Hace unas semanas la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída me invitó a dar una conferencia para abrir sus primeras jornadas culturales y, en la ronda de preguntas, uno de los asistentes cuestionaba qué debía hacer la Semana Santa zamorana para conseguir modernizarse: “retirar imágenes y sustituirlas por otras o qué”.
La pregunta (que animó el debate y que respondí con evasivas como buenamente pude porque yo no tengo recetas absolutas, y mucho menos para un enfermo con tanto médico experto) vino dada por la propia temática de la charla, que no fue otra que la aportación artística de José Luis Coomonte a la semana de pasión. Creo que algo se despertó.
Durante casi cuarenta y cinco minutos esgrimí una evolución del artista en paralelo a la evolución del arte sacro del siglo XX, especialmente desde los años 60, y cómo ha desembocado en algunas de las imágenes que hoy en día procesionan durante la noche del Lunes Santo.
Para poner en contexto la obra de José Luis, tenemos que entender que la gran mayoría de ejemplos con los que cuenta el imaginario semanasantero de la ciudad son deudores del barroco español, por lo general de la escuela castellana.
En esta, y en otras tantas peninsulares y latinoamericanas, imperó la proliferación de representaciones figurativas basadas en la repetición e imitación de unos cánones y tipos que tenían como sustrato ideológico una supuesta adaptación a la tradición a través de imágenes vulgares de facilona belleza, «como salidas de moldes de cajas de muertos».
Esta estética estará «basada en el mimetismo de los gestos exteriores, destinado a un falso fomento de la piedad, interés por la anécdota y no por la emoción profunda del hecho sagrado y tendencia a un didactismo de gusto infantil». Y lo que es peor a efectos teológicos, se produjo un proceso de «disociación entre las tendencias artísticas y las normas canónicas», hecho que se denunció ya en el Concilio Vaticano II (especialmente con la promulgación del Sacrosantum Concilium, culpable, entre otras cosas, de que hoy en misa se le vea la cara y no la espalda al sacerdote).
El arte sacro, pues, estaría encerrado en un lenguaje plástico muy alejado de los nuevos planteamientos artísticos contemporáneos que estaban dando un nuevo sentido tanto al ideal de belleza como a la estética. Recordemos que durante estos años el mundo tendrá como habitantes de excepción a Picasso, O’Keeffe, Chillida, Rosa Bonheur, etc.
El paso, en los 80
En Zamora, el tímido paso a la vanguardia no se dará posiblemente hasta 1981 cuando, contando con un ya maduro Coomonte, la Semana Santa zamorana, por medio de la cofradía de Jesús en su Tercera Caída, haga el primero de los encargos al artista del hierro: la Cruz de Yugos.
El trabajo llevado a cabo por el artista no fue si no el de intentar abrir una grieta en el contexto de una tradición encerrada en sí misma y plasmar en ella los nuevos aires del arte sacro que desde los 60 se habían convertido casi en norma.
Todo esto nos devuelve a la pregunta hecha por el asistente a la jornada y a una respuesta más reflexiva: no, no se debe menospreciar (ni mucho menos eliminar) un tipo de arte por ser más o menos kitsch ya que ha sido fruto de su tiempo y cumple una función específica (emocional, afectiva, religiosa, antropológica a fin de cuentas), pero sí debemos poner en valor todo aquel que, debido a su carga teórica, tal vez es más complejo de comprender mediante la simple observación. No todo el arte tiene que ser fácil así como no lo es la espiritualidad (de sustrato religioso o no) de cada uno.
El contexto es esencial. La Semana Santa nace en un momento en el que la imagen es algo excepcional, las procesiones son casi apariciones místicas y la piedad es otra. En la actualidad, la imagen convive con nosotros llegando a la sobresaturación, y el espectador necesita algo más.
Tras un primer impulso estético, ¿qué hay? La función, o una de las funciones, del arte sacro es llevar al recogimiento y a la trascendencia pasando por la reflexión que no es sino una oración consciente.
Creo que lo que necesita para modernizarse la semana más esperada por muchas personas de esta ciudad es precisamente eso, reflexionar.