Con el 9-0 de salida, megáfono y bombo. Con la remontada del Albacete, megáfono y bombo. Y con las canastas de Buckingham que, parecía, ataban el triunfo. Y tras la igualada del visitante. Y con el triple de Powell que rubricó la victoria. El ascenso del CB Zamora, con los Diablos Blanquiazules, se vive de otra manera. Un grupo de irreductibles que, ni en las malas dejó de creer ni en las buenas dejó de dejarse la garganta en apoyar a los suyos. «Quién nos lo iba a decir hace unos años».
Entre ellos están Geli, Remi y Sandra, abonadas de las de hace años, ajenas al trajín, al bombo del marido de una de ellas y a los gritos de alrededor. «Nosotras confiamos, han hecho muy buena temporada. Si suben aquí estaremos, y si no suben aquí estaremos». Nervios de acero de las tres que solo se rompen al final, con el citado triple de Powell, que las pone de pie para ya no volverse a sentar.
Y eso que es difícil abstraerse al nerviosismo sentado detrás de las tres personas que más animan del pabellón. Entre ellos sigue Jesús, Súper, el hombre que confiaba hace cuatro semanas en el ascenso y que ahora ve confirmadas sus sensaciones. «Es una final, esto es muy duro. Ya lo sabíamos, pero creo que tenemos la mejor plantilla de la división», apunta al finalizar el partido, entre la desbandada de una peña que quería bajar al pabellón a celebrarlo con los jugadores.
En estas, ganó el CB Zamora, subió a la segunda, después de no poderlo hacer ante el Odio Cartagena, y se cita para el año que viene con históricos del basket nacional. Pasarán por la ciudad el Movistar Estudiantes, el Fuenlabrada, el Real Betis o el CBC Valladolid. «Hace unos años se me metió en la cabeza que Zamora podía tener un equipo en LEB Oro y escuché risas. No daba la sensación, pero aquí estamos», reivindicaba el entrenador, empapado en champán, sin voz y emocionado por ver «a la ciudad así». ¿Cómo es así? Con cientos de personas sobre el parqué del Ángel Nieto, en una celebración con invasión de pista, al estilo de las del Boston Garden. Con la gente sonriendo. «Que bonito es tener un trabajo capaz de hacer feliz a tanta gente», insistía el entrenador.
Saulo Hernández atendió a los medios después de pasar un buen rato llorando, separado de la celebración de sus jugadores hasta que el speaker hizo reparar en él y la plantilla se acercó a mantearlo. De lejos, el hombre más felicitado del pabellón, el más buscado. «Lloramos de emoción, no por la tensión. En el banquillo no tengo tensión, no tengo tiempo». Desde fuera, parece que habla de veras. Con el último triple, cuando el banquillo se volvió loco, él alzó la mano derecha con el corazón, anular y el meñique al aire e hizo el gesto de un disparo. Tres puntos que servían para escribir la última línea de una jornada que ya historia del deporte de Zamora. A LEB Oro. En esta ciudad también se gana.