Ocurrió hace unos días en la iglesia de Tolilla, en plena comarca de Aliste. Una tabla de madera de varios kilos de peso se desprendió del centro del retablo, que data del primer tercio del siglo XVII, y cayó sobre el suelo del templo. El piso recibió el golpe porque en ese instante no había nadie bajo la obra, así que el pueblo evitó la desgracia personal por puro azar, pero el hecho ha puesto en alerta a personas como Aurora Galisteo. La restauradora residente en la localidad, que ya hacía tiempo que venía avisando del mal estado de una estructura dañada por la falta de cuidados, considera que existe «un riesgo real de derrumbe».
Galisteo explica que «la madera está blanda completamente», lo que hace que vaya «perdiendo su función de soporte», así que «el problema es real». «Puede haber un momento en el que el material no aguante los movimientos, y el retablo cada vez se está separando más de las piezas con las que está sujeto. Si alguna de ellas se parte y es importante para la estabilidad del conjunto, se empezará a caer», analiza esta mujer, que precisamente está embarcada en una tesis sobre los retablos situados en los templos de Aliste y Alba.
La restauradora subraya que este retablo en cuestión «se sujeta verticalmente con unos anclajes metálicos y horizontalmente al altar, que ya de por sí no lo cubre del todo». «Ahora, estamos ante un problema que me parece bastante relevante. No es como si se cae una moldura, que al final no va a ninguna parte más allá de un pequeño daño. Con el tema de la tabla, el resto puede ir detrás, y el hueco que ha dejado nos permite ver que la madera está completamente podrida por dentro», narra Galisteo.
La experta en retablos de Aliste y Alba pone sobre la mesa esta situación precisamente delante de la obra que cita, en una iglesia pequeña, dentro de un pueblo que no alcanza la decena de habitantes en invierno. Esa circunstancia dificulta la tarea de la localidad a la hora de pedir ayuda urgente para evitar que el conjunto termine en el suelo o, lo que es peor, sobre la cabeza del sacerdote mientras da misa.
Solución a las goteras
Recientemente, la parroquia ya ha acometido un arreglo para corregir los problemas de goteras que afectaban al templo y que también han dañado de forma considerable tanto la estructura como la policromía del retablo: «La obra ya lleva un tiempo con problemas de hongos, y con la humedad estaba siendo cada vez peor», comenta Galisteo, que apunta hacia el altar para subrayar que, no hace tanto, en ese lugar había un recipiente para acumular el agua que caía procedente del tejado.
La restauradora asegura que la propia presencia de moho y de hongos ya representa un riesgo desde el punto de vista respiratorio si se producen exposiciones prolongadas en el tiempo. «Si lo tuvieras en tu casa, llamarías», argumenta la experta de Tolilla, que señala determinadas esquinas donde esos hongos son muy visibles, y también otros trazos brillantes que se corresponden con ese mismo problema en varias partes de la policromía.
¿Qué hacer?
En este punto, y vistas las circunstancias, conviene pasar a la parte de lo que se puede hacer para corregir la situación: «Cuando se consiguen restaurar obras de este tipo es porque hay alguna financiación externa a la diócesis y a la parroquia», desliza Galisteo, que pone el foco en la opción del micromecenazgo. Esa alternativa ya se ha planteado en Tolilla, con la idea inicial de restaurar la obra. Ahora bien, si la evolución de la estructura sigue siendo la actual, y nada hace pensar que vaya a cambiar, también se podría valorar la opción de «desmontar el retablo de manera urgente» y a partir de ahí estudiar qué hacer.
La experta local teme que esa segunda opción acabe con la obra fuera de la iglesia de forma definitiva y que ocasione que «se vaya pudriendo» lejos de su espacio original sin que nadie ajeno a la parroquia se preocupe por esa circunstancia: «Este retablo no llega a la calidad artística de otros que se ven por ahí, pero es un ejemplo bueno y escaso dentro de lo que es la zona de Aliste y Alba», afirma Galisteo.
La obra es una muestra «perfecta» de los retablos «tipo fachada», y tiene un tamaño considerable para lo que son estos pueblos: aproximadamente cinco metros. Ahora, 400 años después de su creación, corre el riesgo de irse al suelo, aunque la restauradora de Tolilla y otras gentes de la parroquia darán la batalla para evitarlo. Son el último reducto.