Cuando den las ocho y media de la tarde de este Lunes Santo, una marea de hombres y mujeres vestidos de negro y blanco, con caperuces enormes, túnicas de raso y una capa interminable habrán rodeado la iglesia de San Lázaro para partir desde allí rumbo al centro, tras pisar el barrio. La Tercera Caída tiene allí su kilómetro cero y ese templo de salida forma parte ya de su idiosincrasia. Ahora, nadie se imagina un cambio, pero la vinculación con el entorno no siempre ha sido fluida. Ni siquiera ahora puede compararse con la que tiene, por ejemplo, la cofradía del Vía Crucis con la zona de San Frontis.
Así lo explica el sacerdote Agustín Montalvo, capellán de la cofradía y adscrito ahora a la parroquia de San Lázaro que antes dirigió: «La Tercera Caída sí tiene mucha vinculación con esta iglesia. Lo primero porque tenemos aquí la imagen todo el año y ahora también a la Virgen por las obras del museo. Además, la hermandad organiza algunos actos y todos los meses hay alguna misa», explica el religioso.
Es decir, «con la parroquia sí», pero «respecto al barrio, menos». Montalvo argumenta que «la cofradía fue incrustada aquí de manera artificial» e inicialmente con un cariz político que «ahora ha desaparecido», pero que durante años tuvo peso: «Además, nunca hubo una imagen que tuviera devoción en el barrio», insiste el cura, que subraya que muchas circunstancias están cambiando y que «la gente de la zona se está apuntando precisamente por eso».
El sacerdote admite que «los temas religiosos están cada vez más separados de la vida social» y remarca que muchas de las personas que se vinculan a la Tercera Caída desde San Lázaro lo hacen «por pertenencia». «Hay cofrades que son poco religiosos, pero el zamoranismo pesa mucho y así es la Semana Santa», reconoce Montalvo, que alude también a una cuestión económica para explicar por qué antes las personas de la zona preferían otras hermandades.
La túnica cara
«La gente no se apuntaba, entre otras cosas, porque la túnica era muy cara, preferían irse a La Mañana», resume el cura, que recalca que, desde la parroquia, hace muchos años que «se celebra con gusto» todo lo que se hace en relación con la Tercera Caída: «Nos alegramos cuando sale y nos entristecemos cuando no», señala el sacerdote. Este año parece que habrá suerte.
A la salida, las imágenes y los cofrades estarán arropados mayoritariamente por gente del barrio, aunque también acudirán vecinos de fuera a ver un inicio del recorrido «que tiene cierto espectáculo». Los bares de la zona notarán el impacto de la procesión, los habitantes de los pisos más cercanos se asomarán a la ventana y San Lázaro se acercará otro poquito más a la cofradía que parte de su templo.
La propia hermandad lo organiza todo en la iglesia, aunque Montalvo admite que el tema del movimiento de los bancos o de la limpieza generan algún peaje que pagar para la parroquia. Cosa de poco, en todo caso. En este Lunes Santo, como desde hace décadas en Zamora y en el barrio, la muerte no es el final, pero San Lázaro sí es el principio.