Antes de que Ramón Abrantes fuera considerado ni siquiera un aprendiz, ya se interesaba por la escultura. Uno de los talleres en los que el escultor zamorano realizó sus primeras internadas estaba en el barrio de La Horta, “conforme se sale del Puente de Piedra ahí, muy cerquita, a mano de derecha”. Pertenecía a José Seisdedos, Pepe, zamorano, escayolista que hacía trabajos manuales centrados en la decoración. También trabajaba el granito, fundamentalmente lápidas para el cementerio.
“Abrantes entonces era un chaval, más joven que mi padre, e iba allí a ayudar, a aprender lo que se le pudiera enseñar”. Así lo asegura Fernando Seisdedos, hijo de José, el artesano zamorano que posteriormente emigró al País Vasco, como tantos otros, a ganarse la vida. Cerró su taller y Abrantes continuó, con el éxito conocido, su trayectoria en la escultura. Y, cuando tenía 24 años, el genio zamorano se acordó del que había sido uno de los primeros hombres en abrirle las puertas de su casa para comenzar a investigar. Y le hizo un busto, que ha formado parte de la familia Seisdedos hasta hoy. Sus descendientes lo legan ahora a Zamora y la obra, testigo de las primeras etapas de Ramón Abrantes, es ya propiedad del Ayuntamiento de Zamora, “de todos los zamoranos”, aseguran sus descendientes. El acto de entrega se ha formalizado hoy en el Ayuntamiento.
“Mi padre recibió el gusto con gran agradecimiento y lo llevó a Guipúzcoa, donde hemos vivido. Muere en el año 1990 y queda en casa, hasta que muere mi madre”, asegura Fernando Seisdedos, “en el año 2014, y me lo llevo a casa yo”. Recortes de periódico que relacionan la figura de José Seisdedos con la de Ramón Abrantes hacen que la familia se interese por el busto, en cuya autoría hasta entonces ni siquiera habían reparado. Está firmado: “Ramón Abrantes, 1954”. Entonces Carlos, hijo de Fernando, nieto de José, decide empezar a mover hilos para donarlo a Zamora.
«Solía visitarle cuando venía a Zamora»
José siempre se interesó por la escayola, por la escultura, por los trabajos manuales. Pero la vida le llevó por otros derroteros, camino de una fábrica en Euskadi. Ahí trabajó, “de seis a dos”, durante años, “y por las tardes se dedicaba a lo suyo, a la escayola, a crear”. En una reducción de empleo se acogió a los incentivos para abandonar la fábrica y la dejó, “acabando su vida de autónomo, de escayolista, como empezó”. Y manteniendo una relación, tan fluida como suele ser en los casos de emigrantes como el que ocupa, con Zamora. Y con el propio Abrantes, “al que visitaba cuando veníamos a Zamora”, recuerda ahora su sobrino, José María Mateos, que forma parte del esqueje de la familia que se ha quedado en Zamora. «Recordaban los inicios de Abrantes, se contaban anécdotas, se ponían al día», relata la familia. Lo normal entre dos personas a las que la vida lleva por caminos diferentes.
El busto se instalará en la parte de arriba del edificio de La Alhóndiga, donde hay unos pasillos de acceso público que dan paso a las oficinas que allí se encuentran. Tanto el alcalde, Francisco Guarido, como la concejala Sara de la Higuera consideran que “está más protegido arriba” que en el hall. Se instalará una pequeña placa identificando la obra y recordando la figura de José Seisdedos, el escultor zamorano que trabajó con el joven Abrantes.
La donación es un gesto totalmente altruista de la familia, que no recibe dinero a cambio. “Sí el reconocimiento”, asegura Carlos Seisdedos, “de poder decir a mis hijos que su bisabuelo tiene una escultura de Ramón Abrantes expuesta en Zamora”. No es poco.