Estribo y Surco viven, junto a otros siete caballos, en una amplia finca situada a las afueras de Zamora. Imponentes por su presencia, pero tranquilos en sus ademanes, los dos animales transmiten paz mientras sus dueños pasan el cepillo por sus cuerpos o les limpian los cascos. De fondo, uno de sus compañeros corretea por un entorno cercado y disfruta, como los humanos, de un Sábado de Pasión que parece diseñado a capricho. A media tarde, el sol se impone con suavidad y las zonas verdes brillan, sin sospechar que el temporal está por venir. Pero esa es otra historia.
Esta es la de Estribo y Surco y la de la familia que, desde hace más de 20 años, saca a estos caballos a las calles de Zamora en la procesión del Silencio durante la tarde del Miércoles Santo. Los dos animales volverán a encabezar en 2024 el cortejo, si el tiempo da una tregua, para anunciar la llegada de los hermanos y del Cristo de las Injurias, una de las imágenes por antonomasia de la Pasión en la ciudad. Los niños volverán a señalarlos, a cambiar el gesto, a mirar hacia arriba cuando ellos pasen cerca. Su presencia no pasa de moda.
La familia que se encarga de guiarlos es la del vicepresidente de la cofradía, José Mariano Ramos. Junto a sus hermanos, sus sobrinos y algún amigo del entorno, este directivo del Silencio lo prepara todo para que los caballos puedan desfilar con tranquilidad, con seguridad, con el riesgo muy acotado y en las condiciones que exige el desfile. En ello está desde 2001, aunque sus antepasados ya lo habían hecho también en tiempos pretéritos, durante la época en la que su pariente Joaquín Ramos Cadenas dirigía la hermandad.
A lo largo de esta nueva etapa, Ramos ha desfilado a pie junto a los tres caballos que abrían el desfile; desde 2023, tras la pérdida de Hervir, son dos. Los dueños de los animales han entendido que resulta mucho más sencillo de este modo, y mantendrán el par en lugar del trío: «Es una tradición que se remonta muchos años. Igual que en otras cofradías son los barandales, aquí salimos con los caballos», explican desde la familia.
Lo que ocurre es que estos animales están adaptados a vivir en la finca, lejos de los ruidos, se diría que mimados y en un contexto muy favorable para ellos. «No son como los caballos de la Guardia Real, que están acostumbrados a la ciudad», explican desde la familia Ramos. Por eso, la preparación de las procesiones implica un proceso que se desarrolla durante los días previos a la Semana Santa. Al miércoles… y al martes porque, de un tiempo a esta parte, estos parientes también se encargan de montar en el Vía Crucis.
Trucos para familiarizar al animal
De este modo, durante las semanas anteriores a los desfiles, las personas que luego se encargarán de subirse al caballo van acercándole el caperuz rojo al animal, se visten con él, se lo levantan para que Estribo y Surco sean conscientes de quién va debajo, agitan las banderas, les colocan las gualdrapas, los ponen «presentables» y hacen aspavientos para generar el escenario más parecido posible al de la procesión.
«Es un proceso similar al de los ensayos de las bandas», explican desde la familia, a la par que subrayan el hecho de que los caballos son «animales vivos por los que hay que tener respeto». «Pedimos que no los toquen porque se pueden alterar», advierten. El riesgo está, de algún modo, bajo control, pero conviene que los hermanos de acera se comporten de la manera más respetuosa posible.
Esa circunstancia se hace mucho más necesaria cuando se trata de un caballo que desfila por primera vez. No es el caso este año, pero ha sucedido recientemente: «Fue algo impactante, porque el animal se asustaba mucho más», indican desde la familia, conscientes de que ir a reconocer el recorrido y fijarse en determinadas pendientes ayuda a la hora de afrontar los puntos más delicados del trayecto.
Este año, a toda esa tensión previa, se unirá la sensación de incertidumbre por las malas previsiones meteorológicas, que obligarán a José Mariano Ramos (a pie) y a Fernando Pascual y Gabriel Ramos (a caballo) a mirar al cielo para implorar que el tiempo respete y les deje hacer lo que a las dos mujeres de su familia se les negó en el Vía Crucis.
Para ello, hará falta un ejercicio de fe. Aferrados al Cristo de las Injurias, estos hermanos harán lo que esté en su mano para verse, después del ocaso, sobre Estribo y Surco, enfilados hacia la Rúa de los Notarios, mientras juran silencio junto a sus hermanos.