Dentro de 48 días, los zamoranos, como todos los ciudadanos del espacio comunitario, estarán llamados a las urnas para elegir a los representantes del Parlamento Europeo para el próximo quinquenio. El 9 de junio, el electorado determinará qué rumbo toman las políticas en Bruselas, más allá de la influencia que pueda tener también el signo político de los Gobiernos en los Estados miembros, particularmente de aquellos que tienen más peso, como Francia o Alemania.
En todo caso, la cita electoral se presenta como una oportunidad para decidir sobre el futuro de la Unión, una ventana que tiende a pasar desapercibida a nivel mediático, si se compara con la atención que tienen otros comicios, y que muchas veces se salda con una participación escasa, sobre todo si, como es el caso, no coincide con ningún otro proceso municipal, autonómico o general.
En España, solo se han unido las Europeas a otras elecciones en 1999 y en 2019. En ambos casos, la participación se elevó unos veinte puntos por encima de lo habitual en las convocatorias comunitarias. La sensación que se desprende de esa variación al alza es que la gente dijo: «Ya que voy…». Fuera de ahí, en 2014, 2009 o 2004, por poner los ejemplos más recientes, la abstención se situó en torno al 55%.
En Zamora, tal circunstancia se ha reproducido en unos números similares, aunque conviene señalar que la participación en la provincia siempre suele estar ligeramente por encima de la media nacional en las Europeas. En 2019, la tasa aquí se situó cerca del 70%, cuando en 2014, sin otros comicios en paralelo, se había quedado en el 46,23%. El dato resulta revelador. La diferencia entre 1999 y 2004 fue similar: del 71 al 52%.
Pueblos sin colegio
En ese punto, conviene destacar que, en algunos territorios, se precisa de un estímulo mayor para ir a votar. Según los datos oficiales publicados este lunes en el Boletín Oficial de la Provincia, Zamora dispondrá de 287 locales de votación para sus más de 500 localidades de cara a estos comicios. Eso quiere decir que, en más de 200 pueblos, no habrá urnas y sus vecinos tendrán que viajar – normalmente a la cabecera de su Ayuntamiento – para ejercer su derecho.
Cuando uno tiene que elegir al alcalde, o incluso a los representantes que determinarán el signo político de un Gobierno autonómico o nacional, existe un estímulo mayor para salir de casa, coger el coche o el autobús y llegar a la urna, o incluso para solicitar el voto por correo. La desafección o el desconocimiento en el caso de las Europeas convierten esa tarea en un esfuerzo más difícil de realizar.
Si se analizan de forma somera los datos de algunos municipios con varios anejos y con un solo colegio electoral (o dos en el mejor de los casos), queda clara esa tendencia. En 2014, cuando se celebraron las últimas Europeas en solitario, en las localidades de Fonfría, por citar un ejemplo evidente, participó un 31,28% del electorado llamado a las urnas; cinco años después, coincidiendo con las Municipales y Autonómicas, la tasa se elevó hasta el 72,7%.
En Fonfría hay nueve núcleos de población, pero el 9 de junio, como las veces anteriores, solo habrá urnas en la cabecera del Ayuntamiento y en Ceadea. Eso también explica la elevada abstención, que se elimina cuando los comicios despiertan un interés que no se percibe en las Europeas.
La estadística permite ver casos similares en Gallegos del Río (del 33,33% en 2014 al 61,49% en 2019); en Fariza, del 36 al 79,5%; en Hermisende, del 34,8 al 63,26% o en Riofrío de Aliste, del 35,87 al 67,38%. En bastantes de estos casos de municipios con muchos anejos y uno o dos locales de votación, el nivel de abstención varía mucho más que en el resto de la provincia en función de si las Europeas coinciden o no con otros procesos.
Menos interés de los políticos
Ahora, con el 9 de junio ya a la vista, los partidos harán un esfuerzo didáctico a última hora para concienciar a la gente de la importancia del voto y evitar así que la abstención vuelva a situarse por encima del 50% como en algunos precedentes. Lo que ocurre también aquí es que, del mismo modo que Bruselas queda lejos para los vecinos, la circunscripción nacional en la que se dirime el proceso aleja a los políticos locales de las listas y, por tanto, merma su interés por una cita en la que el «yo paso de ir» amenaza con convertirse en la actitud más común. Si no te toca mesa, claro.