Entre las ocho y las nueve de la noche del 15 de junio de 2022, sin que pueda precisarse exactamente el momento exacto, se inició el fuego que quemó la Sierra de la Culebra. El que marca, junto con el de un mes después, la memoria colectiva de la provincia. El que «de no ser porque el sábado refrescó, llega hasta Cantabria». El que motivó un movimiento social en la provincia que tardó menos que el propio fuego en apagarse y del que queda solo el empuje de un pequeño grupo de personas.
El fuego se inició entre Sarracín de Aliste y Ferreras de Arriba, cerca de un lugar que en pueblo se conoce como Castro El Castrillán. Vio sus primeros momentos el alcalde de Riofrío de Aliste (ayuntamiento al que pertenece Sarracín), Germán Matellán, que en aquellos momentos, recuerda, se encontraba por la zona con otras diez o quince personas a las que sorprendió una tormenta seca, con muchos rayos y sin nada de agua. «La gente dice que fue un rayo, pero fueron muchos, te lo digo yo, que lo vi».
Recuerda Matellán, que se encontraba en la parte más baja del monte, que uno de esos rayos cayó «casi en los pies nuestros» y prendió unos rastrojos. «Lo apagamos con una botella de agua que llevábamos a mano», pero vinieron muchos rayos más. «Muchos, muchos, y mucho viento. Casi nos quedamos atrapados». Alguno de esos rayos fue a caer más arriba, en el pinar, «y comenzó un incendio de copas que ya no se podía apagar».
– ¿Cómo lo recuerda?
– El infierno. El infierno. No sé cómo salimos de allí siquiera, pasamos ya por una tierra quemada, el coche salió con todas las ruedas quemadas. Salimos de milagro.
Esto fue un miércoles, recuerda el alcalde, que fue cuando llegaron los primeros medios de extinción. «Ha habido muchas quejas, pero yo creo que el operativo no fue malo. Te lo digo de verdad, porque lo que pasó aquí había que verlo para creerlo. Tuvimos mucho miedo». El jueves el fuego avanza, aunque nada hacía prever lo que pasó esa tarde. «Cambió el viento y en unas horas quemó la sierra de Ferreras a Mahíde».
Lorenzo Jiménez, el que entonces era alcalde de Villardeciervos, toma constancia del fuego ya el jueves, una vez empieza a vislumbrarse el peligro que existe. «Parecía que no iba a llegar al pueblo, que estuviéramos tranquilos…», pero llegó. De hecho, Villardeciervos recibió el viernes de madrugada a los vecinos de Mahíde y de San Pedro de las Herrerías, desalojados de sus pueblos por el peligro de las llamas. «Me llamó la delegada», entonces Clara San Damián, «justo a las cinco de la mañana, no se me va a olvidar nunca. Estuvieron en el pueblo unas horas. A las 12.30 del viernes volvió a cambiar el aire y es cuando desalojan Villardeciervos», con los vecinos camino al pabellón de Camarzana de Tera.
Jiménez recuerda la incertidumbre entre los vecinos del pueblo y la resiliencia de la gente mayor, los más colaborativos. «Llegaban, escogían un sitio, se sentaban, sin hacer ruido, sin molestar. Los más jóvenes, los de 40 ó 50 años, ya era otra historia, había más quejas por el sitio. Pues mira, macho, vete a un hotel, esto es lo que hay». El exalcalde recuerda las conversaciones entre vecinos, los «bulos», ahora tan de moda, que decían que se había quemado tal casa o tal otra. «El sábado por la mañana cogí el coche y fui al pueblo, no me querían dejar pasar pero pasé. Estaban las ovejas pastando lo que podían, algún animal más, las casas bien. No pasó nada, el pueblo se salvó. Eso tranquilizó mucho a los vecinos», recuerda ahora Jiménez.
El movimiento social
Días después del primer incendio, miles de personas salieron a la calle en Zamora para protestar contra la gestión de la Junta. Después del segundo incendio, paradójicamente, fueron menos. «Pasa lo que pasa siempre. Aquellos días estaba todo el mundo muy enfadado, pero el tiempo pasa y todo se tranquiliza», asegura Lucas Ferrero, presidente de la asociación La Culebra No se Calla. La conciencia queda en algunos pueblos afectados, pero el espíritu de la movilización se perdió rápido en el grueso de la sociedad.
El colectivo se encarga ahora de intentar repoblar el bosque (llevan plantados alrededor de diez mil árboles en colaboración con viveros El Tomillo) y organiza actividades de recaudación de fondos, como el concierto del año pasado y el que se organizará a comienzos de julio de este año. También se encarga el colectivo de protestar por otras cuestiones que afectan a los vecinos de la zona, como el mal estado de las carreteras. «La gente te dice que sí, que está bien lo que hacemos, pero al final nadie se implica», lamenta Ferrero.
Al contrario de lo que dicen los alcaldes, Lucas Ferrero sí ve fallos en el dispositivo antiincendios, al que vio «lento» y «errático en algunos momentos. Si no llega a ser porque el domingo refrescó, este incendio llega a Cantabria. Yo estaba esa tarde en la nave, con mi padre, y vimos caer los cuatro o cinco rayos que iniciaron el incendio. Se prendió enseguida porque estaba todo seco. Y se tardó en actuar».
La Culebra No se Calla atisba «mucha resignación» en los pueblos afectados por los incendios de hace ahora dos años. «Hay gente que no quiere ni hablar de ello, que dice que lo pasado, pasado está» y quiere seguir adelante. «Otros creemos que no, que hay que seguir porque aquí se hicieron muchas cosas mal y hay que buscar responsables». Entre los primeros, muchos pastores, que están ahora «mejor que nunca», con el monte «limpio y con hierba para aburrir porque ha llovido mucho».
Dos años después, aún queda madera por sacar, aunque la sierra ya verdea y los expertos hablan de una regeneración natural satisfactoria. «De aquí salió tanta madera como sale de toda Castilla y León en un año», aseguran desde Medio Ambiente. Cuando acabe el verano comenzarán las labores oficiales de repoblación del monte, que se intentará que cuente con especies más resistentes al fuego y con una menor densidad de masa forestal para controlar el avance de las llamas en un hipotético segundo incendio. También se reducirá el número de árboles en las cercanías de los pueblos para acabar con lo que había antes, «con el bosque metiéndose casi hasta la plaza». Planes de futuro para una zona que es parte de la historia más triste de la provincia.