La procesión de la Tercera Caída hay que verla en la Plaza Mayor. Y eso que hay que estar muy convencido para esperar durante tres horas a una primera fila que luego nunca es tal, porque cuando los cofrades comienzan a entrar desde la plaza de Sagasta uno se da cuenta de lo que hay. Varias filas de hermanos, con su correspondiente caperuz, se ponen inevitablemente delante de la persona que lleva horas esperando. Inmisericordes. La primera fila deja de ser tal.
Pero es en la Plaza Mayor donde la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída da lo mejor de sí. Donde las palabras del párroco dan sentido a la cofradía, recordando siempre a los afligidos, a los más necesitados, mención siempre especial para los afectados de una guerra que ya estaba el año pasado y para los de otra guerra que es nueva. La guerra siempre está presente a esta hora del Lunes Santo en Zamora, como si lamentablemente formara parte de la naturaleza del ser humano.
Y cuando suena la música es cuando esa persona, que llevaba horas esperando tras la valla y que ahora tiene delante a decenas de penitentes, vuelve mágicamente a colocarse el primero. Porque cuando los pasos levantan y el coro entona «La muerte no es el final» los caperuces de delante, parece, desaparecen. Y solo se ven las imágenes en uno de los momentos más singulares de la Semana Santa de Zamora. Cuando para la música suele sonar algún aplauso, que rápido se apaga. En Zamora, silencio. Sigue la Semana Santa.