La iglesia de Santa Marina, en Villar del Buey, está rodeada de andamios por fuera y llena de plásticos por dentro. En el interior, los bancos han desaparecido del espacio central, las imágenes y las pinturas se han protegido o retirado para evitar posibles daños y, por la estancia principal, uno se topa cada poco con elementos propios de lo que hay: obras. Desde diciembre del pasado 2023, esta edificación de nave única, cabecera cuadrangular y alta torre a los pies, muy modificada a lo largo del tiempo, está en un proceso de lavado de cara por un precio prohibitivo para la parroquia: 136.000 euros.
El coste es alto, pero la necesidad resultaba acuciante: «Había goteras y partes que estaban muy mal», resume el sacerdote encargado de esta plaza, Juan José Carbajo. «No es que el tejado tuviera muchos años, pero la dilatación y la contracción con las temperaturas altísimas del verano y bajísimas del invierno habían ido desplazando las tejas. Hablamos de un tejado removido», explica el párroco, que habla desde el interior de Santa Marina junto a dos de las feligresas de Villar del Buey: Consuelo Pardal y Romina Guerra.
Esta última añade también que, en la salida por la puerta que da al cementerio, las tejas caían de vez en cuando al suelo, con el consiguiente riesgo para los vecinos. En definitiva, había que hacer obra. Sin embargo, conviene recordar que la intervención resultaba prohibitiva para una parroquia como esta, en un pueblo con 229 habitantes censados y con la capacidad económica propia de su tamaño, así que ahí aparecieron el empuje del cura, la implicación del Ayuntamiento y el convenio entre la Diputación y el Obispado.
Lo primero que hizo Juan José Carbajo fue hablar con los suyos. El Obispado le informó entonces de que cabía la posibilidad de acogerse a la línea de financiación abierta merced al acuerdo con la institución civil, aunque no le garantizó plazos: «Decidimos acogernos a esto, porque siempre es mejor, aunque hubiera que esperar un poquito», aclara el cura. En paralelo, la parroquia añadió alguna que otra necesidad al futuro proyecto, como el arreglo de una sacristía con falso techo que también presentaba ciertos problemas.
La solicitud se formalizó poco después de que Carbajo llegara a Sayago, en 2022, y a finales de 2023 las obras ya estaban en marcha. El 50% del coste de los trabajos corre a cargo de la Diputación, mientras que el otro 50% restante se financia desde el Ayuntamiento y la parroquia: «No son partes iguales, cada uno aporta lo que puede», matiza el sacerdote, que apunta que, en el caso que le atañe, el dinero sale de la venta que se hizo en su día de la casa parroquial, una cantidad que el Obispado guarda asociada a cada lugar para el momento en el que «haya que hacer una obra de gran envergadura».
Y así ocurrió. Bueno, así está ocurriendo, porque la obra sigue sin rematar y, en estos momentos, se encuentra parada: «No son trabajos dificultosos, pero tenemos las incidencias propias de estas cosas. Ha cogido la baja un albañil, cuesta encontrar mano de obra y eso nos conduce a parones», señala Carbajo, que reconoce que están en conversaciones con el constructor para ver cómo se puede abordar el asunto.
Mientras el párroco subraya estas cuestiones, Consuelo y Romina indican que esta iglesia ya «cambió mucho su aspecto» hace unos años con otra remodelación en la que, además, se encontró una virgen emparedada en la fachada principal. Ocurrió en 1994, y la figura es una de las que aparecen ahora cubiertas por plásticos dentro del templo. Ahora bien, la patrona es la patrona, y esa sigue siendo Santa Marina, que comparte protagonismo en Villar del Buey con San Blas. ¿Pero, y San Blas? «Lo tenemos en la iglesia provisional», revelan las feligresas.
La adaptación de la biblioteca
Sí, la parroquia se ha buscado la vida para contar con un espacio donde celebrar las misas mientras la iglesia está de baja por obras. Nuevamente con la colaboración municipal, el sacerdote y los feligreses han habilitado como lugar de culto la biblioteca del pueblo, que curiosamente se ubica exactamente en el punto donde antes estaba la casa parroquial cuya venta ha servido para financiar parte de los trabajos en Santa Marina.
Lo cierto es que la adaptación del espacio está muy conseguida. La sala no es muy grande, pero sí suficiente para acoger a los feligreses de misa semanal. Al fondo, contra las ventanas, se ubica el altar con San Blas y San Isidro al lado, los cirios sobre la mesa, el atril a un metro y todo el ceremonial en un tablero auxiliar. En los laterales, claro, muchos libros de distinta índole que asisten ahora como espectadores inertes a la celebración puntual de las eucaristías que Villar del Buey acoge los domingos a las diez de la mañana.
Lo que ocurre con la biblioteca es que «cuando hay una fiesta grande o un funeral, este no es un lugar apropiado». De hecho, para la celebración de San Blas en febrero, el Ayuntamiento contrató una carpa para que sus vecinos pudieran asistir a la misa sin salir del pueblo. Además, cuando toca despedir a alguien no hay más remedio que organizar el acto religioso en Bermillo de Sayago, la cabecera comarcal, que facilita más las cosa dentro del trastorno que puede implicar el traslado para las personas de cierta edad.
Agosto, en el horizonte
En todo caso, lo previsible es que las obras no duren ya demasiado: «Tenemos una boda en agosto y estamos rezando para que todo esté listo», reconoce Carbajo, que ya ha pedido que Villar del Buey sea, además, la última parada de la visita pastoral que va a realizar este verano el obispo por la zona de Sayago: «Viene el 31 de agosto y tenemos confirmaciones», apunta el cura, que pretende que, para el casamiento y la visita del jefe, Santa Marina esté a punto.
Mientras tanto, este cura rural que aún tiene que cumplir los 30 no prevé aburrirse. Carbajo lleva 18 pueblos por esta zona, un número que «siempre es susceptible de crecer». «Con organización», procura dar una misa a la semana en cada localidad y acudir todos los domingos a los núcleos más grandes a la misma hora.
– Tendrá hecho un Excel
– Ya está todo en la cabeza.