Faltan unos minutos para las siete de la tarde en Matapiñonera. En un descuento largo, infinito para el Zamora Club de Fútbol, el Sanse insiste, aprieta, patalea para evitar el destino al que le conduce el 0-1. En la grada visitante, las ganas de oír el silbato se mezclan con la congoja. Todos los de rojiblanco sufren, también los del césped, pero el gol local no llega y el árbitro pita. Se acaba el partido, los hombres de David Movilla son de Primera Federación, y dos tipos de la ciudad se buscan para fundirse en un abrazo.
Uno lleva el «7»; el otro, el «10». Los dos han compartido un esfuerzo interminable en el centro del campo durante las últimas casi dos horas, pero también muchos meses de conversación y padecimiento en esta temporada y, más atrás, años y años de ilusión compartida y de curas para el dolor de las mismas heridas. Sus nombres son Dani Hernández y Carlos Ramos, canteranos del Zamora CF, amigos. Su emoción sobre el campo representa el corazón de un club que llevaba 25 años sin vivir un ascenso con público. Hasta este domingo. Para quien lo siente como ellos, un triunfo que vale toda una carrera deportiva.
En un reportaje realizado a finales del invierno sobre las leyendas históricas y modernas del club, Dani Hernández explicaba de esta manera sus sensaciones en el play off de ascenso a Segunda ante el Badajoz en 2021: «Yo había estado en Castellón, en Vallecas, en Linares, y verme allí siendo el capitán…». Esta vez, ante el Sanse, el «7» volvía a portar el brazalete, con su gente igual de metida, con una categoría inferior como destino, sí, pero con el telón de fondo de un año de impagos y zozobra que convierte este ascenso en un hito para la historia de la entidad.
Y allí, al lado de Hernández, el «10» de Carlos Ramos, y al capitán le cuesta contener las lágrimas al hablar de su compañero: «Cuando ha acabado el partido, he pensado también en él. Tras el descenso hace dos años, se fue con todo el dolor de su corazón. Es mi amigo y sé que le dolió mucho marchar, pero volvió para esto, para ayudarme como él dice, para echarme una mano porque la temporada pasada me dejó solo. Y el abrazo que nos hemos dado es por eso», señala Dani, camino de los 300 partidos con la camiseta del club.
El «7» se acuerda de Carlos, de su gente y de «todos los momentos malos, lo habitual en el fútbol». Pero piensa también en la felicidad, en su boda dentro de quince días: «No podía ir al altar después de perder así una final por el ascenso», destaca el futbolista, que para el momento de las reflexiones ya ha podido abrazar y besar a su pareja. Al entorno, a los que están al lado, temporadas como esta también les hacen padecer. Este domingo, tocó soltar todo el lastre de una campaña con algunos problemas clásicos y otros inéditos.
Pero en esas emergieron la plantilla y la historia de un club con su propia idiosincrasia: «No sabemos hacer otra cosa que sufrir», admite Hernández. El 1-0 que se convirtió en 1-1 en el tramo final de la ida era un resultado trampa; el Zamora, cuando asciende, es porque gana: «Ahora, tenemos que darnos 24 o 48 horas solo para disfrutar. Esto se lo merece mucha gente. Siempre me acuerdo de los que estuvieron en el último partido en Tercera División en el año en el que estuvimos a punto de desaparecer», recalca el capitán.
Siempre con la gente
Esa mirada hacia la afición, aun cuando no había tanta gente en la grada, cuando el equipo estaba «sin cobrar» o parecía que el tren se escapaba, ha llevado a Dani Hernández y a Carlos Ramos, pero también a otros como Parra, a acudir cada domingo después de los partidos a saludar a la gente del público, a hacerse fotos con los niños, a firmar lo que fuera menester y a mantener, en definitiva, ese contacto directo que facilita especialmente que la llama de la ilusión siga prendida en los pequeños.
En Matapiñonera, tras la victoria y el abrazo con Dani Hernández, Carlos Ramos se dirigió hacia la zona donde habían estado los aficionados sin entrada para darles la mano, agradecerles el apoyo y reconocerse «jodido» por todo lo que había sucedido con las entradas. El centrocampista, que descendió también en la 2022-2023 con el Logroñés, acababa de recuperar la categoría en el campo, y lo había hecho al lado de su gente, en su lugar: «Vamos a disfrutar de esto, que nos lo merecemos».