Seguramente, cuando Nines Sánchez juntaba el dinero para apuntarse a la Cofradía de Jesús Nazareno y salir en procesión con la Virgen de la Soledad, no sabía que estaba iniciando una tradición familiar. La zamorana, ahora abadesa de la hermandad más numerosa de la Semana Santa de Zamora, no venía de una familia semanasantera, así que la tradición la inició ella. Ahora, casi cincuenta años después, su hija Ana y su nieta Anastasia continúan su legado.
Comencemos la historia por el principio, cuando Nines era una niña que veía las procesiones desde la acera. «Vi a la Virgen de la Soledad y es que me encantó», asegura al contestar a las preguntas para la realización de este reportaje, a las que responde mientras espera, en primera fila, para ver la procesión del cole en la que participa su nieta. «Cuando la vi quise apuntarme, se lo dije a mi madre y me dijo que juntara yo el dinero». Y eso que se puso a hacer. Una a una juntó las 900 pesetas que, en 1975, costaba el alta. «Se las llevé a mi madre y nos apuntó a mi hermana y a mí, que entonces me pareció un poco mal, porque yo me había esforzado mucho y a ella se lo pagaron», bromea.
Tanto Nines como su hermana fueron mayordomas de la cofradía hace unos años, antes de la pandemia, muestra de su dilatada trayectoria en Jesús Nazareno. Un reconocimiento que la cofradía reserva a sus hermanos de más antigüedad, pues se accede a este puesto por orden de número. «Fue un momento que se vivió con mucha emoción», recuerda.
Fruto de la devoción por la Virgen se inició una nueva, pequeña hasta el momento pero con futuro prometedor, dinastía de hermanas de la Virgen de la Soledad. Ana Miranda, su hija, forma parte de la cofradía desde 1982. «Del registro a la lista de espera», recuerda, que entonces era poca. Van ya, por tanto, 42 años formando parte de Jesús Nazareno. Cofradía a la que después se han ido sumando otras muchas. Ana es hermana de Luz y Vida, Siete Palabras, Esperanza, Vera Cruz, Nuestra Madre y Resurrección. «La Soledad la primera, claro», asegura Ana, coadjutora de la cofradía.
La pequeña Anastasia, última incorporación
La tercera es Anastasia, que recogió su medallón el año pasado y que es la gran esperanza del futuro cofrade de la familia. La pequeña, que ya forma parte también de varias cofradías, se inició en las calles el año pasado y, como sucede con muchos críos, no pudo soportar los rigores de la espera en la Plaza Mayor y el desfile por el centro de Zamora. Echó el rato, sin quitase el medallón, jugando con amigos en la plaza de la Constitución, donde la esperaba su padre.
Este año tiene una segunda oportunidad para ir sumando pasos en una hermandad que, en su casa, es parte de la vida diaria. «Cuando viajamos siempre llevamos una imagen de la Virgen de la Soledad que dejamos en las iglesias que vamos a ver», asegura Ana, el eslabón del centro de tres mujeres que ejemplifican mejor que nadie la devoción de Zamora a la Virgen de la Soledad y que hablan de la misma esencia de la Semana Santa de la ciudad: juntarse, compartir y transmitir a las nuevas generaciones.