Lunes de Pentecostés, lunes de hermandad para los vecinos de la Tierra del Vino. Fiesta en Moraleja del Vino, Madridanos, Sanzoles, Arcenillas, Casaseca de las Chanas, Gema, Villalazán o Villaralbo. Y, sobre todo, fiesta en Bamba, en cuya iglesia se celebran los actos en honor de la virgen que avisó a un pastor sobre la ubicación de los restos de San Ildefonso en la iglesia de San Pedro de Zamora.
La Virgen del Viso, patrona de la comarca, ha recibido hoy la visita de cientos de devotos en una romería que se celebra sin que la virgen salga de la iglesia y en la que los romeros se reparten entre los que se acercan al templo y los que esperan en la pradera cercana en la que se celebra la parte más festiva de la jornada. Entre los primeros están Rubén González y su familia, que pese a todo esperan fuera de la iglesia porque la misa, dicen, «es muy pesada para los niños». Los chavales esperan aporreando un tambor recién comprado en el puesto cercano. «Somos de por aquí, venimos todos los años porque coincide con la fiesta de Zamora, pero esto no es ya lo que era», asegura él.
Lo que era, en tiempo pretéritos, es una procesión que partía «de aquí mismo» y que iba hasta Zamora, relata Manuel, veterano del lugar. «Pero eso no lo he visto ni yo», añade. La Virgen salía de Bamba tal día como hoy y marchaba hasta Zamora, donde entraba por Balborraz, era recibida por la Virgen de La Hiniesta y se desplazaba a la iglesia de San Ildefonso, donde pasaba la noche para conmemorar el hallazgo de los huesos del santo. Escoltada por los vecinos de Tierra del Vino (los de Bamba, Moraleja del Vino y Sanzoles tenían el derecho de ir más cerca de la virgen), regresaba a su templo en la mañana del día siguiente.
La liturgia se ha quedado ahora en una misa y un besapié de los vecinos de la comarca, que aprovechan para hacerse fotos con la imagen. La patrona no sale siquiera del templo («pesa mucho», dicen los curas que hoy oficiaban la misa) y la propia Eucaristía, que antes se seguía en una sillas instaladas en la pradera, se ha quedado ya también entre los muros de la iglesia local. Acabada, los hay que a su casa y los hay que a la pradera, donde un bar anima el ambiente y se han instalado colchonetas para los niños. «Pero lo de venir aquí todos los vecinos, eso se ha perdido. Por la tarde vienen más, pero ya no tantos», asegura Manuel, el vecino de antes, mientras inicia el camino de la iglesia a la pradera. Abajo le espera la familia.