Los aficionados al teatro en Zamora tienen marcado en el calendario el día 26 de abril desde hace meses. El viernes por la tarde el Teatro Principal acogerá una de las obras más destacadas de la programación anual: «El traje», un texto creado por Juan Cavestany que cuenta con Luis Bermejo y Javier Gutiérrez como miembros del reparto. Es este último el que atiende, unas horas antes de subirse al escenario en la Bombonera, a Enfoque Diario de Zamora.
Javier Gutiérrez es uno de esos pocos actores que no para de trabajar. Asturiano de nacimiento, pero criado en Galicia, el gran público tiene en la retina un buen número de interpretaciones suyas, todas de buen nivel, en papeles «duros» (como en La Isla Mínima) o más amables (como en Campeones). En «El traje», el polifacético actor entabla un duelo interpretativo con Luis Bermejo, con grandes dosis de humor negro y con un calado que va más allá de la literalidad de la obra.
– ¿Qué se va a encontrar el espectador que vaya a ver «El traje»?
– Mucho. Es una obra escrita hace unos cuantos años. Entonces encargamos hablar sobre la corrupción, que todavía está muy presente en la sociedad. Al autor le salió este texto, de humor absurdo, que mezcla la tragedia con la comedia más surrealista. La corrupción sigue existiendo, pero en la obra tenía más presencia en la primera etapa. Después de todo lo vivido con la pandemia, confinamiento, crisis económica… toman importancia otros temas. La soledad del individuo, la brecha generacional entre padres e hijos, son temas que se ponen sobre la mesa en la obra.
– ¿Hay temas que se abordan mejor desde el humor?
– Totalmente. Nos permite hablar a calzón quitado de muchos asuntos serios, y el espectador lo recibe mejor que si se trata a través del drama. En la obra muchas veces el espectador va a tener ganas de reír pero no va a saber muy buen de qué, y la risa se convierte en una mueca congelada.
– No ha perdido vigencia, entonces.
– Nada de nada. Cuando nos planteamos darle una segunda vida al espectáculo vimos que casi tenía más sentido hacerla ahora que hacerla en su día. Los casos de corrupción siguen con plena vigencia y atañen a todo el país e instituciones. Habiendo sufrido como sociedad, habiendo pasado una pandemia y diferentes crisis económicas, la obra cobra vigencia sin necesidad de centrarla en la política.
– Después de tantos años conviviendo con un personaje, ¿Cambia la relación con él?
– Los que cambiamos somos los actores, que tenemos otra experiencia y otras circunstancias. Con el paso del tiempo hemos adquirido más oficio, más peso, más poso, y eso se traduce en una mejora de la representación. O eso nos decimos nosotros (ríe).
– ¿Qué se va a llevar a casa el espectador?
– Diversión, pero la obra deja también un poso de reflexión. No somos tan ilusos como para pensar en cambiar la sociedad con la obra, pero sí llevamos a la gente a reflexionar sobre la soledad del individuo, la deshumanización de la sociedad… Son temas que no pasan por alto.
«La comedia está infravalorada como género y esta obra que traemos a Zamora es un buen ejemplo de cómo se puede hacer buena comedia»
– ¿Se siente más cómodo en la comedia que en otro género?
– Me siento bien en todos los registros. Para mí es más difícil hacer comedia que hacer drama, aunque no lo parezca. La comedia está infravalorada como género y esta obra que traemos a Zamora es un buen ejemplo de cómo se puede hacer buena comedia. Es un género que admite muy bien ciertos planteamientos, que pueden ser muy graves para el drama.
– Cuando habla de la comedia como género infravalorado, ¿a quién se refiere?
– A nadie en particular, hablo en general. No tiene el mismo prestigio la comedia que el drama. Se ve en las entregas de premios, que la mayoría van para actores o directores que hacen drama. Parece que siempre hay que premiar los dramas y las comedias se quedan un poco relegadas, pero el espectador las asume muy bien y le gustan.
– ¿Le gusta más hacer comedia que drama?
– Más que en el género, miro la historia. Cuando me ofrecen una buena historia, yo encantado de trabajar. Luego depende del tipo de comedia, las hay más facilonas, que se digieren rápido, y las hay que apelan más a la inteligencia y dejan otro poso, como es el caso de «El traje».
– Usted ha hecho de inspector de Policía, de fotógrafo, de periodista, de entrenador… y uno de sus papeles más recordados es el de «La Isla Mínima». ¿Le gusta hacer de «malo»?
– (Ríe) Me encanta. Los villanos son mucho más interesantes que los seres bondadosos. Como actor te plantean muchos retos, como encontrar un punto de luz, una faceta del personaje que no sea repulsiva, lo que te obliga a bucear en él. Ahora mismo tenemos una película, «Pájaros», donde Luis Zahera y yo somos dos perdedores. Los antihéroes también son apetecibles.
«Los villanos son mucho más interesantes que los seres bondadosos. Como actor te plantean muchos retos»
– Usted se dio a conocer al gran público haciendo principalmente comedia. ¿En algún momento tuvo miedo de encasillarse?
– No, jamás. Miedo tuve a que no sonara el teléfono. Esto va de trabajar, de entrar en una rueda donde lo importante es la visibilidad. Obviamente, cuando aterrizas, tienes buenos momentos en un género, llegas al público, tienes buenas críticas… pues te llaman más para eso. Pero nunca he tenido miedo a ese encasillamiento, y es verdad que he hecho mucha comedia, como el Satur de «Águila Roja» o el Josico de «Los Serrano». Creo que todo eso es mochila para enfrentarse después a personajes dramáticos. Tampoco me ha dado miedo no volver a hacer comedia durante partes de mi carrera en las que he hecho mucho drama.
– Hablaba del miedo a que no sonara el teléfono. Desde su posición, ¿Cómo ve la situación del gremio de actores?
– Lo que sucede es una tragedia. El noventa por ciento no pueden vivir dignamente de su trabajo. Este oficio es como una permanente espada de Damocles sobre tu cabeza. Por eso cada vez que se subes a un nuevo proyecto debes mantener el rigor, la exigencia. Incluso debe ser mayor, porque hay mucho talento en España, mucha competencia.
– ¿Usted mantiene ese miedo?
– Creo que es bueno mantenerlo, no apoltronarnos. Incluso los más viejos del lugar lo pueden decir. Este oficio tiene dientes de sierra. Muchas veces no entiendes qué pasa cuando suena el teléfono, y no te explicas qué ha pasado cuando deja de sonar. Conviene estar siempre alerta.
– Vuelve a estar en el ojo del huracán de la actualidad gracias al estreno de «El caso Asunta», en Netflix. ¿Un rodaje duro?
– Ha tenido fases complejas, porque es un caso que todos tenemos en mente y es relativamente reciente. Pero creo que ha sido más complejo para Candela Peña y para Tristán Ulloa, que tienen los papeles protagonistas y representan a los padres de la niña. El resto teníamos una mayor libertad, pero en cualquier caso hemos intentado tratar el tema con gran sensibilidad.
– No es cometido de una serie encontrar la verdad, ni aportar nuevas pruebas. ¿Qué busca la serie?
– Abrir nuevas puertas para que los espectadores puedan saber qué pudo ocurrir, que puedan tener una idea más clara de un crimen tan deplorable. Entiendo que la idea original fue esa, arrojar algo de luz a un crimen que a día de hoy sigue siendo un enigma, cómo unos padres pueden hacer eso a una hija.
– ¿Cuándo se lo ofrecieron, se lo pensó?
– Para nada. Me pareció una historia interesante, lo que comentábamos antes, con un personaje que tenía unos registros que nunca antes había interpretado. Además, consideraba que estaba en buenas manos.
– En el teatro, en el cine y en Netflix. ¿Se trabaja diferente dependiendo de si es para un sitio o para otro?
– Para los actores no es tan diferente. Ni es tan diferente el trabajo de ahora del de hace años. Lo que sí ha cambiado es que ahora grabas una serie en cualquier lugar del mundo y puede convertirse en un pelotazo, pero no nos atañe tanto a nosotros como a las productoras. Parece que el éxito está ahí, escondido, y solo hay que sacarlo. Dicho esto, el teatro sí es un poco diferente. Te coloca en otro lugar, te mantiene con los pies en la tierra. No es lo mismo colocarse delante de una cámara que enfrentarse en directo a cientos de personas.