A la entrada de la Casa del Parque de Villafáfila, un cartel explica al visitante qué observar en cada estación del año en el entorno de las lagunas. El letrero, dividido por colores, aclara cuáles son las mejores fechas para ver los primeros vuelos de las jóvenes cigüeñas o para contemplar la mayor concentración de grullas que se acumula en esta zona. El problema de ese panel didáctico, muy útil aún así, es que la información que traslada se va quedando desfasada a medida que el tiempo y el cambio climático van modificando la realidad. Por ejemplo, los meses en los que abundaba el ánsar común ya no son como los de antaño. Los gansos han dejado de venir por decenas de miles.
El biólogo José Miguel San Román, trabajador de la Casa del Parque, habla de un cambio de paradigma «brutal» con el tema de los gansos en invierno. Hace no tanto, en los tiempos del cambio de siglo, Villafáfila era el segundo lugar más importante para la invernada de esta especie dentro de la península. En el invierno de la campaña 1999 – 2000, menos de 25 años atrás, los expertos contabilizaron 40.000 ejemplares, solo por detrás de los «70.000 u 80.000» que se registraron en Doñana. Villafáfila ha tenido en este 2023 – 2024 en torno a 800; la reserva andaluza, 4.500. ¿Pero dónde han ido los también llamados ánsares comunes?
San Román señala que los gansos pasan el tiempo cálido en Escandinavia. «Cuando se acaba el invierno, van a criar a los fiordos de Noruega, a Suecia o a Finlandia, y en el momento en el que empieza a nevar vuelven a bajar. La migración de las aves en general tiene que ver con la comida, y los gansos son pastadores, comen verde, así que en el momento en el que no pueden acceder a esos recursos tienen que ir bajando hacia el sur. Siempre lo hacen por la costa y por los humedales que hay en Europa», indica el biólogo.
Hasta ahí, lo de siempre. Pero es que, ahora, estas aves «llegan a los Países Bajos, a Bélgica, a Alemania o a Francia y se encuentran con que las condiciones son óptimas». «Sobre todo en Países Bajos, no nieva, no hace tanto frío y los gansos no necesitan hacer 2.000 o 3.000 kilómetros más hacia el sur», analiza San Román, que subraya que se trata de un tema de ahorro de energía «para un pájaro que pesa tres o cuatro kilos».
Los expertos de Villafáfila empezaron a detectar esta tendencia negativa en la década de los 2000 en forma de «descenso paulatino». «Íbamos perdiendo 3.000 o 4.000 al año», aclara el biólogo, en referencia a los ejemplares de ganso en la reserva. A partir de 2010, la bajada en invierno se aceleró: «Cae un 50% de un año para otro», admite este experto, que añade otro problema que tiene que ver con el comportamiento de esos animales: «Su migración es aprendida».
Esto quiere decir que las familias se desplazan juntas y que los miembros jóvenes viajan, cuando son adultos, a las mismas zonas a las que se movían con sus antecesores: «Si pasan diez o doce años y ya no viene ninguno, el resto tendrá otros lugares aprendidos», recalca San Román, que ofrece más datos sobre la particular migración de estos ánsares comunes: «Se mueven por la noche y controlan la posición de la luna y de las estrellas. Su instinto les marca autopistas en el aire y, como todas las aves, controlan el campo magnético terrestre. En cierto modo, su cerebro funciona como si fuera una brújula».
Los flamencos y el tarro blanco
Ahora que el camino para los gansos parece ser otro, los cambios de temperatura han provocado también que «otras especies del sur ganen terreno». Por ejemplo, durante este año se han visto en Villafáfila dos flamencos, quizá procedentes de Francia, según la estimación de San Román. No obstante, «no dejan de ser dos individuos» mientras que hay variedades que sí han proliferado de verdad en los últimos años cuando antes tendían a situarse más al sur.
El biólogo subraya que el ejemplo paradigmático de esta realidad es el del tarro blanco, «un pato de tamaño intermedio entre los patos normales y los gansos». Se trata de una especie de cuerpo blanco, con el pico rojo y la cabeza verdosa que antes era una auténtica rareza por estos lares y que ha ido incrementando su presencia en los últimos quince años: «Su migración iba dirigida sobre todo a los humedales de la meseta sur», comenta San Román, que destaca que, este año, Villafáfila ha llegado a contar con 650. «Y se quedan aquí a criar», añade.
El biólogo pone sobre la mesa, además, una circunstancia derivada de los cambios en los comportamientos de los animales: «El número de especies que venga modifica el aspecto de las lagunas», apunta el experto, que recuerda que, «como dice la gente mayor», las zonas acuáticas estaban antes llenas de vegetación. Fueron los gansos, al comer la primera vegetación del invierno y devorar particularmente las llamadas castañuelas, los que fueron haciendo desaparecer ese tipo de plantas para dar paso a un entorno «de aguas abiertas». «Ahora, la vegetación está volviendo a colonizar la laguna, sin la presión de 40.000 ejemplares».
En todo caso, a pesar de que los bandos de gansos que años atrás se podían ver cruzando el entorno ya no son tan comunes, Villafáfila ha llegado a tener simultáneamente 16.000 aves durante esta temporada en la que se han podido observar más de 200 especies distintas: «Un día de primavera como este, los ornitólogos que conocen bien las aves pueden ver hasta cien variedades sin ningún problema», asevera San Román. Por eso, a pesar de todo, la Casa del Parque contabilizó más de 16.000 visitantes en 2023.
El atractivo de las avutardas
Más allá de las lagunas, en el entorno, uno de los grandes atractivos es la presencia de avutardas, una de las especies más atractivas para los visitantes extranjeros, habida cuenta de que no se trata de un ave demasiado común. De hecho, los 2.500 ejemplares que hay en estos momentos en el entorno de Villafáfila representan aproximadamente el 10% de la población mundial: «La Junta hace un esfuerzo enorme por conservar esta especie», afirma San Román, que incide en la capacidad de mover gente desde Francia, Holanda o Inglaterra que tiene la avutarda.
La zona de la Tierra de Campos en general resulta ideal para esta especie que se ve favorecida por los cultivos de secano y, en particular, por las leguminosas.