Protegido por su gorra y aferrado a un sarcasmo salpicado por momentos de seriedad, el ganador del Premio Nadal 2024, César Pérez Gellida, participó este jueves en una conversación con su público en el interior de la librería Ler Zamora. El autor dio algunas pinceladas sobre los personajes de su última obra, Bajo Tierra Seca, pero también profundizó en el sistema que utiliza para escribir e incluso acerca de sus manías; habló sobre sus reacciones ante las críticas y reivindicó alguna de sus obras menos aceptadas desde el punto de vista comercial.
Conviene recordar aquí que, más allá del Nadal, el escritor vallisoletano de 50 años, uno de los referentes nacionales de la novela negra, ha publicado catorce libros a lo largo de una prolífica trayectoria que ahora le ha conducido también hacia los guiones. La primera conclusión que se podría extraer es que Pérez Gellida ni se aburre ni aburre al resto: «Lo peor es escribir algo intrascendente», afirmó este jueves en un momento de la charla. Da la sensación de que él mismo tampoco está dispuesto a pasar desapercibido.
Esa fue la impresión que transmitió desde el principio el escritor durante una charla guiada por su colega villalpandino Eduardo Fernán López y estructurada en base a las preguntas del público. No hubo discurso inicial. Pérez Gellida se sentó a escuchar y a responder, casi siempre con la ironía por delante y con una energía que fue hacia arriba más que hacia abajo, a pesar de que el creador admitió sentirse cansado. Promociones como la de su libro han de resultar agotadoras a la fuerza.
A pesar de todo, Pérez Gellida se sumergió pronto en el tema y arrancó profundizando en el entorno y en los personajes de Bajo Tierra Seca, una obra encuadrada en la Extremadura de 1917 y cuyo marco fue uno de los primeros retos para el escritor: «Quería replicar el entorno», señaló el vallisoletano, que pronto trasladó el foco hacia los hombres y mujeres de la obra, en particular hacia Antonia Monterroso, una personalidad basada en Belle Gunness, una famosa asesina en serie noruega que cometió sus crímenes en el Estados Unidos de finales del XIX y principios del XX.
Pérez Gellida adaptó el marco donde actuaba Gunness a la realidad extremeña de hace un siglo para dar forma a una novela donde «el territorio hostil condiciona el comportamiento de los personajes» y en la que «las adicciones juegan un papel fundamental». El escritor contó hasta donde pudo, consciente de que no todos los presentes habían tenido la novela entre sus manos: «No me importa que haya gente que no se la haya leído; me importa más que no se la haya comprado», deslizó mordaz.
El autor habló, a partir de ahí, de adicciones al sexo, al opio o al poder dentro de un pequeño universo de la obra en el que «casi todos los personajes pertenecen al territorio de la oscuridad». Antonia Monterroso, en concreto, «representa la maldad», aunque Pérez Gellida subrayó que muchos lectores, «sobre todo lectoras», son capaces de empatizar con ella: «No a nivel de justificación, pero sí de comprensión», aclaró el ganador del Premio Nadal.
La conversación giró entonces hacia los procesos. Primero, el de consumo; luego, el de producción: «Leemos mucho porque nos gusta crear nuestra propia ficción en la cabeza. Vosotros sois malos espectadores porque todos rodáis vuestra propia adaptación y ya habéis hecho vuestro propio casting», lanzó Pérez Gellida, que habló de «magia» en la literatura y que lamentó las dificultades de muchos jóvenes para introducirse en ese cosmos: «Están acostumbrados a las imágenes», constató.
Ya en lo tocante a la escritura, el autor explicó que, a la hora de prender la mecha de sus novelas, no sigue «un método que funcione siempre». «A veces es la historia del personaje; a veces, una idea. Cualquier cosa que sea susceptible de generar entusiasmo en la persona que escribe es válida», comentó Pérez Gellida, que remarcó que su forma de abordar el trabajo resulta peculiar, habida cuenta de que se guía «por la intuición». «Una escena me lleva a la otra y esa a la siguiente», indicó.
«Si tengo que cargarme al protagonista, me lo voy a cargar»
Con esa forma de abordar la escritura, «el primer borrador resulta muy incongruente y hay que torturarlo hasta que habla y es coherente desde el punto de vista estructural».» «Ahí es cuando hay que escribirlo bien», apuntó el autor, que incidió en el mensaje de no pasar desapercibido: «Hay que buscar la forma de agitar», afirmó Pérez Gellida, que tampoco dudó a la hora de mostrar su afán por molestar al lector: «Si tengo una oportunidad de joderte, lo voy a hacer; si tengo que cargarme al protagonista, me lo voy a cargar», advirtió.
Las preguntas siguieron esa senda, tras un paréntesis para restar importancia a las críticas negativas. «No me afectan a nivel personal. Hay personas a las que no les gustan las películas de Tarantino. Asumiendo eso, sé que puede existir gente a la que no le gusten mis putas novelas», zanjó Perez Gellida.
Con eso arrinconado, el escritor aseveró que, en su día a día, hace «un trabajo previo de interpretación» y mantiene a los personajes en la cabeza para poder dedicarse a la cotidianeidad de escribir, una jera en la que se introduce con una particular manía para concentrarse: «Trabajo con un secador encendido. Es un proceso que me aísla, me concentra y me relaja. Lo que consigo es que cuando empiezo a escribir y enciendo el secador hay un clic. Es consustancial a la escritura. Tengo varios secadores de la misma marca y del mismo color», explicó Pérez Gellida, que ante el interés del público reveló que se trataba de un modelo de la marca Polti: «La Fórmula 1 de los secadores», rió.
Pero cuando el secador se apaga y toca aproximarse a la publicación de la novela, llega otra fase para el escritor: «Otra persona tiene que darte una visión externa de ese manuscrito. Tú puedes tener la mayor barbaridad escrita y no la ves», sostuvo Pérez Gellida, que habló del papel de los editores y que lamentó que, incluso después de pasar por tantos ojos, hay errores que acaban en la primera edición: «Hay alguien que se va a dar cuenta y se va a encargar de hacérselo saber a todo el universo», subrayó el autor, nuevamente mordaz.
El caso de Quimera
Más serio se puso el vallisoletano para hablar de Quimera, el libro que más le costó escribir, «una distopía muy plausible» que le exigió «un trabajo de investigación en muchas materias» y que abordó cuando ya había vendido casi 100.000 ejemplares de sus obras anteriores: «Cuando lo entregué, me dijeron: ‘¿Qué haces? Escribe otra novela negra’. Quimera me hizo refrendarme en mi oficio, pero pasamos de vender más de 20.000 con el anterior a 6.000 o 7.000», apuntó Pérez Gellida, que aún así situó este trabajo como su mayor orgullo, «por encima del Premio Nadal».
Ahora bien, ese galardón para Bajo Tierra Seca es el que le está abriendo determinadas puertas, como la de las traducciones a otros idiomas. Hasta ahora, solo había dado ese paso en Italia, pero por razones económicas y de dignidad: «Muchas veces, lo que pagan es un atropello. La cuestión es hasta dónde quieras llegar tú», defendió Pérez Gellida, que tras 45 minutos de ironía y de respuestas demandó el momento de «las firmas y las cervezas», no sin antes regresar a la frase que había destacado durante la descripción de sus personajes: «Lo importante no es haber leído el libro, es haberlo comprado».