«Las monteras eran de paño, con la vuelta en una tela que hacía como carriles, como cordoncillo. Eso, en un color que se llama el color de la túnica». El texto que acompaña al cuadro «El viejo Gabinón», de Ricardo Segundo, es la transcripción de una frase pronunciada por una anciana de Sejas de Aliste cuyo nombre se ha quedado perdido en el tiempo. La imagen muestra a un vecino de la comarca, décadas atrás, con una baraja de naipes en la mano, la mirada al frente y la cabeza cubierta con ese sombrero tradicional que «seguramente era más de uso diario».
Al pie del cuadro, una montera real e idéntica a la del óleo muestra el detalle de una pieza habitual en su tiempo y en su lugar, y que ahora llama la atención de quienes la miran por primera vez frente a frente. La pintura de Ricardo Segundo y las prendas de la comarca de Aliste forman un conjunto indivisible en la exposición vinculada al artista que se ha abierto en La Encarnación bajo el paraguas de Florido Jardín, el festival de indumentaria tradicional. En la sala, como en las obras, nada queda al azar.
La estampa narrada con el cuadro de «El viejo Gabinón» y la montera se repite de manera sistemática en toda la muestra. En cada rincón de la sala, aparece un cuadro con una prenda al lado. En algunas ocasiones, incluso se trata exactamente del sayín, la camisa de mujer, el pañuelo de talle, la camisa de cabezón o el chaleco que pintó Ricardo Segundo en ese cuadro. Él mismo coleccionaba ciertas piezas; otras son cedidas. Pero todas están reproducidas con la mayor exactitud posible.
La hija del artista y comisaria de la exposición, Gloria García Pertejo, explica que lo más importante de la exposición es «el rigor que hay en las pinturas», cómo las obras «son fidedignas con las prendas». «Él valoraba muchísimo cómo se vestían las personas, no dejaba nada al libre albedrío: el mantón, la gabacha, las cintas… Estos cuadros son la mejor manera de aprender cómo se vestían allí», explica la descendiente de Ricardo Segundo.
Allí es en Sejas de Aliste, la tierra que primero fue «refugio del guerrero» para el pintor nacido en Madrid en 1903 y que, más tarde, a partir de 1963, se convirtió en su hogar. En ese rincón rayano, muchos vecinos se convirtieron en modelos de Segundo, que retrató los rostros y las vestimentas de decenas de paisanos de la zona entre finales de los años 20 y los 70. Su obra documenta parte de la vida, de la tradición y de la indumentaria de esta tierra durante aproximadamente medio siglo.
García Pertejo explica que varias de las personas que aparecen pintadas en las obras aún podrán venir a verse en los cuadros. Ella misma, que nació en Sejas y que jamás se ha desvinculado de Aliste, reconoce a alguna prima, a alguna vecina del pueblo a quienes su padre pagaba una cierta cantidad por ejercer como modelos para su obra. «Él quería recoger la tradición y no desvirtuarla», aclara la también artista.
Desde los primeros contactos, Ricardo Segundo trató de recoger las costumbres del lugar: «Se enamoró de la gente y se tiraba meses pintando paisajes y personas; siempre contaba con los vecinos del pueblo, que lo aceptaron como uno más hasta que que se quedó viviendo allí», insiste García Pertejo, que recalca la importancia de la obra de su padre como documento histórico para Sejas, para la comarca y para la provincia: «Se puede reconocer dónde está pintada cada cosa; los escenarios son los del pueblo», afirma.
Las obras que aparecen en esta exposición que se podrá ver hasta el 21 de abril en Zamora son, en su mayoría, cedidas y forman parte de las colecciones que Ricardo Segundo tiene repartidas por España y por el mundo. «Mi padre lo apuntaba todo, pero es muy difícil controlar toda su obra», admite García Pertejo, que asegura estar «acostumbrada» a ver los cuadros de su progenitor y que apela a que sea la gente quien se emocione con «el montaje, la luz, la información y las prendas».
El impacto para el pueblo
La comisaria de la exposición está convencida de que muchas personas de Sejas y descendientes del pueblo acudirán durante estos días a ver la muestra. Algunos ya se han ido deteniendo en piezas que retratan rostros conocidos y prendas que algunos aún guardan en las casas que siguen en pie o que se han rehabilitado. Por si acaso, para quienes no puedan viajar hasta Zamora, la muestra se montará en verano en la propia localidad, aunque «con un formato más pequeño».
Quizá, el propio Ricardo Segundo ya imaginaba en algún momento que una exposición como esta podría acabar realizándose. En los años 40, le escribió lo siguiente a su mujer en una de las cartas que todavía conserva la familia:
«Hoy he inaugurado lo que yo llamo el museo del folklore alistano. He comenzado a clavar por las paredes del zaguán toda la ropa alistana que ahora pinto».
«Parece premonitorio», advierte García Pertejo, antes de buscar la obra más adecuada para la foto. La hija del artista elige situarse ante «Pastora alistana con cordero», un cuadro que muestra a una mujer de corta edad con el ropaje de su época y con el sayín puesto, que aparece idéntico a su vera en una prenda real: «¿Ves los puños por dentro? También son verdes, todo es igual», zanja antes de marcharse para dirigir una visita guiada.