Cuando Carolina Carracedo (Zamora, 1993) puso un pie en la facultad en 2011 se encontró con «80 o 90 hombres» en una clase en la que solo había cuatro mujeres. Ya se lo esperaba. «Ocurría entonces y ahora. Apenas hay presencia de chicas en estas carreras». El grado que ella había elegido era Ingeniería Mecánica, una de esas formaciones superiores que parecen territorio ajeno para las jóvenes que aspiran a labrarse un futuro laboral: «Socialmente, eso es así», aclara la ahora profesional del sector, que trabaja con un equipo de más de 25 personas a su cargo. Pero eso llegó más tarde.
Primero tuvo que escuchar determinados tópicos que fue sorteando con «personalidad» y con el apoyo de su familia, que nunca cayó en esas ideas preconcebidas. «También me decían que me iba a ir a reparar coches y que esta Ingeniería solo te permite trabajar en un pequeño sector, pero no es así: hay muchas posibilidades», narra Carolina Carracedo, que completó su formación universitaria en la Escuela Politécnica Superior de Zamora, en el tiempo estipulado, antes de abrirse hacia su futuro empresarial ya en 2015.
La ingeniera zamorana eligió un Máster en la UNED para complementar sus estudios superiores y, en paralelo, consiguió una beca en la fábrica de Azucarera en Miranda de Ebro. Aquello era para seis meses, pero van más de ocho años: «Entré más tarde como ingeniera de proyectos, luego como jefa de turno del proceso, después de responsable de mantenimiento de una cuarta parte de la factoría y ahora tengo esa responsabilidad en la mitad de la fábrica», enumera Carracedo.
Desde que asumió ese último cargo, la ingeniera zamorana lidera un equipo que fluctúa entre las 25 y las 27 personas. Todo, con treinta años: «Mi ocupación me ha permitido desarrollarme profesionalmente, pero también personalmente en materia de liderazgo, lo que te da otro tipo de enriquecimiento», subraya Carolina Carracedo, que este viernes, a partir de las doce y media de la mañana, dará una charla sobre su experiencia profesional en la sala de conferencias de la Politécnica, donde empezó todo.
Allí, esta mujer admitirá cuestiones como «la falta de presencia femenina en los talleres»: «Lo que se ve en la sociedad es que, cuando tú educas a un hijo, ya le haces la diferencia», destaca Carracedo, que aún percibe la extrañeza de determinadas personas cuando la encuentran al frente de su responsabilidad en la fábrica: «Cada vez pasa menos», matiza, a la vez que señala que, con sus compañeros, nunca ha sentido discriminación alguna.
Concienciación temprana
«Yo voy a dar una charla orientada a los alumnos universitarios, pero creo que la escasa presencia de la mujer en determinadas carreras de ciencias tiene que ser visible desde la ESO«, considera Carracedo, que piensa que el cambio en esta dinámica «está siendo demasiado lento». «Debemos acelerarlo, porque si no no lo vamos a conseguir nunca. Las instituciones educativas deben de hacer un esfuerzo, pero también hay que trabajar en casa», sostiene la ingeniera.
En lo tocante a la Politécnica como tal, Carracedo regresará a un hogar que ha aprendido a valorar desde que se marchó: «Cuando sales y conoces otras universidades, ves que la de la USAL es una de las mejores educaciones que se imparten ahora mismo en España. Profesionalmente salimos bastante bien formados», recalca la profesional de Azucarera, que incide en la capacitación que se logra en Zamora en comparación con la que se obtiene en otros campus.
«Lo que debemos hacer es cambiar la educación para orientarla más al mundo laboral, pero eso es algo general, no particular de aquí», zanja esta mujer, que espera que, pronto, su historia sea uno de esos relatos de antaño acerca de una diferencia entre hombres y mujeres en las carreras de ciencias que ya no sea tal.