En mayo del año 2018, el Zamora Club de Fútbol presentó una campaña pública para tratar de obtener los 200.000 euros que necesitaba de forma inminente para abordar los pagos a sus acreedores. Los problemas en la gestión y la deriva arrastrada durante las temporadas anteriores habían puesto al club al borde del precipicio, y aquella crisis institucional pillaba además a la entidad en su peor momento deportivo en veinte años: encallado en la mitad de la tabla del grupo VIII de Tercera División.
El escenario obligó a la directiva dirigida entonces por Didia Liedo a plantear varios escenarios para tratar de evitar la desaparición: de la implicación directa de los socios a la búsqueda de un patrocinador en forma de salvavidas pasando por la que se antojaba como la opción más viable y la que finalmente se ejecutó: la conversión del club deportivo en una sociedad anónima y la entrega de las llaves de la entidad a la empresa que tuviera a bien hacerse cargo de la deuda y reflotar lo que con el modelo de entonces se estaba hundiendo.
Aquel contexto es importante para entender por qué un hombre como Víctor de Aldama, junto a Alfredo Ruiz Plaza y el resto de añadidos del Grupo Vivir, llegó al Zamora Club de Fútbol con todas las puertas abiertas. La disyuntiva era, básicamente, entregarle la entidad a él o a alguien como él o avanzar hacia el final del camino. No había escapatoria. Y, en ese escenario, los socios eligieron la única senda que conducía a la continuidad, la que ha seguido el Zamora durante el último sexenio: de junio de 2018 a junio de 2024.
Y resulta que, de algún modo, ese camino ha sido circular. De Aldama llegó a Zamora con un proyecto en la ruina por culpa de la deuda y se marcha ahora de una entidad rescatada a última hora por otro grupo empresarial que ha aparecido para resolver los problemas económicos, causados esta vez por la situación judicial del propietario. Desde la óptica del aficionado, poco importa el motivo. En 2018, vio cerca el final y, en 2024, ha vuelto a toparse con esa angustia. En ambos casos, bala esquivada. O eso parece.
El 22 de junio de 2018
Pero, de vuelta a los inicios, conviene señalar que justamente este 22 de junio se cumplen seis años de la asamblea extraordinaria en la que el Grupo Vivir halló el beneplácito del socio para hacerse con el control de la entidad. Ahí empezó un camino marcado, primeramente, por la ambición deportiva y por una sensación de solvencia económica más que sobrada para la categoría. De Aldama y Ruiz Plaza prometieron y cumplieron; pagaron, mejoraron la plantilla y afrontaron un curso 2018-2019 con el ascenso entre ceja y ceja.
La percepción generalizada entonces era que los estándares de exigencia habían cambiado. La prueba más evidente fue el despido de Carlos Tornadijo a las primeras de cambio en aquella temporada para traer al entrenador que ha sido, sin duda, el eje de la acción deportiva de este sexenio en el Zamora Club de Fútbol, con el permiso de César Villafañe. La contratación de David Movilla empujó a un equipo que zarandeó al resto de los rivales del grupo VIII para plantarse en el play off y competir por un lugar en Segunda B.
Aquella fase de ascenso salió torcida para el Zamora, con las derrotas ante el Haro y el Alcobendas, pero el Grupo Vivir, con De Aldama cada vez más presente, no reculó, a pesar de los temores de la afición, que por entonces dudaba de la voluntad de aquellos empresarios por quedarse atascados otro año en Tercera. Lo cierto es que la propiedad apretó para evitar ese pozo, e incluso peleó por la plaza dejada por el Reus en Segunda B. Finalmente, el Andorra se quedó con ese lugar.
Sin embargo, lejos de renunciar por la vía deportiva, el club redobló la apuesta con más fichajes y más peso para Villafañe y Movilla. Mientras, los extraños patrocinios y las apariciones de Aldama como cónsul honorífico de países lejanos fueron surgiendo como pistas que nadie por entonces quiso destacar demasiado. Lo del campo primaba.
En aquellas, llegó la pandemia, pero la plantilla del curso 2019-2020 supo sortear todos los escollos. El equipo ascendió a Segunda B por la vía particular del enfrentamiento con el resto de los equipos punteros de su grupo y se plantó en la categoría de bronce en el año de la reestructuración. En paralelo, el club fue completando su proceso de conversión a SAD y De Aldama fue consolidándose como dueño plenipotenciario, lo que dio lugar a algunas salidas de tono que se hicieron más visibles con sus enfados y con los malos resultados del equipo.
Los reveses deportivos
Pero en la 2020-2021 poco hubo que lamentar en el césped. El Zamora CF alcanzó la nueva Primera Federación y se quedó a dos pasos del ascenso a Segunda A en el play off de Almendralejo. Tres años después de acabar noveno en el grupo VIII de Tercera y de estar a punto de echar la llave, el equipo rozó su techo histórico. Parecía que el proyecto iba lanzado, pero lo del campo se torció al año siguiente. La 2021-2022 se llevó por delante a Movilla en noviembre, condujo a Aldama a varias excentricidades por la defensa de su «hermano» Villafañe, el director deportivo, y concluyó con el Zamora en Segunda Federación. No en la casilla de salida, pero lejos del objetivo ambicioso marcado en su día.
En ese momento, el Grupo Vivir y De Aldama ya habían acometido diversas intervenciones en el estadio para mejorar las instalaciones, un tanto que cabe atribuir a estos empresarios, más allá de lo que sucediera después. Ahí están los vestuarios, los banquillos, los marcadores y otra serie de actuaciones menores. Lo que ocurre es que lo que hasta entonces parecía un chorro ilimitado de dinero empezó a gastarse. La plantilla de la 22-23, con Yago Iglesias a la cabeza, fue la primera en sufrirlo.
En noviembre de 2022, el propio Víctor de Aldama admitió que el club le debía una nómina a la plantilla. Mala señal. El dueño repartió culpas a diestro y siniestro, exigió apoyo a la ciudad y a la afición y dejó una frase reveladora: «No sé si queréis que me canse y me marche». En aquella comparecencia, el presidente del Zamora también apuntó a los medios de comunicación y exhibió un tono preocupante desde el punto de vista institucional, más allá de la mera educación: «Si viene alguien con dinero, le dejaré entrar en el club».
No vino nadie. O al menos no entró. El Zamora CF navegó por aquella campaña con dificultades de toda índole hasta acabar por estrellarse en la primera ronda del play off. Las semanas posteriores fueron un anticipo de lo que vendría meses más tarde, con las dudas sobre la continuidad de Aldama en primer plano y la incertidumbre en torno al proyecto deportivo, pero al final el empresario madrileño rompió el silencio, regresó a los clásicos, contrató a Movilla y anunció una temporada prácticamente de ver qué pasa. Eso sí, con una plantilla indudablemente hecha para subir.
El caso Koldo y el amor propio de los trabajadores
Este último curso, el 2023-2024, ha estado marcado por la ausencia del presidente. Siempre presente de fondo, pero casi nunca en primer plano. Y menos aún, claro, cuando estalló el caso Koldo. El escándalo le salpicó de lleno, provocó su detención y desembocó en una congelación de sus cuentas que, en la práctica, implicaba un secuestro de las del Zamora CF. Es lo que ocurre cuando el dueño es el club: lo que le pasa al propietario condiciona directamente la deriva de la entidad. Para lo bueno y para lo malo.
Por eso, durante los últimos meses transcurridos desde febrero de 2024, el Zamora CF funcionó solamente por el empuje de sus trabajadores: los de la plantilla y el resto. Espoleados por una profesionalidad ajena a lo demás, los empleados apretaron en el campo y fuera, y la entrega tuvo premio. El 2 de junio, en Matapiñonera, con Víctor de Aldama presente, el equipo rojiblanco ascendió a Primera Federación. Eso sí, ese mismo día, se inició una cuenta atrás de 28 días para pagar todo lo adeudado y evitar un descenso o algo peor.
La euforia por el ascenso y la celebración en unas calles atestadas se fue transformando en preocupación con el paso de los días sin noticias. Fueron casi veinte jornadas de silencio, hasta que finalmente, este jueves, se anunció la decisión de Víctor de Aldama: tocaba vender. En su situación actual, aún inmerso en un proceso judicial que puede ser largo, resultaba difícil pensar en otra salida que no implicase arrastrar al Zamora CF con él. Era el final de su sexenio al frente del club.
El traspaso de poderes deberá hacerse efectivo a principios de la próxima semana, para que su desvinculación sea total y el club abra una etapa con un nuevo propietario que esta vez no han decidido los socios, sino el propio Aldama o las circunstancias. Depende de cómo lo vea cada cual. Nuevamente, el cambio de manos responde más a la necesidad, y la llegada de la familia Ruiz de Lopera implica un rescate casi en el descuento, cuando el agua alcanzaba el cuello. Ese es el punto de partida, a la espera de lo que pueda venir.
Declaraciones de la futura propiedad en Onda Cero
La cabeza visible del conglomerado empresarial que debe de hacerse con el control del Zamora de forma oficial próximamente es Javier Páez, que este viernes habló para Onda Cero y deslizó algunas de las ideas clave de su proyecto. El dirigente puso como ejemplo al Villarreal, como modelo al que mirar desde una ciudad pequeña, y aseguró que la idea era resolver las deudas cuanto antes para confeccionar una plantilla. Hasta ahí, lo esperado.
En lo deportivo, Páez dio algunas pistas, como la posible renovación de ocho o nueve jugadores, y dejó claro que resulta poco probable pensar en la continuidad de David Movilla como entrenador: «A lo mejor, no vemos que sea lo más factible», concedió. Más amable fue el mensaje hacia los trabajadores de la entidad, a quienes sí les abrió la puerta. Además, el empresario andaluz confirmó que su idea es contar con alguien de la ciudad como hombre de confianza aquí.
Por ahí van los tiros, aunque todavía queda que todo se cierre. «Esta semana iremos por allí», anunció Páez en Onda Cero. Ese desembarco será el principio de la nueva etapa y el final de la zozobra de los últimos meses de la era De Aldama. A partir de aquí, todo está por escribir.