Antes de salir de casa para ir en busca de las ovejas, que se encuentran en una zona de pastos, Vidal Casas consulta su teléfono móvil para comprobar la ubicación del rebaño. «Llevan un GPS en el collar, pero no acaba de funcionar del todo bien. Cada poco hay que cambiarle la pila», explica este ganadero de Carbajales de Alba, que a sus 59 años ya hace más de medio siglo que empezó a echar una mano en el negocio que entonces tenía su padre. En este tiempo, algunas cosas, como la posibilidad de localizar a los ejemplares en tiempo real, han cambiado mucho; otras no tanto. «Lo que es cuidar a los animales es casi lo mismo, pero entonces no había que hacer ni una guía, ni un papel», subraya el profesional.
Con su padre, Vidal llegó a tener 800 ovejas; luego, tras un pequeño parón, alcanzó en solitario las 1.400. Ahora, ya con el retiro en un horizonte no tan lejano, el vecino de Carbajales lleva en torno al millar, todas de raza castellana, de carne y en extensivo: «Aquí hace muchos años que no se ordeña», matiza el ganadero, que destaca la capacidad de adaptación del tipo de animal con el que él trabaja: «Saben sobrevivir. Comen más cuando menos hay», resume uno de los hombres que aguanta el tipo en un negocio del que muchos se bajan.
Vidal es consciente de que los ganaderos como él se van quedando solos. Mira a su alrededor y, en Carbajales, con lo que fue, solo resisten otros tres de ovino y tres más de vacuno. El propio alcalde del municipio, Roberto Fuentes, estima que en su momento llegó a haber en torno a 15.000 ovejas en la localidad, una cifra que se ha reducido aproximadamente a 3.000 por culpa, según los expertos, de la falta de relevo y del sistema de trabajo que demanda el negocio: «Más o menos es eso», concede el profesional.
Para Vidal, la clave es que «la gente no quiere» y que «cada vez hay más problemas», aunque pronto matiza: «Los problemas se pueden ir superando, pero la gente no quiere esto porque es muy esclavo. Hay que estar todos los días y las noches, siempre pendiente», argumenta el ganadero, que tiene claro el futuro de su proyecto cuando él decida abandonarlo: «Cuando yo lo deje, hay que cerrar».
Todos los días, ya sea lunes o domingo
Mientras aparca su todoterreno en el camino desde el que se observan las ovejas, en un paraje de postal con el embalse al fondo, Vidal explica que el cuidado diario de los animales no implica tanto trastorno, y más cuando, en su caso, cuenta con un pastor que echa la jornada de trabajo en los pastos. «Los papeles son los que te vuelven loco, y ves que son cosas que no sirven para nada, todo burocracia», lamenta el vecino de Carbajales, que narra un poco el sistema que utiliza junto a su trabajador para mantener al rebaño. La clave es la siguiente: «Todos los días son iguales. Da lo mismo que sea domingo o lunes».
Lo único que cambia, según Vidal Casas, es la época del año. Básicamente, el asunto va en función de si los días son más o menos largos. «En el invierno, quedan en el campo salvo que esté el tiempo muy malo. Por la mañana se les abre y pastorean hasta que se hace de noche. Después se cierran y al día siguiente lo mismo. Ahora, en este tiempo, se sale después, de dos a nueve de la tarde y, si no están paridas, se quedan por aquí», señala Vidal, antes de resoplar al pensar en esas semanas del año en las que las ovejas paren. «Es mucho trabajo». Y también preocupaciones.
«Si van a parir las llevo a casa, porque entre el zorro, el buitre y el lobo se llevan la mitad de los corderos. El zorro me ha entrado hasta dentro de la nave. Y eso que tengo dos mastines», asegura el ganadero, que cuenta con otros quince perros de las mismas características en el campo para tratar de evitar los ataques: «Como no vuelvan a poner el sistema de antes, al final va a haber más lobos que ovejas. Lo que más lo siento es por la gente joven que decida empezar, porque lo va a tener complicado», desliza el profesional.
Mientras las ovejas se mueven de un lado a otro, Vidal gira la cabeza hacia una parcela que se ubica al otro lado del camino: «Mira, ahí en frente no puede entrar el ganado hasta el 1 de septiembre. Está para la fauna salvaje por lo de los ecorregímenes», comenta el ganadero, visiblemente en desacuerdo con esas «normas absurdas» que, bajo su punto de vista, forman parte de la problemática que tiene que afrontar el campo: «La fauna sabe de sobra dónde tiene que comer y dónde debe ir. Para los ciervos no hay puertas», recuerda el vecino de Carbajales.
Siete ejemplares para la feria
De regreso en su nave tras dejar a las ovejas con el pastor, el ganadero señala al fondo para ubicar con el dedo a los machos que tiene en sus instalaciones. Algunos de ellos estarán presentes este sábado 4 de mayo en la Feria de San Miguel, que se organiza en el pueblo por vigésimo quinta vez en los tiempos modernos y que contará con un concurso de sementales. La organización espera en torno a cien ejemplares de los que siete serán de Vidal Casas.
«Lo que se mira es la lana, que el cuerpo esté bien armado, que vaya recto o que pise bien», indica el profesional, en referencia a las características que debe tener un macho de raza castellana para triunfar en este tipo de certámenes. Mientras ofrece estos datos, Vidal piensa en lo que fue toda la vida esta feria para Carbajales y en los años en los que los ganaderos venían en masa de los pueblos y se juntaban «5.000 o 6.000 ovejas en la calle».
La realidad de los tiempos modernos es que los ejemplares de la raza castellana se han reducido un 26% en la última década en Castilla y León, según las cifras aportadas por la asociación española de criadores. De momento, Vidal aguanta con su negocio y Carbajales resiste con su feria, pero si esta deriva continúa habrá que ver si es por mucho tiempo.