Carolina García Cazorla (Madrid, 1976) llegó a Zamora a principios de los 80, se instaló con su familia en San José Obrero hasta los veinte y luego, como tantos otros, se fue. Tras licenciarse en Derecho en Salamanca, vivió tres años en Manchester, otros tres en Valladolid y doce más en México antes de retornar hace poco más de un lustro. Ya en 2021, esta profesional de la dirección comercial completó su viaje de vuelta al barrio y, mientras se sumergía en sus estudios de Filosofía, se implicó en el movimiento vecinal. Todo ha ido muy rápido desde entonces. En marzo de este año, sustituyó a Daniel Illán como presidenta de la asociación Desarrollo Comunitario San José Obrero; ahora, afronta por primera vez la organización de las fiestas, aunque su voluntad es que esta semana de jarana no sea más que otra de las cosas que se hagan desde el colectivo.
– Más allá de la organización de fiestas, ¿qué implica ser una asociación de desarrollo comunitario?, ¿cuáles son los fines de este colectivo en San José Obrero?
– Creo que, desafortunadamente, en los últimos tiempos se quedó más con el nombre que con la realidad. Para quien conoce un poco la historia del barrio y todo lo que hizo Ángel Bariego, en ese momento sí había un desarrollo comunitario. Eran otros tiempos en los que realmente no estaban cubiertas las necesidades básicas y en los que el Estado no existía, por así decirlo. Ahí, el barrio sí que se unió para sacar adelante todo aquello de lo que las instituciones no se hacían cargo. A día de hoy, la gente de toda la vida echa la mano, tiene ganas de colaborar y sabe lo que era vivir en un lugar que era un poco tribu. Pero creo que eso se ha ido perdiendo mucho. No sé si tanto por la asociación como tal, sino porque vivimos malos tiempos para la lírica. La junta directiva que hay ahora tiene la idea de revertir la tendencia para que esto no se quede como una comisión de fiestas, sino que se trabaje para crear barrio; para formar espacios comunes donde la gente se considere otra vez vecina en el gran sentido de la palabra. Al final, sin eso, estás perdiendo la ayuda o la colaboración de quien está ahí porque vive al lado. En un barrio vive gente con distintas ideologías, que piensa diferente, pero hay que luchar por las cosas en común.
– ¿Qué motivos han llevado al barrio a perder parte de esa vecindad? ¿Ha influido que haya una mayor heterogeneidad o que la mayor presencia de las instituciones haya desalentado la prestación de ciertas ayudas comunitarias?
– Imagino que mucho tiene que ver con el escenario del mundo actual. No creo que sea una cosa exclusiva ni de San José Obrero ni de ningún otro barrio. De alguna manera, desde arriba o desde el poder, se ha estimado que cuanto más individualistas seamos, mejor. La gente junta suele ser más peligrosa, más combativa, más activista. Para ellos es mejor polarizar que unir. En este barrio, todavía la gente se conoce, se llama por su nombre, en las galerías te llevan la compra a casa, vas a ver a la de la librería y sabe lo que lees… Está ese poso. No debería ser tan difícil reactivar todo eso y no es un barrio que haya recibido tanta gente nueva. Lo que sí es un lugar que ha envejecido. Cuando se inició todo el movimiento de Ángel Bariego, la mayoría de la gente era joven; ahora no. De hecho, deberíamos empezar a hacer cosas como labores de acompañamiento ante la soledad. Lo malo es que hemos decidido que lo que le pase al vecino da igual, porque ya vendrán los servicios sociales o ya pedirán una ayuda. Y creo que eso es un grave error. Todo tenemos que echarnos la mano.
– ¿Cómo se puede desviar a los jóvenes de esa idea del individualismo?
– Si te digo la verdad, me parece el colectivo más complicado. La adolescencia no es fácil, todos hemos estado ahí y es difícil implicarse en cualquier cosa. Todavía le estamos dando vueltas, pero hay que introducirlos. El otro día lo hablábamos. No sé cómo lo vamos a hacer, pero tenemos que intentarlo, eso seguro.
– ¿Cuántas personas están implicadas ahora en la asociación y qué tipo de perfiles tienen?
– En la junta directiva estamos nueve personas, pero es cierto que el resto de la asociación, la gente que paga la cuota, ha abandonado muchísimo. Hay vecinos que han dejado de abonar esa cantidad, no se han hecho campañas para volver a tener socios y realmente se ha seguido una trayectoria en la que la asociación se ha convertido en junta directiva y ya está. Eso es un problema, porque hay pocas manos. Nuestra labor es conseguir socios y personas que quieran colaborar. Si no de forma permanente, porque esto lleva mucho trabajo, sí en forma de comisiones, redes para ayudar y en parcelas en las que cada uno pueda aportar. Tenemos trabajo por delante para que la gente vuelva a creer en el desarrollo comunitario, que se ha quedado un poquito en el nombre, como decía. Las señoras que tenían la cocina lo ven clarísimo y me lo decían: es que ya no sucede. Ellas se hicieron mayores y nadie ha tomado su relevo. Hay poca gente que cree, pero pensamos que se puede recuperar.
– ¿Y por dónde se empieza?
– Mi idea es que se mueva todo a todos los niveles. En esta asociación somos como antiguos terratenientes: tenemos poco dinero, pero muchas propiedades: la Josa o el local de la biblioteca, que nos lo dejó Fundos a un precio muy razonable, y la idea es hacer conciertos y todo tipo de actividades culturales, intentando vincularnos con comercios, colectivos y personas del barrio que tengan propuestas de colaboración. Yo tiendo mucho a la cultura y al medio ambiente, pero luego el barrio tiene otro tipo de necesidades: infraestructuras, cosas que faltan y que hay que hacerlas. La finca es una maravilla y pertenece al barrio, pero necesita mucho trabajo. Nuestra idea es ver con cuánto dinero contamos y empezar a hacer proyectos. De aquí a final de año estableceremos lo que hay pendiente y decidiremos por dónde comenzar. Poquito a poco, hay que darle vidilla, que la gente vea que pasan cosas y que tenga ganas de participar más.
– ¿No esperar a que venga alguien a hacerlo por ellos?
– Por supuesto. Aquí, toda esta finca se construyó con la gente del barrio. No vino el Ayuntamiento ni vino nadie. Ellos pusieron las vallas, plantaron los árboles, echaron el cemento, todo. Ahora, la gente espera. Y luego, en cultura, no siempre se requiere una gran inversión. Hace falta moverse, y aquí mucha gente está dispuesta a colaborar de forma altruista o ganando lo mínimo porque está vinculada al barrio. Parece que de San José Obrero salió el resto de Zamora.
– Mirando hacia fuera del barrio, no deja de ser una de las presidentas de una de las asociaciones fuertes de Zamora. ¿Cómo se perciben dentro del conjunto de colectivos de la ciudad?
– Creo que la asociación de San José Obrero siempre ha sido distinta. Y no solamente porque lo diga yo. La gente sabe que aquí hacemos cosas o por lo menos lo intentamos. Del resto, algunas se han quedado en prácticamente nada. Y no es una crítica, sino parte de la deriva de la que hablábamos. Parece que las asociaciones de vecinos son una cosa antiquísima. A veces tengo la sensación de que estamos aquí en algo así como feudal (ríe).
– En el tema de las federaciones, ¿considera que tiene mucho sentido que haya dos?
– No, para mí no.
– ¿Y tiene sentido que haya una o es mejor que cada uno pelee por lo suyo desde su sitio?
– Yo creo que siempre, siempre, siempre la unión hace la fuerza, aunque esté muy manida esa frase. El hecho de que haya dos federaciones es separarse sin ninguna necesidad, y además no veo claro cuál es el objetivo. Al contrario, como hacemos fuerza es entre todos. También es verdad que ahora mismo no sé cuál es el papel de esta federación ni me he acercado a ella porque no he tenido tiempo de nada todavía. Pero a favor de que haya y de que haya una.
– ¿Tendrá una voluntad proactiva para tratar de coser esto?
– Nos lo planteamos en esta mesa alguna vez y sí, la idea es darle al menos una vuelta al tema y juntarnos con todas las asociaciones. Yo desconozco lo que hay detrás de la separación, pero me parece que hay que dar un paso adelante hacia la unión.
– En todo caso, lo más inmediato es el tema de las fiestas. Este año han tomado la medida de adelantar los horarios de las orquestas nocturnas. ¿Este cambio llega para quedarse?
– Este es un barrio más envejecido que otros y pensamos que todo lo que era música nocturna empezaba demasiado tarde, así que estábamos dejando fuera a mucha de la gente del barrio a la que a esas horas le iba a ser muy difícil disfrutar de las fiestas. Por otro lado, nunca había entendido por qué se hacía este parón hasta las doce. Nos parecía una buena idea. A lo mejor no lo es, ojo, podremos equivocarnos mil veces. Pero nos gustaría que sí llegara para quedarse.
– ¿Los bares les han dicho algo al respecto?
– No, los comentarios que hemos escuchado siempre son bulos. Pensaban que era porque el Ayuntamiento nos había puesto trabas, porque a lo mejor teníamos que acabar antes, porque no nos habían dado permisos… Pero no, ha sido una decisión nuestra y no ha habido quejas. Sí hay mucha gente sorprendida. Que no es que sean grandes cambios, solo que las cosas empiezan antes y que no viene una macrodiscoteca. El resto es parecido. Hemos metido más charangas, habrá más cosas por la mañana y la idea es que sean unas fiestas muy populares. Pero en eso todavía estamos a medio camino, porque cuando digo populares me refiero a que el barrio se involucre en participar como era antes. La gente espera que nosotros nos acerquemos a todo y yo extraño que la relación vaya en los dos sentidos. Lo que voy a decir ahora tampoco será muy popular, pero esto de que las de San José Obrero son las grandes fiestas de Zamora… Las fiestas tienen que ser para el barrio, aunque si además quiere venir toda la gente de Zamora, pues maravilloso.