Un día cualquiera del final del verano o del principio del otoño de 1983, los responsables de la cofradía de La Buena Muerte, encabezados por su aún hoy abad, Félix Gómez, se desplazaron al local de ensayo del coro Voces de la Tierra, dirigido entonces por Miguel Manzano. El objetivo de aquella visita, concertada gracias a la presencia de varios miembros de la hermandad en el propio conjunto musical, era convencer al reputado musicólogo para que compusiera una obra que encajara en el desfile nocturno del Lunes Santo.
Con el paso de los años, este arranque de la historia se repetirá como el origen de uno de los momentos más especiales de la Semana Santa en la ciudad. Sí, lo que aquellos hombres le pidieron a Manzano acabó cogiendo forma meses después y se convirtió en el Jerusalem, el canto que estremece a la ciudad en cada madrugada del lunes al martes de Pasión. Desde la primera noche que el coro interpretó la pieza del creador zamorano, nada volvió a ser igual para La Buena Muerte. Ese instante lleva cuatro décadas convertido en una liturgia insustituible.
En este 15 de mayo de 2024, día de la muerte del compositor del Jerusalem, Félix Gómez viaja más de cuarenta años atrás para recordar el origen de aquella idea: «Llegamos a Manzano a través de los miembros del coro de la hermandad que también cantaban en Voces de la Tierra y le hicimos un encargo que aceptó. Nosotros no nos metimos en cómo debía hacerlo, porque entonces ya era uno de los grandes musicólogos que habíamos tenido. Es evidente que fue un acierto y que la aceptación ha sido muy buena», explica el presidente de la cofradía.
Gómez admite que, en su momento, hubo «dudas e incertidumbre, como con cualquier novedad», pero subraya que, «con el paso del tiempo, el Jerusalem ha encajado perfectamente en la estética y en la identidad del desfile», hasta el punto de que, sin ese canto en Santa Lucía, «no se entendería la procesión». «Con Manzano, simplemente acordamos un precio, lo hizo y ahí se ha perpetuado», rememora el responsable de la hermandad, que considera que, cuando todos los que hoy están se hayan ido, la obra «seguirá».
Las dudas iniciales y el proceso en primera persona
El propio Manzano, en sus escritos publicados también en versión digital, llegó a recordar en alguna ocasión este mismo proceso, desde el inicio con la visita que recibió en el aula de música: «Mi primera reacción, aunque no la manifesté, fue de extrañeza, pues yo sabía que algún canto ya venían entonando desde algunos años atrás, aunque también me había llegado la onda de que no era muy apropiado para el acto, ni en el estilo ni en el texto. Creo recordar que les dije que me dejasen unos días para pensarlo», deslizó en su día el musicólogo.
Aquel proceso de reflexión concluyó con un «sí» tras el acuerdo de una cifra «a medio camino entre lo simbólico y lo estimativo» y con un texto con «un juego dramático entre el Cristo sufriente y el pueblo cristiano que responde en actitud de penitencia y arrepentimiento». La sobriedad del latín, el ritmo «severo y grave» de la música y las voces coherentes con ese estilo formaron el resto del cóctel. Desde el primer momento, a Gómez y al resto de los responsables de la cofradía, el Jerusalem les entró a la perfección.
Ese éxito del camino emprendido por La Buena Muerte con la ayuda de Manzano convierte el fallecimiento del compositor en «una pérdida muy notoria» para la hermandad: «Siempre fue una persona entrañable y dispuesta a colaborar, pero sobre todo se ha perdido a un gran estudioso y a un enorme compositor», admite Gómez.
Aún quedan muchos meses para el próximo Lunes Santo, y la propia cofradía desconoce si la procesión incluirá algún tipo de homenaje particular a Manzano: «Lo que sí es un hecho es que nuestro recuerdo a los fallecidos es continuo. Somos La Buena Muerte y los hermanos que no están procesionan con nosotros todos los años», advierte el abad. El compositor del Jerusalem tendrá, en 2025 y para la eternidad, una posición de privilegio en la atmósfera de Santa Lucía.