Estadio de Matapiñonera, en San Sebastián de los Reyes; 2 de junio de 2024. Sobre las seis y cuarto de la tarde, un centro de Adrián Mancebo, extremo diestro del Zamora Club de Fútbol, sobrevuela el área del equipo local. La defensa se centra en Cañizo, no se percata de la aparición en el segundo palo de Luis Rivas. El delantero remata solo de cabeza, pero la pica demasiado contra el suelo, no acierta con la portería. Sin embargo, el balón queda muerto dentro del área pequeña, y el mismo canterano rojiblanco se ve solo con la opción de ejecutar. Lo hace con un chut potente, inapelable. Es el 0-1, el gol del ascenso.
En ese mismo instante, agobiados por el calor y la falta de espacio, centenares de aficionados rojiblancos rugen de euforia en la grada. Sobre el papel, en esa zona debería de haber 400 personas; son muchas más. Y no son los únicos seguidores del Zamora que acaban de estallar de alegría por el gol. En varias esquinas alrededor del campo, fuera del recinto, varios grupúsculos, las guerrillas de la hinchada, hacen resonar su voz con el tanto. Son las personas que viajaron sin entrada o con el famoso PDF en blanco.
A todos ellos, la fortuna y la web del Sanse les dieron la espalda en la compra del lunes, pero no se resignaron. Y por suerte para ellos, Matapiñonera es un lugar que ofrece resquicios de visibilidad sin necesidad de acceder al campo. Por eso había rojiblancos en la otra esquina, en el fondo de los pisos donde marcó Luis Rivas, encaramados a una valla en el córner desde el que centró Mancebo y repartidos por cada lugar que ofrecía un campo de visión más o menos amplio. Cuesta calcular cuántos hinchas acabaron por ver el encuentro en directo.
Justo detrás de la portería donde marcó Rivas, ya después de celebrar el ascenso, Fernando Martín y Manuel Hinojosa explican que ellos son dos de esos aficionados que pagaron la entrada, recibieron un documento vacío y no pudieron entrar al estadio. «Pero esto es una pasión, hay que venir con y sin entrada», subraya el primero de ellos, que indica que ambos llegaron a San Sebastián de los Reyes en los autobuses fletados para la causa y con la esperanza de colarse como fuera en Matapiñonera. No pudo ser, pero se las apañaron.
«Hay otra gente que se ha quedado en la otra esquina y ha visto el partido entero al sol», insiste Martín, que mira a la grada para citar a su primo Nando Calvo, el que le «enganchó a esto», y que define así el gol del ascenso, que se produjo a escasos centímetros de él, aunque con una red en medio: «La reventó. Y no fue mano, la tocó con la cabeza», afirma.
Carlos Ramos: «Habrían llenado el campo»
Mientras los dos cuentan su historia, uno de los capitanes, Carlos Ramos, se acerca a ellos. «Estábamos jodidos por el tema de las entradas», reconoce el «10» del Zamora, que tilda de «increíble» la forma en la que la afición se ha volcado con ellos: «Habrían llenado el campo si hubiesen podido», destaca el centrocampista, que menciona en particular a los que viajaron sin entrada: «Se la han jugado a no poder ver el partido y espero que les haya merecido la pena. Esta alegría es lo mínimo que se merecen», concede el jugador.
En la esquina de al lado, aún aferrados a la valla, otros seguidores como Jorge García o Carlos López devuelven el cariño a la plantilla: «Aquí hemos estado 50 o 60 personas. Después de la temporada que hemos tenido, los chavales se lo merecen todo», aseveran los hinchas, que dejan claro su destino inmediato: «Nos vamos para Zamora, que hoy no duerme la ciudad».