A las cinco de la tarde del Viernes de Dolores, el sol aprieta, caprichoso, y permite que Izan Jiménez limpie su Caseta Multijuegos en manga corta mientras los peluches de distintos tamaños, con las caras de algunos de los personajes de ficción más conocidos por los niños, cuelgan de su barraca a la espera de la llegada del público. El calor hace sonreír con cierta ironía a este trabajador de complexión delgada y actitud afable, que recuerda que este año, en Zamora, el buen tiempo ha sido la excepción: «Nos ha perjudicado, no ha habido venta», explica el feriante berciano.
Algunos de sus compañeros señalan que la lluvia ha aparecido en tres de los seis fines de semana en los que los caballitos han permanecido instalados en la ciudad, al pie del Puente de los Poetas. Hasta la llegada de las vacaciones escolares por Semana Santa, la feria solo ha abierto entre el viernes por la tarde y el domingo, así que las jornadas desapacibles en esa horquilla han penalizado a sus negocios de forma evidente: «Hay muchos gastos y así no llega», se resigna Jiménez.
El responsable de la Caseta Multijuegos aclara que «este es un trabajo que da para sobrevivir y para ir al día». En la mayoría de los casos, se trata además de un modo de vida heredado, el que sus responsables han aprendido de sus padres y estos de los suyos. «La gente se mantiene como puede, porque esto tiene que seguir», abunda Jiménez, que insiste en que este es «el pan» de sus familias. Por eso están en Zamora, a la espera de más días soleados, antes de viajar. En su caso, hacia Galicia, León o Salamanca durante ocho meses de gira por las ferias.
Un poco antes de la barraca de Izan Jiménez, al inicio del primer pasillo de la feria, David Cataluña perfila algún detalle en su negocio, la Tómbola Cachichi. El feriante alza la vista y constata que hay compañeros que ya se han ido, «por temas de calendario» y el inicio de otras citas quizá más rentables. Mientras, los que siguen insisten en el mismo mensaje: «Este año, en cómputo general, mal por el tiempo. De momento, menos de la mitad que el año pasado», subraya el ambulante.
En su tómbola, si la lluvia arrecia, hay poco que hacer, pero las facturas llegan igual: «Nos han subido mucho los costes del gasoil o de la luz y vamos apretados. La cosa está dura», admite Cataluña, que cita otras cosas que se ven menos, como el incremento de los precios para adquirir los artículos de regalo o el alza de las tasas en muchas de las plazas donde se instalan. No es el caso de Zamora, «que respeta lo de años anteriores», pero este negocio viaja a «15 o 20» por temporada y lo va notando en otros lugares.
Entre unas barracas y otras, se entremezclan los sonidos de canciones de éxito, con la música de Becky G chocando con la de Bad Bunny. Mientras, los trabajadores de la feria lo preparan todo para un viernes en el que esperan recuperar un poco del terreno perdido: «Aquí el suelo se pone malísimo, hemos tenido que echar piedras nosotros», señala Raúl Galán desde el Gusano Loco mientras señala hacia abajo, donde efectivamente aparecen unos cantos sobre la zona que los feriantes han conseguido que no se embarrara.
Las barracas, bien protegidas, libraron la granizada de la madrugada del miércoles al jueves; ahora pretenden salvar el año con unos ingresos mínimos: «Tenemos un negocio familiar. El abuelo estuvo muchos años y antes también su padre», remarca Galán, que viene desde Peñaranda de Bracamonte y que lamenta, como todos, la puntería del agua en esta edición. Esto depende mucho del cielo.
Su compañero José Ramón Castañosa habla, de hecho, de días «malos, malos». «Las cuentas no nos están saliendo, pero a ver si el tiempo nos deja recuperar hasta el día 2, que es cuando estamos. Zamora responde bien», destaca este asturiano de Oviedo, que lleva años viniendo a la ciudad con su familia: «Nosotros montábamos en el Puente de Hierro, en la estación de tren o donde está el Aldi. Estamos todos los años», indica el hombre que gestiona el tren de La Bruja Atómica.
Zamora, Asturias y Valencia
«Está muy caro el gasoil y eso, la economía se está subiendo por las nubes», constata Castañosa, que indica que los precios de su propia atracción, cuatro euros, generan algún malestar entre la gente: «Pero hay que pagar el generador, el seguro de los chavales, los viajes y encima mirar para el cielo», recuerda el feriante, que de Zamora, la primera parada para casi todos en la temporada, se irá para Asturias a pasar allí los meses cálidos antes de cerrar campaña en Valencia, ya en octubre.
«Nosotros queremos que la gente esté a gusto con nosotros», zanja Castañosa con una sonrisa antes de darse la vuelta hacia su atracción y clamar: «¡Sácala guapa a ella!».