Bajo el escenario del Teatro Principal, justo a los pies de las personas que se sientan en la primera fila de butacas, hay una escalera que conduce a los camerinos, a las entrañas que se esconden bajo las tablas. Allí, en una sala amplia de uso múltiple, un grupo de personas prepara uno de los ensayos finales de una obra. Todos son amateurs, pero van en serio. Incluso, tararean la música y cantan las canciones que deberían conducir el desarrollo de la representación. Luego, se sonríen, se miran cómplices y retoman el texto. Hay ganas de hacerlo bien, de perfeccionar la actuación; pero no se percibe tensión entre ellos. Eso queda para otras cosas de la vida.
Pasados unos minutos, aparece el director. Su nombre es Cándido de Castro, y su inquietud en ese momento tiene que ver con la cercanía del estreno. El responsable del elenco repasa en voz alta los horarios de los últimos ensayos, consulta algún detalle y señala hacia arriba, donde se encuentra el escenario: «Vamos, que hay un tomate del copón», advierte. Sobre sus cabezas, espera una prueba decisiva. Es miércoles y quedan unas 50 horas para la primera representación de «¿Que cuántos años tengo?».
Esa obra es el producto de dos temporadas de emociones puestas en común dentro del «laboratorio» que se ha creado en el Desván del Principal. Ese es el nombre que recibió, hace ya año y medio, el taller de teatro para jóvenes mayores de 65 años, una iniciativa que tendrá continuidad a partir de esta representación, pero que se detendrá durante el 14 y el 15 de junio, a partir de las 20.30 horas, para mostrarle al público las vivencias de sus miembros «pasadas por la batidora».
Los participantes en el taller llevan muchos meses compartiendo su intimidad en este pequeño rincón, y ahora están a unas horas de sacarla fuera: «Esto es, como dice la publicidad, un canto al valor de ser mayor», explica Carlos García, que en su día fue ginecólogo y que ahora organiza su agenda en función de los ensayos para representar esta obra que se ha perfilado en los dos últimos meses. Junto a él, María González, siempre enfermera, a pesar del retiro; y Carmen Núñez, profesora de Educación Física en su momento y siempre vinculada al deporte, hablan de teatro y de emociones.
De eso va el taller, de eso va la obra: «Como puedes ver, todos somos mayores», recalca el médico, que advierte que la vejez no es sinónimo de dejar a las personas «apartadas, arrinconadas». Esta representación, de hecho, pretende utilizar la gasolina sentimental del elenco para mostrarle a la sociedad que sus miembros aún sirven: «Cándido ha ido escarbando y sacando de nosotros absolutamente todo. Ha rescatado nuestras emociones», abunda Carmen, mientras María subraya que en las tablas se verán «las querencias y la vida» de cada uno.
Pero la obra es solo la punta del iceberg. Lo demás vive sumergido en el interior de un grupo que arrancó con timidez hasta convertir a sus miembros en familia: «Candi nos ponía una serie de deberes. Por ejemplo, nos pedía que escribiéramos algo sobre la soledad para luego leerlo, pero con experiencias personales nuestras», recuerda Carlos, antes de que María apostille: «También hemos hablado de las etapas de la vida, de nuestra gente; del sentimiento puro». «Y de la sexualidad», susurra Carmen.
Lo que inicialmente no sabían los miembros del taller es que todo esto iba a dar forma a un texto y a una representación: «Ha cogido nuestros escritos, nuestras vivencias, lo ha metido todo en la coctelera y de ahí ha sacado el argumento», aclara Carlos. Todo ello, bajo el hilo conductor de un poema de José Saramago. A partir de ahí se generan siete escenas en las que también se abordan circunstancias como el duelo, inevitable en la vida, o el paso del tiempo, la vejez.
Hacerse mayor
¿Y eso cómo se lleva? «Hay que aceptar que te haces mayor con la mayor naturalidad posible», apunta Carlos, mientras una de sus compañeras ríe al hablar de esto: «A mí, mi hijo me dice: Carmela, creo que estás envejeciendo sin madurar. Y pienso que tiene mucha razón. Todavía no me he parado un momento a pensar en ello. Solo algunas veces me planto ante una cuesta y me digo: esta ya no la subes. Pero por lo demás sigo igual», reflexiona la profesora de Educación Física, y añade: «Todavía podemos haceros muchas trampas a los jóvenes y ni os enteráis».
En realidad, queda mucho por hacer, un camino que trazar, y no siempre encarrilado. En ocasiones, la vida te conduce por otros senderos. Por ejemplo, a Carlos García, el taller le ha llevado por otra vía en lo social: «He cambiado en mi forma de relacionarme con la gente. Antes era mucho más introvertido y ahora me importa todo tres puñetas. Esto me ha servido para ser yo mismo», asegura el miembro del taller. Carmen le responde: «¿Tú crees? A mí me ha servido para encontrar una nueva familia y para saber cómo sacar adelante las emociones. Aquí hemos hablado de cosas que ni los nuestros sabían».
Y de ahí, al teatro. «Va a ser mi primera vez», constata Carlos, mientras su compañera María incide en la intensidad de los ensayos en las últimas semanas: «Y luego por la noche, pensando y estudiando». Aún así, Carmen dice no sentir nervios como tal, simplemente percibe que está «enfermando de todo». «Será así con esto, ya te contaremos el día después», apunta la más dicharachera de un grupo en el que diez personas se interpretarán a sí mismas sobre las tablas del Principal, mientras otras cuatro o cinco aparecerán también en momentos puntuales.
Carmen habla del día después. Y a eso responden para terminar: ¿esto seguirá? «No lo podemos romper», advierte la propia profesora, al tiempo que su compañero Carlos ya habla de una escuela de verano y asegura que el director de la aventura ya tiene muchas cosas preparadas: «Cándido es una mente inquieta y nos lo quiere transmitir», remata María.
Cuando la conversación concluye, todo sucede arriba: la preparación de la escena, los juegos de luces, los ajustes del director, las interpretaciones de los jóvenes mayores del taller… Y de fondo, las emociones rescatadas de unas vidas que continúan y que, este viernes y este sábado, derramarán su esencia sobre el piso del Teatro Principal.