En el centro de la plaza de Viriato, las hadas, los jabones y las prendas de lana de Esmeralda lucen ante la mirada de paseantes y curiosos. A quien pregunta, esta mujer le explica. El discurso le sale fácil. Primero, porque las personas siempre se desatan para hablar de sus pasiones; y segundo, porque además ella es narradora, lo lleva en la sangre. Esta creadora, originaria de Abejera y asentada en San Vitero, dirige el proyecto Lana y Candil y es una de las participantes en el foro de artesanos que se celebra este fin de semana en el citado emplazamiento de la ciudad, de la mano del festival Florido Jardín.
«Yo trabajo con lana, sobre todo con fieltro, pero también soy narradora. Una de mis funciones es recuperar el proceso desde el lavado hasta el hilado, que es algo que prácticamente ya no se hace», explica esta mujer, de apellido Folgado, que no quiere «que se pierda lo que es la tradición del trabajo doméstico de las mujeres». «Y también pretendo mantener el habla relacionada con estos trabajos, lo que se contaba mientras se hacía», explica la artesana.
Por edad, ella ya no conoció todas estas prácticas en primera persona, pero las fue aprendiendo de la mano de su carácter «viejoven». «Empecé trabajando con el fieltro y me costaba encontrar lana lavada, así que comencé a preguntarme por qué era tan cara cuando los ganaderos la tratan como residuo». Su investigación terminó en el momento en el que fue consciente de que tal práctica no se podía llevar a cabo en los procesos industriales: «Pero lavar un pequeño vellón es un acto de resistencia, que es algo de lo que saben mucho las abuelas de Aliste«, advierte.
Esmeralda Folgado sabe que la sociedad zamorana, y en particular comarcas como Aliste, vienen «de una economía de subsistencia en la que las abuelas confeccionaban toda la ropa», y ella se siente heredera de aquella tradición y transmisora de las técnicas y de la cultura que se fue forjando en torno a aquella práctica.
«Vendo magia»
Con todo eso interiorizado, esta mujer lo tiene claro: «Vendo magia», apunta con una sonrisa: «Cada una de mis piezas o de mis jabones son algo exclusivo», insiste Folgado, que lo hace «todo por encargo» y que también confecciona hadas o pequeñas zapatillas de lana: «Con ellas es prácticamente como ir descalzo, pero con el pie abrigado. Este material te permite la conexión con el suelo o con la tierra y tiene muchas propiedades», aclara la artesana.
En su puesto de Viriato, la creadora alistana tiene la ocasión de vender su producto y de venderse un poco a sí misma ante la gente, algo que admite que hace «muy mal». «Así me va», ríe Folgado, que trabaja con las redes sociales y que reconoce que algunas de sus piezas pueden tener un coste elevado para determinados bolsillos, como muchas de las cosas que se venden estos días en el foro: «Hay que tener en cuenta el proceso», aclara.
Para complementar, Esmeralda Folgado también organiza talleres, crea experiencias y se vuelca en la narración oral con el fin de transmitir, física e intelectualmente, el legado que ha ido rescatando de las abuelas alistanas.