Ya ha pasado la hora de la comida, pero algunos de los residentes de La Natividad prefieren el sol amable de la terraza a la siesta en el interior. La primavera todavía permite estos lujos, a la espera de un verano que exige otros horarios para evitar la exposición a un calor insoportable. Centrados en el presente, en una tarde incipiente de miércoles de primeros de junio, estos mayores del centro ubicado en Roelos de Sayago respiran el aire del jardín, cantan para la visita, recitan coplas aprendidas en Fermoselle o en otros pueblos de la zona y rompen la quietud del pueblo.
Solo cuando los rayos emergen un poco más de la cuenta entre las nubes, los trabajadores de la residencia colocan a los usuarios en la sombra. Varios ya no se valen por sí mismos, pero conservan el humor, que no es poco. Su carácter dicharachero llena la parte exterior de un centro ubicado en el corazón del pueblo e integrado, por tanto, en su día a día. En este lugar, viven de continuo 32 personas, más de un 20% de los 149 censados en Roelos, aunque alguna vecina señala que, en invierno, hay bastantes menos en el resto de la localidad. Y la tendencia no parece ir hacia arriba.
No es un secreto para nadie. La provincia en general, el oeste en particular y Sayago más en detalle son lugares que pierden gente y que envejecen. El propio ejemplo de Roelos basta para contar esta historia: un 48% de sus vecinos tiene más de 65 años, un 30% de ellos pasa de los 80; solo un 4% está por debajo de los 20 y la población ha caído un 15% en los últimos 25 años. Y eso que, en ese tiempo, se ha abierto la residencia, una circunstancia que siempre ayuda a la hora de sujetar población.
De hecho, los centros para mayores no solo deben ser concebidos como lugares para que los vecinos que quedan en los pueblos puedan vivir cuando ya no tienen la capacidad para valerse por sí mismos en sus casas, sino que sirven como auténtico «motor económico y de vida» para las localidades. Así lo ve la directora de La Natividad, Tránsito Navarro, que acumula años de experiencia en el sector y que, desde hace unos tres años y medio, está al frente de esta residencia gestionada por una fundación adscrita al Ayuntamiento.
«Esta es la mayor empresa del pueblo con diferencia. Estamos pagando 17 nóminas de gerocultores, terapeutas, enfermeros, médicos, fisioterapeutas, cocineros…», enumera Navarro, que lamenta que el funcionamiento de ese motor se vea lastrado, aquí y en otros pueblos de la contorna, por «la falta de mano de obra». «Estamos en un pueblo a 50 kilómetros de la capital y no encontramos gente», asegura la directora del centro, que incluso se afana por ayudar a la población del entorno a que cumpla las exigencias formativas de las residencias para poder contratar.
Esa tarea se centra en los gerocultores, que suelen ser gerocultoras y que básicamente realizan las labores de un auxiliar de enfermería, pero dentro de los centros para mayores: «Intento ayudarles en el proceso e ir cubriendo las plazas cuando necesitamos», insiste Navarro, que considera que existe un factor clave que explica este problema, más allá de la falta de personas en edad de trabajar por estos lares: «No se encuentra vivienda, y eso se debería tener en cuenta desde las instituciones».
La directora de La Natividad explica ese punto: «Yo entiendo que viste más tener una piscina, pero puedes intentar buscar un remanente para crear diez viviendas públicas. Eso te traería población sí o sí, ayudaría a los colegios y a las guarderías y animaría el pueblo. Para mí, este es ahora el gran problema», abunda Navarro, que recuerda que, en centros como el suyo, hay más de un trabajador por cada dos usuarios, una ratio que tiende más a subir que a bajar. Es decir, lo razonable es que, con el modelo que se dibuja en Castilla y León, la cifra de empleados ascienda.
En esa línea, a Navarro le preocupa que las exigencias redunden en más costes para los usuarios y recuerda las pensiones que cobra la gente por estas tierras. Su centro se financia directamente con los pagos de los residentes, que suelen ser «personas de los pueblos de alrededor» y vecinos retornados que habían vivido fuera de Sayago durante su edad adulta y que han decidido regresar para pasar esta etapa más cerca de la cuna. «Para llenar las habitaciones nunca hay problema», constata la directora.
Servicios internos y externos con empresas de la zona
Navarro defiende la «atención polivalente e integral», la importancia de actividades como las que facilita la terapia ocupacional y los servicios externos como la peluquería o el podólogo, prestados en este caso por profesionales ajenos a la plantilla que acuden de manera periódica: «Siempre trabajamos con gente de la zona o de Zamora, también con los proveedores: el que nos trae el agua es de Luelmo, los farmacéuticos son de por aquí…», asevera la directora del centro de Roelos, que ahora también recibirá la visita de una empresa dedicada a las reformas.
Y es que La Natividad ha logrado una subvención que le permitirá darle un lavado de cara al interior de sus instalaciones: «Suelos nuevos y espacios adaptados a la época hacia la que vamos», aclara la directora, que tiene en mente lograr financiación próximamente para habilitar una zona de hidroterapia. La vida se mueve, por tanto, en «la mayor empresa» de Roelos, tras la zozobra del COVID, que afectó más en la residencia en la que Navarro estaba cuando todo ocurrió, la de Villar del Buey.
«Fue muy duro, muy duro. Yo misma estuve ingresada y muy malita, pero pasó y pasó, ya está», resuelve la directora, que lanza un mensaje final para quien se quiera animar a meterse en este mundo de las residencias como nueva aventura laboral: «La formación aquí hay que hacerla durante toda la vida».