A la entrada de la zona de bar del restaurante Los Castaños, en Trabazos, un cartel apela a las gentes de la localidad: «Se necesita la colaboración de los vecinos y de los hijos del pueblo», reza un texto que también se ha distribuido por otros puntos del término y a través de Whatsapp. La demanda alude a la recaudación de fondos que varias personas han impulsado para rehabilitar el retablo mayor de la iglesia parroquial de la localidad, una obra que, según la restauradora Aurora Galisteo, data de finales del siglo XVIII (1786-1789).
«El retablo está fastidiado», resume una de las personas que se ha implicado directamente en esta tarea. Su nombre es José Manuel Benéitez y, siempre a mano, lleva un taco de recibos para dejar constancia de las colaboraciones que consigue amarrar para la causa. En cada hoja, este vecino apunta el nombre del colaborador y la cantidad que aporta: «Lo llevo todo registrado», aclara el alistano, que confía en conseguir la cantidad necesaria «de aquí a julio».
De momento, las cuentas van tal que así: el arreglo del retablo se ha tasado en 12.000 euros; la Diputación aportará la mitad a través de una ayuda; la propia parroquia entregará otros 2.000 procedentes de sus fondos; la juventud del pueblo ha conseguido recaudar 600; y los otros 3.400 deberán conseguirse mediante esta especie de cuestación que lidera José Manuel o de actividades como el sorteo de cestas o la organización de algún bingo benéfico. Lo que haga falta, en realidad.
El empuje vecinal, clave
En la entrevista concedida a Enfoque Diario de Zamora en noviembre, la citada restauradora Aurora Galisteo ya había advertido de la importancia de los movimientos populares a la hora de evitar el deterioro de determinadas obras ubicadas en las parroquias: «Al final, depende de la gente, que es por lo que se conserva el patrimonio. Si no hay un mínimo de interés es cuando se pierde todo», deslizó esta experta, que reside en Tolilla y que está inmersa en una tesis centrada en los retablos de los templos de Aliste y Alba.
Galisteo explica que el retablo de Trabazos, «dentro de los que hay en la comarca, tampoco es de los que peor está», pero aclara que la parroquia de la localidad «ya había restaurado varias obras», lo que evidencia su «apuesta por el patrimonio». «Que hayan decidido hacer esto está muy bien», considera la especialista, que alude a la existencia de varias «inestabilidades» y «grietas», pero que subraya el repintado como elemento decisivo de la futura actuación.
«En algún momento, se repintó entero y estaba todo marrón, pero algunos vecinos se pusieron a quitar el repinte ellos mismos y no terminaron: una parte quedó marrón y la otra dorada», explica Galisteo, que señala que este tipo de prácticas sin profesionales «pueden ser contraproducentes» e incluso arriesgadas para quienes las ejecutan sin el nivel mínimo de conocimiento necesario: «La persona que haga el diagnóstico ya verá los tratamientos oportunos que se tienen que hacer y quién los debe aplicar», recalca la experta.
Ahora, más allá de «la eliminación del repinte» y de los problemas ya previamente citados, Galisteo confía en que el retablo mayor de la iglesia de Trabazos reciba una limpieza que le haga «ganar muchísimo» y que, entre otras cosas, devuelva el lucimiento a «los fondos de las hornacinas de flores, que son preciosos y que están tan sucios que casi no se ven». Además, se trata de unos elementos que la restauradora ha encontrado en otras obras analizadas en las iglesias de la comarca.
Los datos de la obra
Galisteo señala que puede poner «en relación» este retablo con otros realizados en Aliste sobre las misma época, unos años que tiene marcados gracias a los «distintos pagos» que aparecen reflejados en el Libro de Fábrica y Visitas del Archivo DIocesano. Esa misma fuente permite ubicar «el dorado» de la obra entre 1795 y 1800: «Normalmente el dorado costaba más que el retablo en sí, así que la parroquia debía de tener dinero» para hacerlo todo casi sin solución de continuidad, zanja la restauradora.
Ahora, más de 200 años después, José Manuel, Angelita, Víctor y el resto de los herederos de ese legado patrimonial están dispuestos a implicarse para conservarlo y cedérselo en buen estado a quienes lleguen por detrás, aunque tengan que sacar el dinero de debajo de las piedras. El primero de ellos deja una pregunta antes de despedirse:
– ¿Tú quieres colaborar?