En las familias de Teresa González y de Jesús Gutiérrez «Kui», nadie se dedicaba a la producción de quesos, así que no esperen encontrarse aquí «una historia de esas románticas del tatarabuelo» y del aprendizaje generacional. No, estos dos educadores con raíces en Castilla y León realizaron, en realidad, «unos cursos» en la sierra norte de Madrid, «donde se imparten unos talleres pequeñitos y muy puntuales sobre los oficios tradicionales». Como telón de fondo de esa inquietud por aprender, su deseo de abandonar la capital de España; como consecuencia de la formación básica inicial, el nacimiento y la evolución de una quesería artesanal en Vezdemarbán. Y, por el camino, mucho trabajo.
Teresa narra la historia desde el interior de las dependencias de La Dicha Marbana, el nombre escogido para un negocio que se cocinó a fuego lento a partir de finales de 2015 o principios de 2016, se concretó antes de la pandemia y se ha consolidado desde entonces: «Teníamos claro que nos apetecía irnos de Madrid y empezar a trabajar con las manos, abandonar el plano más intelectual», explica esta mujer, que durante el taller de la sierra ya empezó a barruntar la posibilidad de escoger esa vía de los quesos, con un lugar concreto en el horizonte.
«Éramos conscientes de que en el pueblo podríamos contar con el espacio familiar y de que aquí había mucha leche», señala la responsable del negocio, aunque en su momento también se plantearon la posibilidad de desembarcar en la localidad abulense de la que procedía Kui. «Vimos que aquí había más posibilidades, estábamos más a gusto con la casa y con la gente, y por eso nos decidimos», recuerda Teresa, que rechaza los elogios de valentía: «A nosotros no nos dio miedo, porque lo teníamos claro. Fue todo fluido y rápido. La única pega es que se echa de menos a la familia o a las amigas», admite la quesera.
Pero la convicción de empezar de cero en otro lugar pesó más que cualquier otro argumento, y Teresa y Kui comenzaron a darle forma a un nuevo proyecto de vida en Vezdemarbán. Primero, con la rehabilitación de la casa familiar como vivienda y como espacio para la quesería: «Lo hicimos los dos con los vecinos que nos fueron echando un cable. A base de tendinitis, lumbalgia, sudor y muchos madrugones», recuerda ella, que insiste en que todo se ha ido cociendo «a fuego lento». «No nos gustan las prisas», afirma.
Por supuesto, Teresa y Kui no se habían marchado de Madrid para regresar al carril de los agobios: «Incluso, evitamos las subvenciones por ese tipo de exigencias que te marcan, no se adaptan a proyectos así», subraya la responsable de La Dicha Marbana, que recalca el valor de la pausa y del manejo de los tiempos. La consecuencia de esa paciencia es ahora un negocio hecho a su gusto en un hogar nuevamente habitable y que no ha perdido la esencia de esas casas de siempre. El éxito de la calma.
El desarrollo de la idea
¿Y qué es lo que hace La Dicha Marbana? «Pues productos de oveja y de cabra, tanto frescos como madurados», explica Teresa, que reconoce que su proyecto es «algo diferente» a los que uno puede ver por la zona: «No queríamos hacer queso zamorano porque ya era demasiado. Veíamos un mercado muy copado y no podíamos competir con eso», sostiene la corresponsable del negocio, así que el sendero se abrió a través de «yogures, cuajadas, quesos frescos, cremas de queso, rulos, quesos tiernos de pasta blanda…».
Claro, para elaborar todo esto hay una materia prima clave que Teresa y Kui no producen por sí mismos: la leche. Ahí aparecen las cabras de Pedro y las ovejas de Alfredo, ambos también de Vezdemarbán: «Son jóvenes y tienen un currazo», recalca la quesera, que apunta que, cuando La Dicha Marbana necesita elaborar, acude y encuentra: «Siempre tienen disponibilidad», destaca la emprendedora, que cifra en unos 200 litros de leche de cabra y otros 800 de oveja el volumen que suelen necesitar al mes.
Eso quiere decir que la empresa «no elabora demasiado». «Producimos un poco más cuando hay previsión de reparto o vamos a algunos mercados, pero hablamos de menos de una tonelada al año», asegura Teresa González. De nuevo, la contención y el foco puesto en la vida. En la suya y en la de la niña de tres años que vino al mundo cuando la familia ya estaba instalada en Vezdemarbán. Eso sí, por mucho que uno quiera evitar los acelerones, esto tiene trabajo.
De hecho, el primer jueves de cada mes, ellos mismos reparten a domicilio por Zamora y por otros pueblos del entorno; cuando toca, van al mercadillo de Toro; y, de cara al buen tiempo, se desplazan a más ferias. También estarán en Fromago en septiembre: «Lo que no hacemos son envíos. Creemos en el consumo de kilómetro cero. Se lo llevamos a nuestra clientela de aquí directamente o se puede venir a comprar a Vezdemarbán», apunta Teresa.
Ese compromiso medioambiental entronca con la idea de repartir todos los productos en frascos de vidrio: «Cuando nos devuelven los cascos, descontamos una cantidad en la siguiente compra o directamente devolvemos dinero. No queríamos generar mucho residuo», asevera una de las dos responsables de este negocio «local y artesano», que trata de ajustar el precio para que sea asequible y que huye del concepto gourmet que tanto se lleva en según qué círculos: «No nos encontramos muy cómodos con eso», concede.
El subidón para el pueblo
Donde sí han hallado ese aposento amable los dos queseros es en el pueblo que les acoge desde hace ya algunos años. «Queríamos esto: un lugar donde manejar tus tiempos y tu vida, sin tanta exigencia como teníamos en Madrid», defiende Teresa, que habla sobre la futura apertura de una nueva tienda de una joven en la localidad para ejemplificar lo que supuso su propia llegada: «Cualquier brote verde es un subidón de energía», indica la quesera.
Cuando termina la charla, Kui y la hija de ambos entran por la puerta. La niña se lanza enseguida en brazos de su madre, juega con ella, abre una sonrisa inabarcable y se apodera de la escena. Para ella, el pueblo siempre será la primera realidad y La Dicha Marbana, el negocio familiar que sí podrá aprender por si algún día decide heredarlo y quiere contar una historia romántica para un reportaje.