90 minutos de misa en La Raya: «La riqueza está en la diversidad»

El acto religioso y la procesión en honor a Nuestra Señora de la Luz ejemplifican la unión entre dos pueblos: Constantim y Moveros

por Manuel Herrera
Publicado: Actualizado
Una pareja sentada a los pies de San Marcos y la Virgen de la Luz durante la misa. Foto Emilio Fraile.

«La gente pasa mucho tiempo sola en casa y, cuando las personas se encuentran por ahí fuera, no callan. Esperaremos para empezar». El cura portugués encargado de la misa al aire libre en honor a Nuestra Señora de la Luz tardó en arrancar los oficios, en el día de la romería transfronteriza que une a Constantim y Moveros, pero cuando lo hizo se desencadenó. Hasta hora y media después no salió la procesión ni sonaron los petardos; tampoco apareció la lluvia, que solo asomó con timidez cuando la imagen ya enfilaba de nuevo la ermita para el último rato de oración previo al regreso al templo luso.

Durante 90 minutos, el protagonismo fue para la Eucaristía y para un sermón que, entendido de ese modo, versó sobre la relación entre dos pueblos hermanos de dos países distintos: «En la diversidad está la riqueza de una comunidad. No tenemos que estar de espaldas, sino contribuir al bienestar y compartir los unos con los otros», señaló el cura portugués, que ofició en su idioma ante un público que lo entendía todo: unos porque era su lengua y otros porque lo querían entender.

La Virgen de la Luz y San Marcos durante la procesión. Foto Emilio Fraile.
La Virgen de la Luz y San Marcos durante la procesión. Foto Emilio Fraile.

Al lado del cura principal, el párroco de Moveros, Pablo Cisneros, escuchaba atento: «El padre Pablo es un padre para mí también y es a quien tengo más cerca si necesito el sacramento de la penitencia», apuntó, en referencia a él, su compañero luso, que aludió a la pertinencia de «dar una vuelta» a la forma de encarar la vida y de recordar la existencia de «una madre común», representada por estos lares como Nuestra Señora de la Luz.

Las imágenes de la devoción

La presencia de la imagen, con la corona y las medallas de alto valor y con su enorme peso simbólico, arrancó las lágrimas de varios devotos, algunos de ellos ya muy ancianos, que siguieron más tarde a la Virgen en su procesión alrededor de la ermita junto a San Marcos. Al ritmo de los pasos, los estandartes y el sonido de la Filarmónica de Miranda do Douro. También de la solemnidad del instante.

En la indumentaria, el rojo oscuro asociado a San Marcos y el azul claro ligado a Nuestra Señora de la Luz marcaron también la liturgia de una jornada que congregó a miles para la romería y el mercado y a unos cientos para la celebración religiosa que está en el origen de esta jornada. Al cierre, un coro acompañó a la Virgen hasta el interior de la ermita. Mientras, algunas mujeres todavía se secaban las lágrimas.

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