¿Cuántos clavos se necesitan para diluir las utopías y amarrar a una cruz los sueños?
Teo Nieto, el cura de las 43 parroquias, empezó el Sermón del Descendimiento en Bercianos con un poema, adaptó la liturgia marcada a los condicionantes de la lluvia y reflexionó más tarde acerca de la fe cristiana, de las enseñanzas que se pueden extraer de la muerte de Cristo, de la actitud de los fieles y de la realidad de la comarca de Aliste, el territorio que habita y donde predica: «Siento esta tradición como mía», admitió el religioso, en presencia de los hermanos de la cofradía del Santo Entierro.
Nieto observó a los «ministros del Señor» mientras estos desenclavaban al Cristo. Sin agua, su sermón habría discurrido en paralelo a esta acción, pero a causa de los cambios se produjo a continuación: «Que ese gesto de subir a la cruz muestre el compromiso de ponernos en camino, día a día, segundo a segundo, latido a latido para borrar de los montes de la Historia todas las cruces que todavía hoy brotan de nuestros paisajes, de nuestra tierra, cruces que cuelgan del pecho de nuestras gentes», clamó el párroco.
Hemos quitado el titulus
Ligado al primer paso del descendimiento, Nieto citó a «ese poder religioso que pretendía encerrar a Dios en ritos, normas y templos, a ese poder político que, desde la distancia, desde aquella Roma soberbia que se creía en posesión de la verdad, observaba al mundo con su espada en el empeño de construir una paz amasada en el miedo».
«¡Cuántas veces en la Historia borramos los nombres para poder pisotear a las personas! ¡Cuántas veces en nuestros pueblos han diluido nuestros nombres para convertirnos en estadística, números por los que no merece la pena desvelarse! Pero hoy, aquí, quitamos este titulus de la vergüenza para reclamar un nombre. Porque somos Aliste, somos una cultura, somos gentes y paisajes y vamos a gritar nuestro nombre hasta que quede escrito en la Historia», advirtió Nieto.
Hemos quitado la corona de espinas
En lo que tendría que haber sido el siguiente movimiento, Nieto recordó a los escribas y fariseos «que inventaban bellos discursos, no para transformar vidas y sembrar felicidad, sino para ser ellos admirados y así ocupar los primeros puestos en las sinagogaS». «No sea así entre vosotros, les dijo el Maestro a sus discípulos, porque el que quiera ser el primero tiene que ser el primero en volar, y que el reguero de su vuelo sea camino abierto para los demás», continuó el párroco.
«Hoy, aquí, quitamos esa corona para que las palabras del Maestro sigan resonando libres y que su luz se filtre por cada uno de los poros de nuestra piel haciéndonos paladear el sabor de la libertad. Una libertad que nos haga vocear, con la fuerza sentida por la gente sencilla, que nuestros pueblos no son lugares de los que compadecerse, ni a los que mirar desde la tribuna de ese pensamiento único que ata nuestras conciencias y hunde nuestros corazones en una sed inacabada», sostuvo el autor del sermón.
Hemos quitado el clavo de la mano derecha
Nieto mencionó aquí la «mano extendida» del Maestro para tocar al leproso: «Una mano extendida movida por un corazón compasivo tiene la fuerza de cambiar la Historia y quebrar privilegios de purezas que expulsan y marginan. No se podía consentir, había que amarrar esa mano al clavo de acero», insistió el párroco,.
«Hoy, aquí, recogemos la enseñanza del Maestro de no quedarnos reposando nuestra rabia sobre la barra de un bar. Que esta mano liberada toque nuestras lepras y nos libre de nuestras perezas para salir a la calle», deslizó el cura.
Hemos quitado el clavo de la mano izquierda
El párroco citó la frase atribuida a Jesucristo que reza: «Dejad que los niños se acerquen a mí». «¿A quién se le ocurre decirle que tenían que ser como niños, que tenían que dejarse acariciar por la suavidad de la ingenuidad, que tenían que permitir que los sueños se filtraran en sus venas para construir una historia distinta?», se preguntó Teo Nieto.
«¿Cuántas veces nosotros abandonamos nuestros sueños como si fuese un reguero de vida gastada a lo largo del camino de nuestro tiempo? Dejar de soñar, dejar de mirar la vida como lugar para crecer, dejar de ilusionarse en cada instante que se nos acerca es dejar de vivir», aseguró.
Hemos quitado el clavo de los pies
«Todo camino se nos ofrece como reto, pero también como tentación de quedarnos estancando en esas sillas que, como nos diría el poeta, ‘peligrosas nos invitan a parar'», arrancó nuevamente Nieto. «Jesús también sintió entre los callos de sus pies la tentación de esas sillas que nos invitan a olvidar caminos», prosiguió el párroco con el sermón, antes de indicar que esa tentación «se convierte en deseos de quedarse parado contemplando la vida desde el palco de la indolencia cómplice que deja discurrir la Historia en manos de quienes crucifican».
Habéis recibido ese cuerpo
«Y ahora, a vosotros, cofrades, os corresponde recibir el cuerpo bendito y exánime de Jesús, el Rey de la gloria, humillado y escarnecido, verdadero Dios y verdadero hombre, que fue crucificado, muerto y sepultado», señaló Nieto, antes de pedirles a los cofrades que pusieran el cuerpo en manos de María y de iniciar una reflexión vinculada a la mujer rural.
«Ayudemos a esta madre en su dolor. En cada una de sus lágrimas lleva impreso el recuerdo de toda una vida acompañando, educando, haciendo que su hijo abriera los ojos a la necesidad ajena. Detengamos nuestra mirada en esa mujer de pies firmes ante la cruz a pesar del dolor. Dejemos que nuestras retinas se llenen de los brazos tiernos de esa mujer que, a pesar de la rabia, recoge ese desecho humano que sigue siendo su hijo», apostilló.
«Detengamos nuestra mirada en esa mujer, reflejo de cada mujer silenciada en una historia construida con los mimbres de varones decididos a enmudecer la voz de Dios. En su nombre está grabado el nombre de cada mujer alistana que ha hecho de la entrega un estilo de vida. Que nuestra mirada detenida sea un homenaje a la mujer de nuestros pueblos», añadió Nieto, en otra referencia a la identidad de la comarca.
Habéis colocado el cuerpo en la urna
«Habéis colocado este cuerpo en la urna, pero no nos quedemos estancados, corrompidos por la semilla de dolor. Colocad este cuerpo y quedemos a la espera de esa mañana de Pascua en la que las mujeres, dispuestas con los aromas, fieles a la costumbre, rompen con el miedo y los prejuicios. Colocad este cuerpo y quedemos a la espera de la mañana de Pascua en la que el Maestro de Nazaret quiso completar el número de los doce, mutilado por la traición, con un nombre de mujer», zanjó Nieto. Luego, la comitiva regresó al templo.