientes tendrán que comprender que el volumen será muy inferior.

Una petición de ayuda

A la vista de este escenario, lo que lanza ahora el representante de la iniciativa alistana es «un SOS a nivel institucional». «Planteamos si se puede abrir una línea de ayuda directa o de crédito blando para intentar capear la dificultad», desliza Rafael Caballero, que reconoce que algunas plantaciones carecían de seguro. Entre ellas, la suya: «No me dio tiempo por una cuestión de fechas», aduce, antes de apostillar: «Todavía tenemos que organizarnos un poco para llegar al modelo de gestión que queremos».

Desde luego, en su caso, la apuesta por esta vida es evidente. Nacido en San Cristóbal, Rafael trabajó durante 35 años en Madrid dentro del mundo de la consultoría. Hace cuatro regresó a Aliste, «ilusionado» con el proyecto y «con una involucración total y directa»: «Allí, mi empresa sigue funcionando, pero mi sitio es este», advierte el productor de tomates, con la mirada alta y puesta en el Camino del Sierro, como se conoce a este paraje. Instantes después, se limpia las botas con agua, echa un último vistazo y se va. Por lo menos, ha escampado. A partir de ahí, la cosa solo puede ir a mejor.

Rafael Caballero, entre las zonas anegadas de sus plantas de tomate en San Cristóbal de Aliste. Foto Emilio Fraile.

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