Cada año, cuando la primavera asoma y se acerca la Semana Santa, Eduardo Vidal pasea por el recorrido que seguirá días después la procesión de las Capas Pardas. El trayecto le sirve para inspirarse, para entrar en conexión con lo que va a vivir y para imaginarse a sí mismo con su instrumento, pasada la medianoche del Miércoles al Jueves Santo. Es ahí cuando este músico zamorano empieza a decidir qué melodías va a tocar, aunque sabe bien que a veces conviene dejarse llevar por el momento: improvisar dentro del control.
Ingeniero de Caminos y formado en piano, Eduardo heredó hace más de quince años el legado que le dejó Agustín Lorenzo y se convirtió en el responsable del bombardino en las Capas Pardas. Sí, en esto también se había instruido antes. Por eso se ganó el derecho a participar en un proceso de selección delicado, marcado por la sustitución del maestro que introdujo este sonido de viento en la cofradía allá por los años 60 y que llevaba cuatro décadas desarrollando su propia idea en el desfile.
«Agustín era un músico militar que estaba destinado en Salamanca. En el año 67, pusieron varias procesiones de la Semana Santa de Zamora en la televisión y él llegó pasada la medianoche de tocar, se sentó en el sofá, vio esta hermandad de penitencia y entendió que en esa procesión podía quedar bien el sonido del bombardino. Acertó, porque a la vuelta de más de 55 años esto sigue», explica con claridad Eduardo Vidal.
La idea que tuvo este precursor de la entrada del instrumento era que el bombardino abriera la procesión para que, a medida que se acercase su sonido, «la gente bajase el volumen y fuese entrando en el ambiente». «Se trata de una llamada, y la verdad es que en las Capas Pardas siempre hay muchísima gente en todos los sitios y al principio se escucha barullo, pero cuando toco siento que bajan los decibelios», admite el intérprete actual.
Melodías basadas en películas
Eduardo Vidal remarca que ahora maneja en torno a 35 melodías para tocar a lo largo del desfile: «Son de diferentes tipos, algunas vienen de cortes del gregoriano, otras las hizo Agustín basándose en canciones de películas antiguas de corte romano o de estilo medieval, y otras son invenciones tanto suyas como mías que hemos adaptado a la idea de la procesión», comenta el actual dueño del bombardino.
La mayor parte de las piezas procede de la mente de Agustín, aunque Eduardo ya ha compuesto también un puñado: «No se tocan todas todos los años. Algunas sí son fijas y se interpretan dos o tres veces en la procesión, incluso de manera recurrente en los mismos lugares por unas tradiciones que tenía Agustín y que a mí me ha gustado mantener», abunda el músico, que recuerda que la idea inicial en los 60 era probar un año con el bombardino. Pero a nadie se le ocurrió quitarlo tras el estreno.
Ni siquiera hubo dudas de la continuidad cuando Agustín dijo basta: «Él ahora tiene 89 años, y con 73 o 74 entendió que era el momento de dejarlo y me propuso a mí. Yo ya venía tocando el bombardino desde hace muchos años, así que se plantearon las opciones que había, se hizo una selección y fui elegido», cuenta Eduardo Vidal, que este año estrenará una composición dedicada a los nuevos miembros de la hermandad.
El músico reivindica el papel de este instrumento «grave, parecido a la voz de barítono del hombre», que aporta «un sonido dulce, melancólico, muy aterciopelado y nada estridente», que sirve para hacer una llamada apropiada para la procesión de las Capas Pardas: «No es súbito, no sé cómo decirte», desliza este ingeniero con alma de artista que, durante el recorrido, va alternando sus melodías con silencios.
Vidal admite la dificultad de ir tocando solo e insiste en la importancia de lo que uno va sintiendo en la procesión y «del ritmo que lleva». Su tarea es una mezcla entre la planificación, lo que le pide el alma y lo que le transmitió su maestro, al que cita sin cesar durante la charla: «En los últimos años en los que salió, Agustín vivía en León y también hacía el recorrido de la procesión por la mañana», zanja el dueño del bombardino más famoso de la ciudad.