La Asociación Nacional de Ovino de Raza Castellana (ANCA) tiene 67 socios en la comunidad autónoma y 38 de ellos están en Zamora. El mapa con chinchetas que aparece al fondo de la sala principal de la sede de este colectivo en la ciudad, en la calle Peña Trevinca, explica de forma gráfica el peso que tiene la provincia si se analiza el número de ganaderos en activo. La directora técnica de ANCA, María Concepción González, aborda en esta entrevista la realidad del sector, justo en el día en el que Carbajales de Alba celebra su Feria de San Miguel, tan vinculada a este tipo de ovejas. La doctora en Veterinaria no ofrece una visión demasiado optimista sobre el futuro y responde con contundencia a algunas de las cuestiones que afectan a esos tiempos que están por venir.
– Los propios ganaderos dicen que con la raza castellana hubo mucha mezcla y que se perdió una cierta pureza. ¿Esa visión se ajusta a la realidad actual?
– No. Bueno, en los años 70 u 80 se cruzó como en todas. Pero ahora la raza está bien definida y quien quiere castellana no tiene problemas.
– ¿Cuáles son las características principales de esta raza?
– Es una oveja muy adaptable, pero tampoco hay que confundir una raza rústica con una raza que vive del aire, lo que quiere decir que aprovecha cualquier tipo de pasto, de matorral. Tiene una boca dura y come de todo. No llega a una cabra, pero casi. En el campo se defiende muy bien y sufre dentro de las naves. No está adaptada al intensivo. Bueno, en realidad ninguna lo está. Pero las castellanas son animales que solo van a las naves para las parideras. Comen en el campo y aprovechan todo lo que hay.
– ¿Desde el punto de vista del clima necesitan alguna condición particular?
– Como a todo el ovino, lo que más les afecta es la humedad. No deben dormir en zonas húmedas. A veces, cuando llueve, las llevan a casa a dormir precisamente por eso. Pero el frío, por ejemplo, no es problema. Hasta veinte bajo cero pueden aguantar.
– ¿Cuál ha sido la evolución de la presencia de esta raza en la provincia?
– Hubo un descenso fuerte hace unos años respecto a los que se querían quedar con ovejas de leche, pero ahora el problema es que no hay relevo generacional. En realidad, todo este problema se empezó a gestar en los años 60, con el éxodo rural. Luego, en los 80, cuando llegó la PAC, hubo una generación que decidió quedarse, pero otra mucha gente siguió marchándose del campo. Y hoy se queda muy poca.
– ¿Por qué no han actuado las instituciones o por qué el negocio no ha sabido adaptarse para que el trabajo encaje con la vida actual de una persona joven?
– Hoy en día, todos queremos una vida acomodada de cinco días de trabajo, vacaciones y demás. El campo no ha sabido encajar eso u organizarlo de alguna manera. En las explotaciones individuales, todo se ha basado en un sistema familiar y, ahora, si los hijos no están, ni vacaciones ni nada. Nosotros le vemos más salida a las explotaciones con más de un titular: sociedades o cooperativas donde se pueden turnar. Pero es un trabajo duro. Si no lo mamas y no te gusta, no lo escoges. Las causas, de todos modos, son múltiples. También se ha vendido siempre como un éxito salir del pueblo y la ganadería ha tenido mala fama. Ahora se intenta revertir eso, pero tarde. Siempre hemos vivido con la imagen de las películas del paleto y esa idea penetró e hizo muchísimo daño. Luego ha habido un abandono de la Administración y la imposición de una burocracia que obliga a gente que esta ocho o diez horas al día trabajando a pasar otras dos delante de un ordenador. Eso, si hay Internet o no se cae durante tres días, como ocurrió el año pasado en Sanabria.
– Los ganaderos, y todo el sector primario en general, se quejan constantemente del tema de la burocracia. ¿Tanto tiempo exige?
– Por ejemplo, en una explotación de mil ovejas, todas las semanas hay bajas. Tienes que darla en cinco días porque si no poco menos que te retiran la PAC. De verdad, falta un papel de cualquier cosa y eso produce hasta angustia en los ganaderos. Con las altas, lo mismo; cualquier movimiento, una inspección, vas al monte y te faltan dos ovejas de mil… Todo eso provoca muchos problemas.
– ¿Habría que simplificar?
– Sí. Realmente no sé cómo, porque yo no estoy en el meollo del tema, pero sí. Yo noto que la burocracia afecta. Y luego cada vez pagas más. Antes, la Administración se hacía cargo de la identificación de animales. Ahora ya lo pasa a los veterinarios y hay que pagar. También con las campañas de saneamiento obligatorias. Al final es haz, haz, haz y paga, paga, paga.
– ¿Aún así siguen siendo negocios rentables?
– Nadie discute la rentabilidad. Si tú llevas bien tu explotación, sabes lo que tienes y lo que necesitas. Ninguna raza en sí es buena o mala. Depende de lo que dispongas y de cómo lo aproveches.
– ¿La tendencia hacia el descenso de las explotaciones es reversible?
– No, yo creo que no. Ahora mismo, no. ¿Cuál es la solución? Habría que hacer un gran pacto entre administraciones, pero no lo van a hacer. Creo que tendríamos que llegar a una crisis. Esto además no es ni de la raza castellana en exclusiva ni siquiera solo del ovino. El otro día con el vacuno nos comentaban que está bajando el censo, también influenciado por las enfermedades que han tenido.
– Pero provincias como Zamora no se pueden permitir un descenso acelerado del censo de las ganaderías.
– Ya, pero a los políticos les da igual. A todos. Mientras no haya una crisis de desabastecimiento, nadie va a reaccionar. Se parchearán, se harán cositas bien vendidas, pero soluciones y facilitar la instalación de explotaciones, no. Las ayudas tardan dos o tres años y yo he visto a gente a punto de petar.
En este punto de la conversación interviene otro de los trabajadores de la asociación para contar su caso particular de cierre de la explotación que había puesto en marcha en Torres del Carrizal, a la vista de que las ayudas no llegaban.
– ¿O sea, que gente que quiere quedarse no puede abrir una explotación?
– Las ayudas teóricamente existen, pero ya te digo que son inoperantes. Y tienen tan mala prensa, porque todos conocemos casos, que a los siguientes les dicen: ni se te ocurra.
– ¿Les llegan muchos casos de gente que quiera empezar a pesar de todo?
– Hay algún relevo generacional, pero proporcionalmente pocos. De cero es imposible, no existe esa posibilidad. Mínimo te hacen falta 100.000 euros para arrancar con una nave y un terreno para las ovejas. Y luego las parcelas muchas veces están secuestradas por la PAC.
– Todo este escenario, ¿cómo afecta al futuro de la Feria de San Miguel en Carbajales?
– Afecta a la feria de Carbajales y a muchas otras ferias. En Salamanca había tortazos a ver quién subastaba antes y ahora es concurso morfológico y nada más.
– Visto lo visto, ¿qué va a pasar dentro de diez años con la raza castellana y con el ovino en general?
– El censo probablemente caerá a la mitad. Y hasta que no haya un problema de desabastecimiento… Yo pienso que el futuro está en las empresas ganaderas. Estos negocios, si ven que hay rentabilidad, cogen hectáreas y montan explotaciones. Nosotros, de los socios que tenemos, solo tenemos una empresa como tal. Llevan castellana de carne y están contentísimos. Claro, tienen una finca de 800 hectáreas muy bien gestionada y con buenos beneficios.