La directiva de la Esperanza prefirió no apurar. Poco después de las nueve de la mañana, los hermanos más madrugadores conocieron la suspensión del desfile al llegar a la plaza de la Catedral; el resto fue recibiendo la información a través de la cuenta oficial de la cofradía en las redes sociales, mediante los grupos de Whatsapp o a viva voz mientras caminaba rumbo al templo de salida. Esta vez, San Salvador y no el convento de Cabañales.
Lo que ocurría en ese momento es que, minutos antes de la diez de la mañana, no solo no llovía, sino que el sol había asomado para dibujar un cielo azul que soliviantó a algunas y algunos disconformes:
– Pero si hay sol, ¿cómo no vamos a salir?
– Si hace un día buenísimo
– ¿La han suspendido de verdad?
– Que vaya hasta San Ildefonso y dé la vuelta
Las damas comentaban la circunstancia entre sí, algunas visiblemente contrariadas. Otras, parecían más resignadas: «Hace un momento, estaba pinteando». En general, el rato previo a la colocación de todos los miembros de la cofradía, hombres y mujeres, en la plaza de la Catedral, sirvió para discutir sobre la idoneidad de la suspensión, para avisar a la gente de lo que había y para hacer alguna que otra foto en los Jardines del Castillo.
Ya pasadas las diez de la mañana, damas y cofrades se ubicaron en el centro de la plaza para el acto solemne con la Virgen de la Esperanza. Fue entonces cuando las puertas del templo se abrieron, asomó la imagen y empezó a llover. Ocurrió al instante. Los paraguas se desplegaron, los ánimos se calmaron y casi todo el mundo entendió que no había otra solución.
Acto en la plaza
Con ese panorama, y envuelta en el sonido de la banda de cornetas y tambores, la virgen rodeó la plaza ante la mirada de una multitud que se agolpó para ver de cerca a la Esperanza en su única presencia en las calles de la ciudad durante esta Semana Santa. A falta de desfiles, los más devotos se emocionaron en este breve recorrido de unos metros que concluyó con el cántico habitual de las damas: la Salve.
Antes de las once, y en medio de una lluvia fina, todo había terminado. Zamora vivió otra suspensión a la espera de que el Jueves Santo se despeje a partir de la tarde y la ciudad pueda entrar en el trance habitual sin tener que lamentar más instantes de emociones encerradas.