A unos metros del lugar en el que se prendió la chispa, en la zona que conecta San Ildefonso con la Catedral, varios miembros de La Santa Merienda se reúnen para hablar de lo suyo.
– ¿Antes la gente no entendía lo que hacíais?
– Ni ahora
En realidad, el asunto es fácil de comprender si uno pone voluntad y escucha a quienes lo empezaron todo y a los que llegaron para completarlo: «Nos juntamos varios amigos. Uno de ellos tiene a su madre viviendo en San Sebastián y, como allí se lleva eso de las sociedades gastronómicas, quisimos implantar algo similar. Pero lo hicimos a nuestra manera», explica uno de los fundadores, Jaime Gómez.
La idea terminó de cuajar en torno a las meriendas del Jueves y del Viernes Santo en la Catedral. Pronto se desecharon ideas como montar una buena cocina para los socios, y se establecieron las fechas de Pasión como los momentos centrales de la iniciativa gastronómica del grupo: «Un año hicimos los polos y los pines, lo vinculamos a lo que nos gusta la Semana Santa y germinó todo», resume Gómez.
El presidente actual de la Santa Merienda – un nombre bastante descriptivo – es Óscar Coscarón, que complementa la explicación de su compañero: «Al principio, esto era un grupo de amigos que quedaban para comer y llevaban un polo». Por cierto, con una imitación del escudo de la Real Sociedad, que recuerda su amago de vinculación inicial con las sociedades guipuzcoanas.
Coscarón no estaba en los inicios, pero vio lo que había y pidió vez: «Les dije: yo quiero ser de esto». Con la entrada de nuevos miembros como él, las meriendas de Semana Santa se ampliaron a la organización de algunas catas que primero fueron de andar por casa, en bares amigos como el Medieval: «Luego empezamos a crecer y alcanzamos un punto de inflexión cuando hicimos los primeros itinerarios y los vídeos», relata el presidente.
A lo que se refiere Coscarón, más allá de la edición de recorridos para repartir por la ciudad, es a los spots que poco a poco han ido convirtiendo a La Santa Merienda en un colectivo conocido más allá de su nicho: «Empezamos a utilizar el humor en la Semana Santa, pero sin caer en bajezas ni hacer daño. La gente se vio reflejada en vídeos como en el que aparece Jaime moviendo una mesa mientras tararea la Marcha de Thalberg. A partir de ahí, no dejamos de crecer, crecer y crecer», recuerda el presidente.
Aquello ocurrió en 2016, después de que el grupo de amigos, cada vez más ampliado, se registrase como asociación en 2014. Por entonces, ya se había suprimido la idea del local y se había «centrado el tiro». En paralelo, la estructura se asentó y fueron sumándose personas ajenas al círculo inicial. Ahora son casi 70, con gente como Amaya Gutiérrez que se incorporó a pesar de carecer de vinculación alguna con los miembros fundadores.
Las incorporaciones y la organización
«Me llamó muchísimo la atención la imagen que vi en un itinerario de un cofrade de la Mañana comiendo las sopas de ajo. Me interesé y cuando me contaron de qué iba me pareció maravilloso», aclara Gutiérrez, que ha visto cómo la asociación «ha ido creciendo y profesionalizándose». «Ahora está todo muy organizado», asevera.
Coscarón admite ese cambio: «Fuimos puliendo las actividades. Empezamos a plantear cosas con más tiempo», remarca el presidente, que indica que La Santa Merienda organiza ahora una acción todos los últimos viernes de cada mes y realiza al menos dos excursiones al año. «Seguimos dándole una vuelta de tuerca más a todo. No somos nada conformistas y esa me parece una cualidad magnífica», apostilla Gutiérrez.
A lo largo de este camino, el grueso de los miembros del grupo ha pasado de verse en la horquilla de los 25-35 años a estar entre los 35-45: «El poder adquisitivo es algo mayor, podemos hacer más cosas de calidad y la gente se ha animado a participar en ellas», reitera Coscarón, que recalca que, en determinadas catas, ni siquiera algunos socios caben por los cupos de plazas y la elevada demanda.
La merienda sigue
Sin embargo, por mucho tiempo que pase y, aunque todo evolucione, las meriendas de la Semana Santa permanecen en el nombre y en el alma de este colectivo, que las sigue honrando como un pueblo a sus fiestas patronales. Es decir, con procesiones, pero también con comida y bebida. Y ahí emerge la figura de Virginia Martín, una de las encargadas de la organización.
De su mano, el año pasado, la asociación montó una merienda con «tortilla, empanada, embutido» y las cosas de toda la vida, pero también con 300 raciones de arroz a la zamorana suministradas por un cáterin: «Se nos fue un poco de las manos la cantidad», recuerda Martín, que desliza que este año se repetirán algunas cosas, pero que también se introducirán sorpresas: «Nos hace mucha ilusión que venga la gente a compartir con nosotros», sostiene la componente del grupo.
En meriendas como las que celebrarán estos días en la asociación, los niños, sus hijos, se han convertido en unos fijos como pinches y como comensales, aunque de momento no pueden formar parte de La Santa Merienda: «Para ser socio, tienes que ser mayor de edad. Estamos valorando de qué manera incluirlos para que desarrollen ese sentimiento de pertenencia. En nuestra asamblea, que siempre es el Sábado Santo por la mañana, antes de irnos a comer, seguramente votemos la opción de que entren, aunque sea con una cuota insignificante», revela Coscarón.
Los pequeños podrían ser los encargados, en un futuro, de dar un relevo a quienes entonces estén al frente de la asociación: «Ya os aviso que dentro de dos años tendrán que ser otros los que se impliquen», advierte Coscarón, que destaca que la directiva de La Santa Merienda no es «algo estanco» y que celebra también la aportación de quienes se hallan fuera de ese círculo: «Hay gente que no se desvincula nunca».